El matrimonio cristiano, luego católico, no fue siempre una institución defendida por las autoridades religiosas. Los primeros cristianos valoraban más el celibato, pero ante la imposibilidad de que este se extendiese a toda la comunidad cristiana, algunos teóricos empezaron a valorar el matrimonio como un bien. Luego vendrían los siglos medievales en los que la Iglesia ejerció un verdadero control sobre las parejas que deseaban casarse y formar una familia. Familias en las que los padres no estuvieron casados han existido siempre, y más los casos en los que una mujer tenía hijos y el padre se despreocupaba de ellos. La casuística es casi interminable.
Pronto surgieron intereres entre las familias de los contrayentes para que los matrimonios fuesen más que un sacramento: un buen negocio. En realidad un contrato, que es lo que siempre ha sido en el plano civil. Las familias con patrimonio abultado procuraban que sus vástagos casasen con miembros de otras familias que también tenían patrimonio, agrandando así este. En ocasiones el matrimonio se procuraba entre miembros de una misma familia (en un grado de proximidad consanguínea más o menos próximo) con el fin de que el patrimonio quedase concentrado sin demasiados intereses colaterales. De ahí la frase de Matilde Peinado de que el matrimonio fue el instrumento para "disciplinar la vida de las parejas". La misma autora señala que "entre los siglos XI y XII, la Iglesia Católica trata de controlar la sexualidad" y de ahí surge toda una legislación en materia de autorizaciones, dispensas, limitaciones, etc.
Lo normal es que el matrimonio se diese entre iguales, es decir, un campesino pobre solía contraer matrimonio con una campesina pobre. En otras ocasiones las diferencias sociales o de riqueza eran pequeñas, aunque también se han dado casos en los que uno de los cónyuges era de condición social superior a la del otro (los menos). Otras circunstancias son la diferencia de edad, el viudo o la viuda que contrae matrimonio por segunda o tercera vez, los que desean casarse siendo parientes próximos... La Iglesia fue regulando todos estos casos y, basándose en su influencia, obtenida no solo por el ejemplo o la lógica de sus propuestas, sino con el apoyo de los podersos, impuso las condiciones en que un matrimonio podía celebrarse o no. Claro que muchas parejas se saltaron a la torera estas normas, pero entonces tuvieron que sufrir la reprobación social, el aislamiento o incluso la persecución.
Como los intereses económicos y los afectos son factores con mucha fuerza para obviarlos, la Iglesia se inventó una serie de dispensas con el fin de que la norma fuese saltada en no pocas ocasiones. "Algunos de los impedimentos absolutos -dice Matilde Peinado- para la realización del matrimonio eran la falta de edad, la impotencia del marido [cosa que en ocasiones sería difícil de probar publicamente], haber contraído votos religiosos, haber reconocido órdenes sagradas, pertenecer a un matrimonio anterior, diferencia de religión, matrimonio entre infieles, matrimonio con herejes, y entre los impedimentos relativos se considereaban el parentesco, real, adoptivo o espiritual, promesa de futuro y adulterio". El parentesco real se refiere a la consanguinidad hasta el tercer y cuarto grado; el parentesco adoptivo se refiere a los parientes de la pareja y el parentesco espiritual se refiere a los padrinos del bautismo.
Las parejas que incurrían en los casos anteriores y deseaban contraer matrimonio debían obtener dispensa de la Iglesia, que la daba si se pagaba un dinero. Este dinero podía se excusado si la pobreza de los contrayentes era evidentísima, pero entonces había más dificultades para la concesión de la dispensa. Dichas parejas, en muchos casos, obviaban la norma y mantenían sus afectos más o menos abiertamente, cohabitaban y tenían descendencia que legitimarían más tarde o no. En ocasiones la Iglesia daba dispensa, aún no cumpliéndose las condiciones expuestas antes, si la mujer había cumplido los venticuatro años, edad que se consideraba empezaba a ser tardía para contraer matrimonio y para procrear. Debía casarse cuanto antes aunque fuese con un primo carnal. Todo ello con tal de que los matrimonios se produjesen bajo control eclesiástico. Si se daban las condiciones de partida, adelante; si no se daban se paga y asunto concluído. Si no se puede pagar, entonces la Iglesia podía mostrar su generosidad o no...
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