lunes, 29 de octubre de 2018

No humanos pero erguidos como nosotros

Lago Turkana

El lago Turkana se extiende, de norte a sur, en el noroeste de Kenia, hundido entre macizos montañosos muy irregulares. Allí, hace algo más de cuatro millones de años, vivían unos seres no humanos que los paleontólogos han llamado anamensis, unos australopithecus que tenían un cerebro muy pequeño, por lo que no habían podido desarrollar una inteligencia como la de los humanos, y que andaban erguidos sobre los dos pies, pues un fémur y una fragmento de tibia encontrados así lo demuestran. Como en la lengua local “anam” significa lago, de ahí que los paleontólogos que descubrieron los fósiles de esta especie, llamasen anamensis a los australopithecus más antiguos conocidos hasta ahora.

También en el centro de Etiopía, en el valle de Anwash, se han econtrado fósiles de anamensis, entre los que están dientes que demuestran que estos seres podían alimentarse de productos más o menos duros. El medio ambiente en que vivieron los anamensis era menos seco que en la actualidad, con árboles y otra vegetación, siendo los anamensis varones mucho más corpulentos (dentro de su pequeñez en comparación con los seres humanos) que las hembras.

Estos anamensis, como ha ocurrido con los seres humanos y otras especies, fueron evolucionando en su aspecto hasta conformarse otro ser que los paleontólogos distinguen: el afarensis, que ya se ha extinguido y que vivió a lo largo del cuarto milenio antes de nuestra época en varias regiones a lo largo del este de África. Al norte de Etiopía, en Hadar, a orillas del río Awash se han encontrado fósiles de esta especie. En 1974 varios investigadores descubrieron el fósil más completo de afarensis, al que dieron el nombre de “Lucy”: una mujer de unos veinte años de edad de la que se conservan varias partes del cráneo, parte también de la columna vertebral, varias costillas, varias partes de los brazos, una parte de la pelvis, uno de los fémures y otros huesos de la pierna derecha.

El nombre de los afarensis tampoco es arbitrario, pues lo paleontólogos y arqueólogos decidieron dárselo por encontrarse “Lucy” donde vive la agrupación de los afar actuales que, lógicamente, son humanos.

Imaginemos, por lo tanto, a unos seres pequeños, que caminaban erguidos y que tenían un cráneo en el que cabía menos de medio litro de agua si lo vaciásemos por completo. Además, contrariamente a los humanos, su tronco se estrechaba en la parte superior en relación a la inferior y tenían mucho más vello en el cuerpo que los humanos. Su rostro era bastante distinto al nuestro, pues las mandíbulas sobresalían hacia adelante y la frente quedaba retrasada. En la parte superior del cráneo tenían crestas sagitales, que se extendían hasta la nuca. Por las pelvis encontradas sabemos que el parto de las mujeres se hacían por un canal más pequeño que el de las humanas posteriores, pero ello no era obstáculo, porque las crías tenían un cráneo muy pequeño.

Los huesos de las manos y de los pies se encontraban curvados hacia dentro, lo que permitía a anamensis y afarensis (estos evolución de los anteriores) agarrarse a las ramas de los árboles como vemos que hacen los monos, aunque al caminar erguidos sin dificultad, lo que no ocurre con los monos, esa facultad prénsil sería empleada solo ocasionalmente.

Es decir, en el este de África, entre otras especies animales, nos encontramos con los anamensis y afarensis, con una antigüedad mayor de los primeros (los fósiles más antiguos se han datado en 4,2 millones de años) hasta la extinción de los segundos, seguramente por no poder competir con otras especies, incluidos otros australopithecus como los bahrelghazali, si bien los fósiles de este ser han sido encontrados bastante más lejos, en el norte de Chad, dándosele este nombre por el valle donde aparecieron dichos fósiles (Bahr el Ghazal).
                                                                                                                                       

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