jueves, 4 de julio de 2013

El Tenebrario


Entre los siglos XV y XVI existió en Córdoba un inquisidor tan cumplidor de su obligación que, en un solo auto de fe, llegó a quemar ciento siete personas. Así se le puso el nombre de el Tenebrario, cuando el suyo era Diego Rodríguez Lucero. En aquellos momentos la Inquisición quemaba a todo el que se le ponía por delante. Procesado fue el arzobispo de Granada y antes obispo de Ávila, Hernando de Talavera, ejemplo de como integrar a los moriscos entre la mayoría cristiana. 

La Inquisición no trataba por igual a unos individuos que a otros, sino que los diferenciaba según su influencia, rango o riqueza; pero ello no solo en la práctica sino "de iure". Si las respuestas del reo no eran satisfactorias a juicio de los inquisidores, estos podían darle tormento: potro, garrocha o toca. Juan A. Llorente afirma que, en su época, ya no se aplicaba de hecho. En los siglos XV y XVI, en época del Tenebrario, parece que se aplicó solo en un 10%, pero el derecho procesal de la época lo contemplaba.

El reo no conocía quien le había denunciado cuando no era de oficio y si el reo presentaba testigos en su favor, la lista de estos la consustaba el tribunal consintiendo a unos y excluyendo a otros. El proceder de la Inquisición se endureció al descubrirse focos de protestantes en Sevilla y Valladolid, pero esto fue posterior a la época en que vivió el Tenebrario, pues murió en 1508, alargándose algunos procesos durante años, el caso era justificar la existencia del alto tribunal. 

En carta de Pulgar al cardenal Mendoza se dice (aludiendo a lo deteriorado de la religiosidad de la época) que los cristianos viejos eran "tan malos cristianos como eran los nuevos buenos judíos"; es decir, que judaizaban aunque se hubiesen bautizado. Al parecer el pueblo recibió con agrado a la Inquisición, lo que influiría en la crueldad del Tenebrario, el cual cometió tantas arbitrariedades y abusos (y no fue el único) que fueron los mismos obispos los que salieron en defensa de los oprimidos, pero esto una vez que el Tenebrario ya había hecho de las suyas.

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