Engels considera que cuando se produjo la gran
revolución social y religiosa en la
Alemania del siglo XVI, la nación se dividió en tres campos:
el católico o reaccionario, el luterano burgués y reformista, y el
revolucionario. Como Alemania estaba dividida en múltiples estados, la
respuesta en este conflicto se produjo de diferentes maneras, siendo así que
los historiadores de la época consideraron que el problema era teológico.
Engels dice que en realidad, el conflicto fue por intereses
materiales, aunque estuviese revestido del signo religioso.
La Edad Media no fue una ruptura con la antigüedad y
un empezar de nuevo, siendo así que mucho de lo medieval lo vemos en siglos posteriores y algo de Renacimiento ya se ve en las ciudades italianas del siglo XIII. La Iglesia obtuvo el monopolio de la instrucción y
todas las ciencias estaban ligadas a la teología; incluso el autor citado
considera que las herejías medievales fueron la respuesta al feudalismo
opresor, como es el caso de los albigenses, Arnarldo de Brescia, que combatió
el poder temporal de la
Iglesia y condujo a la proclamación de una república romana
desterrando al papa. En general la pequeña nobleza se solidarizó con la
herejía, porque en su faceta social servía a sus intereses.
Las herejías, según Engels, pedían la
instauración de la igualdad cristiana para la sociedad entera, y esa igualdad
no solo en cuanto a derechos, sino de las haciendas y de la riqueza. De esta
manera Juan Ball, el predicador de la sublevación de Wat-Tyler[1]
en Inglaterra (1381), explicó la necesidad de acabar con la servidumbre;
Wycliff, por su parte, fue un teólogo que fundó el movimiento de los lolardos,
precursores de la reforma de la
Iglesia, y para todos ellos las fantasías quiliásticas del
cristianismo primitivo ofrecían el punto de referencia oportuno: el ataque
contra la propiedad privada por medio de la organización de la caridad.
Ya en el siglo XVI el mismo Lutero consideró
tan injusta la desigualdad entre los hombres que predicó “atajarla por la
violencia… ¿No castigamos a los ladrones con espada, a los asesinos con
garrote, a los herejes con el fuego? Por qué no los atacamos [al papa, a los
obispos y cardenales] con toda clase de armas y lavamos nuestras manos en su
sangre?”. Algo muy distinto a lo que, cuando los campesinos y plebeyos se
levantaron aprovechando la crítica que Lutero hizo a la Iglesia, dirá: “No quiero
que el Evangelio se imponga por la violencia y vertiendo sangre. El mundo fue
ganado por la palabra, la
Iglesia por la palabra fue instituida y por la palabra
renacerá…”. Cuando Hutten le invitó a él y a Sickingen[2]
al castillo de Ebernburg[3],
que era el centro de la conspiración de la nobleza contra los curas y
príncipes, Lutero ya tenía otra opinión sobre la violencia campesina.
Por tanto –dice Engels- cuando Lutero tiene que
escoger entre la revuelta campesina, sobre todo para librarse de la opresión, y
el apoyo de los caballeros y cierta nobleza, partidaria de sus reformas
religiosas, lo hizo a favor de estos últimos, por eso el autor dice que Lutero
representa la reforma “burguesa”, no la revolución proletaria, criticando la Confesión de Augsburgo donde se expusieron los principios del luateranismo que Engels considera una
componenda tras intrigas y concesiones (1530). Quizá sea que Lutero tenía más de medieval que de renacentista, no sabiendo nada del papel histórico que correspondería las clases burguesas.
La mayoría de las ciudades aceptaron la reforma
luterana y también una parte de los príncipes, en unos casos porque servía a
sus intereses, que consistían en quedarse con los bienes de la Iglesia (estos últimos) y
librarse de los pagos a Roma (las primeras). Pero al mismo tiempo algunas
ciudades se apartaron del movimiento luterano cuando vieron que no era lo
radical –en lo social- que inicialmente parecía, y así mismo los campesinos y
plebeyos, en lo que Engels ve la diferencia entre el Escila de la revolución y
el Caribdis de la restauración, en alusión a los personajes de la mitología
griega. Lutero, según Engels, siguió el modelo no revolucionario, y decepcionados muchos de condición humilde le apedrearon en Orlamünde
(Turingia, al este de Alemania).
De todas formas la insurrección se extendió
rápidamente y en la misma Turingia, donde vivía Lutero, establecieron su
cuartel general los más decididos insurgentes capitaneados por Münzer. Y tal
violencia adquirió la guerra campesina que Lutero llegó a clamar para que se
despedazase a las turbas, “degollarlos y apuñalarlos, en secreto y en público”.
A tal punto Lutero había sido cogido en medio de una guerra social cuando él
solo había pretendido una reforma religiosa –radical, eso sí- de la Iglesia y de la teología.
(Fuente: “La guerra de los campesinos en
Alemania”).
[1] Ball
fue sacerdote, pero Tyler era hijo de un tejedor, sin que se sepa gran cosa
sobre él salvo el protagonismo que tuvo en las revueltas campesinas en el
sudeste de Inglaterra.
[2] Hutten fue un caballero y humanista
alemán, y Sickingen fue otro caballero que luchó a favor de la secularización de
los bienes del clero.
[3] Al oeste de Alemania.
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