Obra de Aníbal Carracci |
Según Andreas Prate los primeros avances en la pintura de género se encuentran en los artistas franco-flamencos del siglo XV. Particularmente importantes fueron los temas de las tapicerías hechas a partir de obras de Pieters Aertsen y Willem Beuckelaer a mediados del siglo XVI. Poco después uno de los grandes que se considera el ejemplo máximo del clasicismo en los orígenes del barroco, nos ha dejado una obra que muestra hasta que punto este pintor y grabador se encontraba entre dos estilos: el realismo de las escenas costumbristas y los grandes temas del clasicismo.
Nacido en Bolonia en 1560, tendrá una vida ni corta ni larga para la época, muriendo en Roma cuando aún no había cumplido los cincuenta años. Su Hombre comiendo judías es de entre 1580 y 1590, un óleo sobre lienzo de 57 por 68 cm. que se encuentra en la Galería Colonna de Roma. ¿Que pintor realista de los siglos XIX o XX no suscribiría esta obra? El momento en que un hombre humilde se lleva la cuchara a la boca, quizá sorprendido por algo que ve en la proximidad, con un bodegón sobre la mesa, una ventana a la izquierda que permite imaginar una estancia sencilla, sin lujos...
Antes aún el barroco gustó de estos temas donde las personas están en actitudes cotidianas, las gentes sencillas se dedican a sus labores, se exalta el realismo, se renuncia a la abstracción del gusto clásico. Que Aníbal Carracci sea el autor de unos frescos en el palacio Farnesio de Roma, donde se representa a Baco y Ariadna triunfantes sobre sendos carros, con las anatomías que había puesto de moda Miguel Ángel, los escorzos y contrapostos propios del manierismo y que luego exagerará el barroco, contratasta con la obra de arriba, todo sencillez y realismo. El campesino no aparece nada refinado, come con cierta prisa a tenor de su inclinación sobre el cuenco lleno de judías y la mano izquierda con la que coge un trozo de pan. Los objetos son también sencillos: la jarra y la copa, el pan proyectando sombra sobre la mesa. No ha dado tiempo al hombre de quitarse el sombrero de paja, tal es quizá su voracidad, y los colores pardos y poco brillantes, solo cálidos en el rostro, contrastan con la oscuridad del fondo.
"Lo revolucionario de este cuatro -dice Andreas Prate-, del que existen varios estudios preliminares, es la ausencia consciente de arte en la representación, con lo que adquiere fuerza de convicción".
Antes aún el barroco gustó de estos temas donde las personas están en actitudes cotidianas, las gentes sencillas se dedican a sus labores, se exalta el realismo, se renuncia a la abstracción del gusto clásico. Que Aníbal Carracci sea el autor de unos frescos en el palacio Farnesio de Roma, donde se representa a Baco y Ariadna triunfantes sobre sendos carros, con las anatomías que había puesto de moda Miguel Ángel, los escorzos y contrapostos propios del manierismo y que luego exagerará el barroco, contratasta con la obra de arriba, todo sencillez y realismo. El campesino no aparece nada refinado, come con cierta prisa a tenor de su inclinación sobre el cuenco lleno de judías y la mano izquierda con la que coge un trozo de pan. Los objetos son también sencillos: la jarra y la copa, el pan proyectando sombra sobre la mesa. No ha dado tiempo al hombre de quitarse el sombrero de paja, tal es quizá su voracidad, y los colores pardos y poco brillantes, solo cálidos en el rostro, contrastan con la oscuridad del fondo.
"Lo revolucionario de este cuatro -dice Andreas Prate-, del que existen varios estudios preliminares, es la ausencia consciente de arte en la representación, con lo que adquiere fuerza de convicción".
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