Una calle de Marrakech
Es curioso que en la
actualidad algunos regímenes religiosos musulmanes obliquen a las mujeres a
llevar el rostro tapado, cuando en plena Edad Media, por lo menos en los siglos
XI y XII, las mujeres almorávides lo llevaban desvelado, mientras que eran los
hombres los que lo ocultaban, o al menos esto nos dicen las fuentes almohades.
Nevill Barbour[i]
habla de guerra psicológica de los almohades cuando pretendieron sustituir a
los almorávides en el control de al-Andalus. A lo largo de la historia se
observa que una comunidad se abre camino con pretensiones de reforma y
rigorismo para, pasado cierto tiempo, relajar sus costumbres y venir otra
comunidad que pretende hacer lo mismo. Lo vemos en los monjes cistercienses,
que quisieron corregir la pompa en la que a su parecer habían caído los
cluniacenses, y sin embargo uno de aquellos, Bernardo de Claraval, vino a
censurar los trabajos que se hacían en los capiteles románicos de los
monasterios benedictinos en el siglo XII, considerando que distraían de lo
verdaderamente importante, que era la oración a Dios.
Como es sabido, los
reinos de taifas que se formaron en el siglo XI en al-Andalus fueron un ejemplo
absoluto de inestabilidad política y conflictividad, pero las diversas cortes,
por modestas que fuesen, pretendieron alentar una actividad cultural que ha
sido valorada muy positivamente. Estos reinos de taifas, cuando se veían
arrinconados por un enemigo superior, no tenían inconveniente en recurrir a una
autoridad cristiana para que les sacase del apuro, aunque ello significase el
pago de costosas parias. Cuando a finales del siglo citado el avance cristiano
llevó a la conquista de Toledo por el rey castellano-leonés, algunos de los
régulos de taifas pidieron auxilio al emir almorávide, que se había extendido con
mucho éxito por el noroeste de África.
Yüsuf b. Tasufin, el
emir almorávide, una vez que venció a los cristianos en Sagrajas (al nordeste
de la ciudad de Badajoz) en 1086, regresó al corazón de su imperio en África,
pero dos años después, probablemente tras haber sido aconsejado, vio que era
posible conquistar aquellos reinos de al-Andalus donde el desorden, las
traiciones y la relajación de las costumbres eran la norma. Al-Ghazali (el
Algacel de las crónicas cristianas) justificó la intervención almorávide en
al-Andalus, pues su condición de teólogo y jurista –entre otros saberes- le
otorgaba autoridad para leigimar una acción u otra.
Muhammad b. Tumart, el
fundador de la corriente almohade en el islam, así como el primero en impulsar
su propio imperio norteafricano a costa de los almorávides, se dio a conocer
públicamente cuando denunció que las mujeres de esta corriente religiosa
llevaban el rostro desvelado. Igualmente siguieron haciéndolo sus seguidores
cuando dieron el salto a al-Andalus a mediados del siglo XII. Es muy probable
que los almorávides, al contacto con los reinos de taifas, se hubieran ido
relajando en el período de algo más de medio siglo en que los dominaron.
Es curioso que mientras
los almorávides habían obtenido una fatua
de la autoridad religiosa correspondiente para letigimar la guerra en
al-Andalus, los almohades no la consideraron necesaria, y basaron su
intervención en la fuerza militar que por entonces demostraban. Como el uso del
velo no era una cuestión teológica, sino meramente ritual, hubo disputas sobre
si llevarlo o no, pero lo cierto es que ambos grupos siguieron caminos
divergentes en esta materia. Algunas fuentes hablan de
Muhammad b. Tumart como misógino, no interesado en las mujeres, y podría ser
que esto le hubiese llevado a ese rigor contra las reuniones públicas de
hombres y mujeres. En Tremecén –dice Nevill Barbour- interrumpió con violencia
un cortejo nupcial y obligó a la esposa a bajar de su silla. En otra ocasión
mandó construir una canalización para que los hombres no hicieran sus
abluciones al lado del pozo donde iban las mujeres a por agua.
De las varias doctrinas
jurídicas musulmanas, la malikí es la que arraigó desde época omeya en
al-Amdalus y así continuó siendo, pero los almohades no estaban de acuerdo con
el malikismo, quizá porque este pretendía unificar las diferentes concepciones
jurídicas del islam, y esto ya desde un primer momento[ii].
Cuando los andalusíes consideraron que el gobierno de los almorávides era
catastrófico, decidieron sublevarse y pactar con los cristianos, esperando así
poder salvar al-Andalus. Veinte años antes también se habían producido
protestas, pero en este último caso no para discutir el dominio almorávide. Mientras tanto, ya en 1130 los
almohades habían vencido a los almorávides en las proximidades de Marrakech.
El tema del malikismo no parece estar en el centro del problema, sino en el expansionismo almohade como antes el expansionismo almorávide. Dice Barbour que la renovada y tajante prohibición del uso del vino [por parte de los almorávides] quizá fuera debida a las acusaciones de los almohades, pero esto solo cuando aquellos se veían en dificultades para mantener sus conquistas en al-Andalus, pretendiendo con ello que no se vieran tantas diferencias con los que se presentaban como renovadores y salvadores de los andalusíes. Por su parte, apoyando al malikismo, los almorávides se congraciaban con la tradición religiosa y jurídica de los andalusíes, pero ya era tarde: el momento de los almohades en al-Andalus había llegado, y solo por la fuerza de las armas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario