Río Omo |
En la época conocida
como Mioceno, que comenzó hace unos 23 millones de años, se produjeron cambios
en las zonas templadas de África que han sido estudiadas: a comienzos de ese
largo período las regiones templadas de África se caracterizaban por temperaturas
más elevadas que en la actualidad, existiendo, por tanto, bosques y selvas que
se extendían en los bordes norte y sur del Ecuador. Pero a mediados del Mioceno
el clima se fue enfriando lentamente y ello ocasionó la paulatina reducción de
las selvas y bosques, apareciendo estepas y sabanas.
Antes no había
alternancia estacional, calor y alta pluviosidad eran la norma todo el año,
pero luego las estaciones se fueron notando con períodos de sequía. Las
gramíneas y las leguminosas constituyeron el único alimento disponible en estas
zonas solo durante una parte del año. La vida en las zonas de densa vegetación
brinda una mayor abundancia de alimentos, pero a finales del Mioceno o
comienzos del Plioceno (hace unos 8 millones de años) se produjo en el oriente
africano un acontecimiento geológico de gran importancia: una falla o fractura
conocida como Valle del Rift, que se inicia en Asia Menor (sur de Turquía),
pasa por Israel y cruza el mar Rojo penetrando en África por Etiopía. Aquí se
encuentran los sitios de Hadar, Valle del Omo, Lago Turkana, Laetoli y Olduvai,
dentro de la gran grieta, hasta llegar a la desembocadura del río Zambeze, en
Mozambique, luego de recorrer unos 5.000 km. y alcanzando en algunos lugares un
ancho de 80 km. y una profundidad superior a los 300 metros.
Ambos acontecimientos
(cambios climáticos y geológicos) más la presencia de ríos, lagos y montañas,
llevaron a la transformación del oriente africano en una región variada en
ecosistemas, con un “mosaico de hábitats". Los cambios ambientales
constituyeron un importante estímulo para ciertos seres vivientes, dada la
elevada presión selectiva existente. Una respuesta eficaz a las exigencias del
medio pudo haber sido la principal causa de que un grupo de primates iniciara
el recorrido de una evolución diferente, llegando a nosotros. Gorilas y
chimpancés, por su parte, quedaron recluidos en las selvas y bosques.
Hasta 1972 se
consideraba que la máxima antigüedad para la postura bípeda de algunos seres
era 2,8 millones de años, pero las investigaciones en la zona de Hadar, al
noreste de Etiopía, dieron un fragmento superior de tibia y un fragmento
inferior de fémur que estaba partido por la mitad, de forma que solo conservaba
uno de sus cóndilos[i]
(el otro estaba muy cerca, también encontrado). Cuando se articularon las tres
partes se pudo ver que el fémur y la tibia se podían unir en ángulo,
disposición diferente a la de los póngidos o grandes simios (gorilas,
chimpancés, etc.). Dicho ángulo, denominado vulgus, existe en el hombre moderno
y es decisivo para la locomoción bípeda, ya que el pie se sitúa por debajo del
centro de gravedad mientras se avanza. En cambio, los póngidos “anadean” cuando
se trasladan en posición bípeda debido a que no se da la circunstancia
explicada. El homínido al que se atribuyeron aquellos fragmentos de huesos se
supone vivió, caminando de forma bípeda, hace unos 3 ó 4 millones de años.
Luego se encontró el
fósil muy completo de “Lucy”[ii],
que corroboró la existencia del bipedismo hace algo más de 3 millones de años.
En 1978 se encontraron pisadas fósiles de homínidos en el sitio de Laetoli, en
Tanzania, datándose dichas pisadas en 3,7 millones de años: se notaba el
bipedismo por la fuerte pisada del talón, la bóveda plantar bien marcada y el
dedo pulgar alineado junto con los otros, no separado como en los póngidos. Ese
pie se había convertido en órgano de apoyo para sustentar el peso del cuerpo.
Las poblaciones de
Hadar y Laetoli han dado el mismo tipo de homínido, al que denominamos
Australopithecus Afarensis, y restos de estos, con una antigüedad superior a 4
millones de años, también fueron encontrados cerca de Johannesburgo, en
Sudáfrica, datados en 3,5 millones de años, demostrando una postura bípeda.
En los años noventa
pasados se descubrieron restos fósiles de una antigüedad entre 3,9 y 4,1
millones de años, a los que denominados Australopithecus anamensis[iii],
en la zona del Lago Turkana. Los huesos tibiales presentan el borde delantero
propio de los individuos que se desplazan en forma bípeda.
Luego surgió la duda de
si los afarensis fueron “bípedos eficientes”, es decir, si la marcha bípeda de
estos es como la nuestra, ya que seguían haciendo una vida arborícola
preferente, pero lo cierto es que la liberación de las manos, que ya no se necesitaban para andar, permitió usarlas para la
fabricación de utensilios, en un primer momento meros tanteos hasta empezar a
comprobar que algunas formas podían ser útiles para esto o para lo otro. El
bipedismo también permitió vigilar mejor en la lejanía, al adoptar la cabeza un
punto de vista más alto; transportar alimentos también se hizo más fácil, pues las
manos podían disponerse de manera que los contuviesen, así como otros objetos.
Pero la bipedestación
también trajo inconvenientes: en las mujeres se redujo su canal de parto, pero
poder fabricar objetos estimuló el cerebro, que aumentó de tamaño, lo que
también permitió buscar fórmulas para parir que fuesen distintas de las derivadas del mero
instinto.
Entre todos los
mamíferos, pues, la especie humana se caracteriza por disponer de una postura
erecta, lo que nos ocasiona hernias de disco, prolapso uterino (descenso del
útero respecto del individuo que se desplazaba empleando las cuatro
extremidades) y varices, así como la pérdida de la capacidad prensil de los
pies.
La cría ya no es la que
se aferra al cuerpo de la madre, sino que es esta la que la coge entre sus
brazos, aptos para la aprehensión de los objetos. En todo caso, como se dice al
principio de este resumen[iv],
el bipedismo fue una consecuencia, para aquellos seres que estaban en
condiciones de adoptarla, de las modificaciones del paisaje geográfico en el
oriente africano durante el período Mioceno.
[i] Cabezas
redondeadas en las extremidades de algunos huesos que permiten la articulación
con otros huesos.
[ii] Ver
aquí mismo “Anamensis” y “Los primos de Lucy”.
[iii] Ver
aquí mismo “No humanos pero erguidos como nosotros”.
[iv] Alberto
A. Makinistian, “Los comienzos del bipedismo en el proceso de hominización”.
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