José María Ramos Santos[i] ha
publicado un interesante trabajo sobre lo que la Edad Media legó a la Moderna,
en cuanto a los montes como elemento indispensable del paisaje agrario.
El autor se refiere a los montes de tres provincias españolas actuales, Ávila,
Salamanca y Valladolid, una superficie de unos 650 km2 repartidos por 18
términos municipales. La expansión de la agricultura y la ganadería obligaron a
los municipios a reglamentar el aprovechamiento de los montes, pues su
explotación presenta una casuística extraordinaria.
Las Ordenanzas que se
aprobaron reflejan la valoración del monte por las comunidades campesinas, pero
también la complejidad de las relaciones sociales durante la Edad Moderna. Los
conflictos a causa de los montes enfrentan a personas, grupos y municipios
entre sí, estudiando Ramos Santos las Ordenanzas de Madrigal de las Altas
Torres y de Tordesillas contra la tendencia a la disminución de los
aprovechamientos en los montes.
En 1663 –dice el autor
citado- se planteó un pleito entre vecinos de la villa de Horcajo de las Torres[ii] y
la de Madrigal sobre las penas impuestas a los ganaderos de la primera, que
entraban con sus ganados en los montes de la segunda, pero este conflicto tiene
su origen en diferencias que se remontan al menos al siglo XIV, cuando tuvo que
pactarse una concordia para el aprovechamiento de los pastos. En efecto, solían
darse incursiones de unos vecinos en los montes de otros pueblos para cortar
leña de encina o pino, por lo que se dictaron unas Ordenanzas Antiguas de
Montes a finales del siglo XIV, y otras en 1532.
Comparando estas dos
Ordenanzas se observa la existencia de un monte mixto en los territorios
estudiados, donde la encina y dos especies de pinos (resinero y piñonero) son
dominantes. Había también dehesas donde los animales porcinos aprovechaban las
bellotas, y otros terrenos, grandes extensiones de pastizales. Del pinar se aprovechaban
la piña, la resina y la madera, y era posible el aprovechamiento de esta en
turnos de 25 a 30 años, pero hubo casos de fraude, como revelan los
investigadores.
Los matorrales de la
zona estudiada son diversos tipos de retamas[iii]
y el tomillo, consecuencia de las alteraciones producidas en el monte y su
degradación, lo que resulta inevitable por la sobreexplotación ganadera y la
corta continuada de leña. En las Ordenanzas del siglo XIV no se mencionan
aquellos matorrales, mientras que sí figura el royuelo, que estaba protegido y
prohibida su corta, aunque seguramente había sido extendido artificialmente por
el interés económico que ofrecía, pues de él se obtenía un tinte rojizo para la
industria textil.
De todas formas hubo
una integración en la economía rural de estas dos plantas, el tomillo y la
retama, pues en 1532 se penalizó la corta de ambas con el objeto de evitar su
desaparición, aprovechándose para consumo en los hogares (tomillo), como
combustible (retama), para la fabricación de colorantes a partir de las flores
o como pasto para el ganado. El pastoreo abusivo en el monte es consecuencia de
la importancia de la cabaña ganadera. En 1532 se establecieron dos cambios
importantes: la prohibición de la entrada de ganado cabrío en el monte y la
supresión del límite de 50 cabezas a partir del cual se pagaba una multa, lo que
benefició a los grandes propietarios de ganado lanar, mientras que durante el
reinado de Isabel I se procedió a una privatización de ciertos aprovechamientos
en los bienes comunales, todo lo contrario de lo que había ocurrido durante la
Edad Media, cuando los más humildes habían tenido libre acceso a los bienes de
propios y comunales. Las cortas fraudulentas de leña constituyeron otra de las
causas del deterioro del monte, y así se va creando un monte abierto en el que
se extendieron plantas arbustivas como la retama y el tomillo.
En el siglo XVI hubo un
intento por parte de la monarquía en extender las superficies forestales, justo
cuando se da una lucha entre el interés de los concejos en acrecentar su poder
y el de los poderes centrales por el suyo. En 1518 el rey envía a las ciudades
y villas de la Corona de Castilla una provisión para el aumento y mejora de los
plantíos, en lo que se ve una alarma ante la deforestación del reino, y esto llevó a un aumento de la superficie forestal plantándose pinares en dos grandes
zonas del área estudiada por nuestro autor: la Vega, y a lo largo del camino
que va junto al río Zapardiel[iv]
hacia Foncastín[v],
Zofraguilla[vi] y
Torrecida del Valle[vii],
en el límite con Medina del Campo. La preocupación por los montes va pareja a
la de frenar la expansión del ganado, por eso la entrada de vacunos y porcinos
se penalizaba con una multa, y con otras la de ganado lanar.
Pero a pesar de las
Ordenanzas y de las sanciones a quienes abusasen de los aprovechamientos de los montes más
allá de lo permitido, los asaltos a los montes fueron una constante durante
toda la Edad Moderna, prueba de la utilidad que representaban para las
economías campesinas, siendo muy difícil ponerles freno. No resultó infrecuente
que fuesen los propios vecinos de un municipio los más interesados en la
realización de “rompimientos” en el monte con el fin de cultivar las tierras:
son los montes entradizos, los espacios más cercanos a la villa o mejor
comunicados con ella. De hecho, el cultivo planificado del monte durante
algunos años seguidos, dejando árboles estratégicamente dispuestos entre las
tierras de cultivo, fue un recurso habitual para incrementar la producción de cereal,
pero que también revertía en una mejora de la tierra cuando, pasado un tiempo,
volvía a destinarse a forestal.
[i]
“Ordenanzas de montes y conflictividad social en la Corona de Castilla: de la
Baja Edad Media a la Edad Moderna”.
[ii] En el
extremo norte de la actual provincia de Ávila.
[iii] Negra
o de escobas, de tallo largo, con los tallos muy apretados, etc.
[iv] Nace en
la sierra de Ávila y va en dirección a Medina del Campo, desembocando en el
Duero. En su curso alto salva una gran pendiente.
[v] En el
suroeste de la provincia de Valladolid.
[vi] Cerca
de Tordesillas.
[vii] En el
suroeste de la provincia de Valladolid.
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