Castillejo de Abrucena (foto de Pako Manzano) |
En el contexto de la
guerra de Granada, a finales del siglo XV, se dieron algunas características
que pone de manifiesto Cristina Segura Graíño en uno de sus trabajos[i].
En primer lugar la desproporción temporal que hay entre las distintas fases de
dicha guerra, pues las tierras malagueñas cayeron en manos cristianas a lo
largo de 1482-1487, mientras que las orientales del reino granadino fueron
sometidas en apenas dos años. La autora se pregunta si ello es debido a la
pérdida de combatividad de los nazaríes o a la benignidad de las capitulaciones
en zona almeriense en comparación a la dureza de las malagueñas. También,
obviamente, está la crisis del régimen nazarí, dividido internamente.
Los habitantes del
reino de Granada, convertidos a la fuerza en moriscos, mantuvieron una
situación de guerra endémica durante los dos primeros tercios del siglo XVI,
hasta la explosión de la guerra en las Alpujarras. En cuanto a las capitulaciones
que tuvieron que aceptar los granadinos, más que queridas por la población,
fueron firmadas por sus autoridades colaboracionistas, lo que explica los
levantamientos populares y lo deficiente de la conquista cristiana. Los
habitantes de la actual provincia de Almería y este de la de Granada debieron
tener noticia de los incumplimientos por parte cristiana de las capitulaciones
firmadas en la región malagueña. Y tanto Boabdil como Al-Zagal –dice Segura
Graíño- fueron insolidarios con su pueblo, aunque este prefiriese a dichas
autoridades que al poder cristiano.
La inestabilidad de la
conquista cristiana se demostró en 1490, lo que llevó a los reyes Isabel y
Fernando a ordenar la expulsión de los mudéjares de las ciudades fortificadas
que habían sido conquistadas. Poco después de las capitulaciones ya hay
transgresiones de las mismas por ambos bandos: los mudéjares se levantaron
entre 1489 y 1490 y los reyes cristianos, con esa excusa, incumplen lo pactado
expulsando a los mudéjares de Almería, Baza, Guadix, Almuñécar y Fiñana[ii],
centro este último de la revuelta. Tras un largo asedio, la ciudad de Baza se
entregó a finales de 1489, pero los caudillos musulmanes tuvieron que vencer
las reticencias de la población. Se pactó la entrega de Almería y Guadix respetando
–como para todo el territorio- la hacienda a toda la población, sus modos de
vida, su religión y sus equipos militares, excepto las armas de fuego, como se
ha estudiado para el caso de Purchena, villas y lugares del río Almanzora y
sierra de Filambres. La capitulación de Almería se habría dado en Baza a
finales de 1489 o en Écija en 1490, y los habitantes de la ciudad de Baza
fueron forzados a instalarse en sus arrabales.
Los reyes cristianos
permanecieron en Baza hasta finales de 1489, para encaminarse con su ejército,
penosamente durante el invierno, a las plazas fuertes de Almería y Guadix. La
primera de estas ciudades se entregó fácilmente, pues previamente Yayah
Al-Nayar había convencido a Al-Zagal de lo inútil de la resistencia. Desde aquí
se fueron a Guadix las fuerzas reales, pernoctando en Fiñana y llegando a
aquella ciudad al día siguiente, pero descontento el pueblo musulmán, los reyes
obligaron también a los habitantes a situarse en sus arrabales, pues no se
quería que aquellas tierras quedasen despobladas si se procedía a una expulsión
generalizada. La población mudéjar debió jurar fidelidad a los nuevos amos y a
no prestar ayuda a las fuerzas nazaríes aún no sometidas.
Los más beneficiados
con las capitulaciones fueron Al-Zagal[iii],
que recibió el señorío de Andarax[iv],
el valle de Alhaurín[v],
la mitad de las salinas de Maleha, cuya renta anual era de cuatro millones de
maravedíes, y el señorío sobre dos mil mudéjares; Al-Nayar[vi]
se benefició de la taha[vii]
de Marxena y el tratamiento de infante, y Mahomad Haçen recibió la villa de
Serón[viii].
