Los campesinos en Rusia y los territorios a ella sometidos han protagonizado una historia social que se aparta de la actitud pasiva con la que se les trata en algunos relatos históricos. Ya en el siglo XVIII se produjo uno de estos levantamientos campesinos contra la intención centralizadora y opresora de las autoridades rusas. En 1735 el levantamiento estuvo protagonizado por los cosacos, guerreros al margen del estado que desde la Edad Media dirigieron enfrentamientos en Ucrania y Rusia.
En 1773 se produjo otra revuelta campesina que puso de manifiesto el descontento de buena parte de la población ante la situación de servidumbre que padecía. Los siervos de la gleba estaban atados a la tierra y pasaban de un señor a otro cuando la heredad cambiaba de manos, pero la situación de otros muchos campesinos no difería mucho aunque jurídicamente sí lo pareciese. Muchos campesinos estaban organizados en "mir", es decir, en unidades fiscales que respondían colectivamente. Obviamente había campesinos que eran dueños de tierra en mayor o menos medida, con lo que la situación era muy diversa, pero esta diversidad se daba también en cuanto a rendimientos, además de que las técnicas eran muy atrasadas y el campesinado no disponía de capital para mejorar las explotaciones.
Así pues en las zonas esteparias, en las de climas benignos, en las zonas siberianas y en las proximidades de los Urales, en el oeste, en Ucracia y en regiones diversas de Rusia el objetivo último del campesino era librarse de la opresión de los señores, de la Iglesia y del Estado (pues había siervos del Estado) y disponer de la propiedad de la tierra, sobre todo entre los millones que no eran propietarios. La liberación de los siervos a partir de 1861, por obra de zar Alejandro II, no mejoró casi en nada la situación de los campesinos, sometidos a las inclemencias del tiempo, a la pobreza y las exacciones del Estado.
Cuando se produjo la revolución rusa de 1917 el campesinado aprovechó el desconcierto de los gobiernos provisionales anteriores a octubre de dicho año y se apropió de tierras que hasta ese momento estaban ocupadas por los nobles y la Iglesia. El Estado dejó hacer de forma que cuando los bolcheviques se hicieron dueños de la situación política -con la guerra civil de por medio- una de las primeras medidas fue consagrar lo que los campesinos ya habían hecho, repartir la tierra. Las formas fueron esencialmente dos: o que las aldeas comunitariamente administrasen las propiedades o que cada campesino hiciese lo propio con la que se había apropiado. De todas formas, la necesidad de abastecer al ejército y a las ciudades obligó a los bolcheviques a requisas de grano, lo que había ocurrido ya con anterioridad.
El gobierno comunista establecido desde octubre-noviembre de 1917 era partidario de la colectivización de la tierra, más bien de la estatalización, de forma que los campesinos pasasen a ser empleados del Estado en sus diversos grados. Sin embargo por un momento los comunistas y los soviets más apegados a ellos dejaron que los campesinos viviesen el espejismo de la propiedad. En realidad el campesinado ruso, ucraniano y de otras nacionalidades se sumó a la revolución -cuando se sumó- por lo que de ventaja representaba para él. Había casos en los que grupos de campesinos estaban imbuidos de las ideas socialistas y más concretamente anarquistas, como en Ucrania. Las ocupaciones de tierras en época revolucionaria fueron una reedicición de los antiguos "bunts" que habían protagonizado los campesinos siglos atrás.
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