Tus
renuevos son paraíso de granados, / con frutos suaves. / De flores de alheña y
nardos; / Nardo y azafrán, caña aromática y canela, / Con todos los árboles de
incienso; / mirra y aloes, con todas las especias aromáticas.
Así se puede leer en el “Cantar de los Cantares” (4,14), describiendo las excelencias
de la mujer amada.
Las especias, conocidas
desde la antigüedad pero puestas muy en valor durante la Baja Edad Media y la
Edad Moderna de occidente, eran aromatizantes, conservantes, servían para
fabricar cosméticos y fármacos. En todo caso terminaron por ser símbolo de
riqueza y poder como el oro.
Se debe a Klaus
Wagensonner la transcripción de trablillas de Mesopotamia, particularmente
cuatro de una antigüedad aproximada del siglo XVIII a. C. que se encuentran en
la Yale Babylonian Collection. En dichas tablillas ya se citan el comino, el
sésamo y el hinojo. Muy posteriormente barcos fenicios distribuyeron estas y
otras especias por el Mediterráneo, y Alejandro Magno tiene noticia de ellas en
la India durante su extraordinaria expedición guerrera.
Tiro y Alejandría, en
el Mediterráneo, se convirtieron en centros distribuidores de especias, y
posteriormente Roma mantuvo un comercio con Asia a través de la ruta de la
seda, comercializándose la canela, el clavo, el jenjibre y la nuez moscada,
etre otras. Una ruta marítima entre Roma y la India se estableció desde el
siglo I de nuestra era, llegando a Alejandría productos desde oriente.
Con la división del
Imperio Romano a finales del siglo IV, Constantinopla se convirtió en un centro
privilegiado que comunicaba, a estos efectos, oriente con occidente, y unos
siglos más tarde, con la expansión islámica, se establecieron pasos clave en
las rutas terrestres. Los árabes controlaron el Índico y el sur del
Mediterráneo antes de que los mogoles[i]
debilitasen su monopolio. Cogieron el relevo Venecia y Génova, que habían sido
ciudades beneficiadas por las cruzadas siglos atrás; particularmente la familia
Polo, en Venecia, venía explotando el comercio con oriente desde el siglo XIII[ii].
Lo que está claro es
que la India fue el espacio intermediario entre las islas Molucas y occidente.
Mientras Génova perdió sus factorías en el mar Negro por la acción de los
otomanos en el siglo XV, Venecia siguió llegando a acuerdos con ellos para
prolongar algo más su poderío económico, pero aceptando la superioridad turca.
Surgieron entonces ciudades como Marsella y Barcelona, donde sus grupos
dirigentes se esforzaron en encontrar una solución para seguir manteniendo el
comercio con Asia.
Mientras Venecia se
alió con Portugal para financiar los viajes de circunnavegación de África, Génova
lo hizo con Castilla para los viajes ultramarinos de Colón. El objetivo era
controlar el comercio de las especias –entre otros- una vez que por los
portugueses se supo de las islas Molucas y el binomio oro-especias se impuso. En 1493 Colón dejó escrito que había visto en las Indias la
planta que allí llamaban ají, que nada tenía que ver con la pimienta negra de
oriente. En 1497 Vasco de Gama llegó a la India en busca de las especias cuyo
comercio habían interrumpido los otomanos, y en 1510 estableció en Goa la
capital con dicho fin.
Ilustración de "La Voz de Galicia"
En 1513 los portugueses
llegaron a establecer relaciones comerciales con Java, mientras que nobles
gallegos, entre los que destaca Fernando de Andrade das Mariñas, influyeron
para que se estableciese en A Coruña (aunque efímeramente) una Casa de la
Especiería. En 1529, mediante el Tratado de Zaragoza, el rey Carlos vendió a
Portugal las islas de las Molucas, en lo que hizo un buen negocio, pues
posteriormente dichas islas serían explotadas también por comerciantes
españoles.
Los portugueses
establecieron alianzas con poblaciones del sur de la India, y sus carracas
surcaban los mares para hacer de Lisboa el único centro de importanción de las
especias durante algún tiempo. Luego cobró importancia Amberes, antes de que
Hamburgo contribuyese a arruinar a no pocos comerciantes holandeses. De esta
nacionalidad fueron los que establecieron una ruta con Java entre los siglos
XVI y XVII para el cargamento de especias, origen del imperio comercial
holandés, para lo que jugó un papel clave la Compañía de las Indias Orientales,
de titularidad privada pero que actuaba como un estado acuñando moneda, con
50.000 empleados a su servicio, cientos de naves y un ejército propio.