A principios de 1490
todo el sector oriental estaba en manos de los cristianos, pero sin llegar a
consolidar su dominio. Los reyes, que se han ido a Córdoba, esperan que Boabdil
cumpla lo pactado en 1487, la entrega de Granada, pero no será así y se
reanudaron las hostilidades con la toma de la posición de Padul[ix]
por los nazaríes, y parece ser que la actitud de Boabdil se debió a la
exigencia de la población, de forma que los reyes se tuvieron que dirigir a los
gobernadores nazaríes, no al propio Boabdil, que proyectó una ofensiva
convocando a las poblaciones mudéjares a la rebelión, con resultados positivos.
Lúcar[x]
sufrió un ataque por tropas procedentes de Tíjola[xi]; en la costa se produjo la rebelión de Adra, donde la población mudéjar sometió
a los cristianos y esperó socorro por mar (los benimerines), pero la plaza fue
recuperada por cristianos al mando de los cuales estuvo Al-Nayar. Mientras,
Boabdil sitió Salobreña[xii]
y penetró en la Alpujarra; luego el
ejército musulmán se dirigió a las tahas de Andarax, Marxena y Alboloduy[xiii],
rebelándose los mudéjares al llegar Boabdil y poniéndose bajo su mando, pero
según las crónicas árabes solamente recuperó Andarax.
El sometimiento
conseguido por los cristianos, en todo caso, era deficiente, y el riesgo de
levantamiento mudéjar continuó. De hecho se observa una revuelta general
contra los cristianos y los caudillos musulmanes aliados, que habían llegado a
pactos personales. Boabdil tuvo un éxito rápido, mientras las protestas de la
población musulmana iban en aumento ante los incumplimientos de las
capitulaciones.
El levantamiento de
Fiñana, lugar próximo a Gudadix, revistió especial virulencia, pero los
cristianos sofocaron la insurrección esclavizando a toda la población y siendo
expoliada en sus bienes: muebles, oro, plata, joyas, ganado, etc. constituyó
el botín de los vencedores, que eran las milicias concejiles de Baza, Úbeda,
Jaén, Lorca, Murcia y Cartagena. La represión cristiana terminó con la diáspora
y, como medida preventiva, el rey Fernando ordenó que se evacuasen todas las
plazas fuertes, siendo entonces expulsados los habitantes de Baza, Almería,
Guadix y Almuñécar, además de los de otras poblaciones fortificadas. Los
mudéjares debían permanecer en las huertas que rodeaban sus respectivas
ciudades en espera de la llegada del rey, que partió de Córdoba talando la vega
de Granada, intentó castigar a los cabecillas y volvió otra vez a Córdoba. Por
su parte el concejo de Murcia recibió orden de atacar a Marxena y Alboloduy, de
nuevo en manos de los musulmanes.
La rebelión fue
endémica, volviendo las tahas del alto valle del Andarax a manos musulmanas,
pero otra vez, intermitentemente, a poder de los cristianos. Las tahas
alpujarreñas se levantaron también y
Guadix fue reprimida, lo que quizá provoco el levantamiento de los musulmanes
de Fiñana, aunque otros autores dicen que esta población se rebeló antes que la
de Guadix…
[i] “Notas
sobre la revuelta mudéjar de 1490. El caso de Fiñana”.
[ii] Al
oeste de la actual provincia de Almería.
[iii]
Hermano de rey y sobrino de Boabdil.
[iv] El río
Andarax está al sur de la actual provincia de Almería.
[v] En la
provincia actual de Málaga.
[vi] Hijo de
rey granadino e infante de Almería.
[vii] Una
división administrativa del reino granadino.
[viii] Al
oeste de la actual Almería y al norte de Fiñana.
[ix] Al
oeste de Sierra Nevada.
[x] En el
interior de la actual provincia de Almería.
[xi] Al sur
de Lúcar.
[xii] Era
útil para mantener contacto con África.
[xiii] Al
noroeste de la ciudad de Almería.
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