Se creó entonces la
Compañía Inglesa de las Indias Orientales, y otra con el mismo nombre en
Dinamarca, fundadas en 1600 y 1616 respectivamente. La competencia fue
entonces la norma, sobre todo entre las compañías inglesa y holandesa, hasta
1620, en que se llegó a un acuerdo de cooperación antes de volver a los
enfrentamientos. A estas empresas se unió, en la segunda mitad del siglo XVII,
el comerciante de esclavos británico Elihu Yale[iii],
que vio una oportunidad de negocio en las especias junto con otros, estableciéndose
así en Massachusetts un floreciente comercio.
Pero para esa época se
vio la necesidad de diversificar el comercio dando entrada al té, el café, el
azúcar y otros productos, además de que se habían producido cambios en los
gustos de la demanda europea. La corrupción en la Compañía holandesa, entre tanto,
le había hecho perder importancia en las rutas abiertas con tanto esfuerzo.
Durante el siglo XVIII, como consecuencia de las ideas ilustradas que se abrían
paso, se vio la posibilidad de cultivar en Europa, mediante invernaderos, las plantas de
las que se obtenían las especias orientales, y al dar comienzo el siglo XIX
Claudio Boutelou[iv]
publicó una serie de obras sobre injertos, los cultivos de huerta, descripción
de especias y sus propiedades.
Como se ha dicho (el uso
de especias orientales dio la frase “lujo asiático”), fue signo de distinción
y poder, por lo que dichas especias solo las consumían las familias pudientes. El resto de la
población se valió de especias locales como la salvia, el romero, el hinojo, el
perejil, el espliego, el filantro, etc. Algunas tenían la propiedad de
conservar los alimentos, pero en Europa se había extendido la costumbre del
secado (embutidos), la salazón (pescados), escabeches con
vinagre, conservación en aceite y vino, elaboración de salsas para dar mejor
sabor a los alimentos, etc. Son de destacar las bebidas reconfortantes elaboradas
por los monjes de Poblet que luego siguieron otros cenobios, y en algunas regiones
de España se elaboró un aguamiel especiado que se guardaba en cuevas para
garantizar su frescor.
Desde el punto de vista
terapéutico se impusieron el empirismo y la credulidad de las gentes; mito y
magia estuvieron presentes en las cualidades medicinales y curativas de las
especias y plantas. Los venecianos “inventaron” un polifármaco en el que el
rito tenía más importancia que el producto obtenido. Cervantes nos ha legado su
“bálsamo de Fierabrás” como panacea para todos los males de su protagonista
quijotesco. La botánica, en el siglo XVI, estuvo en medio del oscurantismo, del
que se hace eco Andrés Laguna en 1555 con el escepticismo que le caracteriza: las
descripciones terapéuticas adolecían del desconocimiento de las plantas
pretendidamente medicinales por sus recomendadores, así como los preparados.
El pimentero es una
planta trepadora a la que se dieron facultades que no tiene. El amomo o
cardamomo sería el combinado de varias especias aromáticas, pero en realidad es
una herbácea perenne y aromática de cierta longitud en altura. El jenjibre
tiene un sabor picante y se decía de él que servía como afrodisíaco, lo que no
se corresponde con la realidad. Cristóbal Acosta, que a mediados del siglo XVI
estuvo como soldado en la India, conoció al naturalista portugués García de
Orta, y llegó a publicar un “Tratado de las drogas y medicinas de las Indias
orientales”, donde dice que la canela (que tenía un alto coste) combatía los
dolores de estómago y muchos males más, igual que la pimienta negra, pero
denuncia las descripciones “mágicas” que se hacían en su época.
Del clavo dice que
combate los males del hígado, y contra otras enfermedades era buena la nuez
moscada. Las plantas que producen las especias, incluso en el siglo XVII,
fueron desconocidas en Europa, y de estas nunca fueron descubiertas sus
propiedades terapéuticas. Con el impulso de la ciencia en el siglo XVIII las
plantas vivas cruzaron el océano a bordo de los buques para su estudio, misión
especial de las expediciones de la época. En su “Dorotea”, Lope de Vega hace
decir a uno de sus personajes cuando trata de describir la casa de la mujer a
la que pretende:
¿Qué humo es este? ¡Qué gentil pastillas! ¿Esto es vuestra casa, señora Dorotea, donde dice mi amo que se retrató el paraíso, los olores de la India oriental, donde nacen el clavo y la canela y espira más fino el ámbar que en los mares de la Florida?[v]
[i] Constituyeron un imperio en la India entre los siglos XVI y XIX.
[ii] Se ha puesto en duda el testimonio de Marco Polo en su obra “Il Milione”, cuyo autor sería alguien a su servicio, Rustichello de Pisa, pero sometida a crítica, es posible sacar algunas conclusiones.
[iii] Benefactor de la Universidad de Yale, que por eso se llama así, en Connecticut.
[iv] De origen francés, desarrolló su labor científica en España.
[v] El presente resumen se basa en un trabajo de Don Antonio González Bueno.
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