Durante el siglo XVIII y antes -dice Otero Pedrayo- los hidalgos empobrecidos pedían a foro a los conventos tierras donadas por los antepasados, para ellos subaforarlas a los campesinos en condiciones y trato tiránicos, mientras que en el siglo XIX operaron en las desamortizaciones como recobrando bienes de sus familias, aunque en este caso no podrían ser del todo pobres. En realidad casi no hubo paroquia ni jurisdicción sin su hidalguía, es decir, sin sus clases ociosas y parásitas.
Desde el punto de vista comercial, Galicia fue colonizada por inmigrantes de Tierra de Campos, Cameros, Maragatería, Sanabria, Zamora y, menos, Asturias. En las Mariñas la colonización fue levantina y catalana. Ello no es óbice para considerar que hubo también economistas prácticos, directores de plantaciones, mejoradores de caminos y cultivos, como el marqués de Viance que, enamorado del trabajo de las ferrerías gallegas, quiso establecer una fábrica "particular" de cañones; o los empeñados en hacer navegable el Miño, como el canónigo Sánchez (1).
En otro orden de cosas el padre Seguín dice (de forma distinta a como lo hacen los fisiócratas) que la piedad y la religiosidad conceden en Galicia a la Iglesia la mayor y más rica y escogida porción de su suelo, ya que, de las nueve partes de él, siete corresponden al estado eclesiástico. El canónigo Sánchez calcula en 220.000 los labradores de Galicia (2). Murguía señala, para comienzos del siglo XVIII, una disminución de la población urbana a pesar del crecimiento de riqueza, disminución no compensada en la segunda mitad del siglo. El mismo autor señala la razón en la emigración a las Indias, y Meijide Pardo habla de la emigración dentro de la península (3). Murguía también habla del aumento de hidalgos que se iban a vivir a los pazos, lo que fue una preocupación de los economistas gallegos por el absentismo que representaba. Para este autor el problema esencial de Galicia era la tierra (4), mientras que Otero Pedrayo se refiere a la aldea gallega en los siguientes términos: "semella estática e cristaizada. De certo, logo dirixe as novidás. Cóceas no seu podente estómago...". El mismo Otero habla de la vila como la entidad de población sede o centro de justicia y cobranza de tributos, centro comercial y ferial.
La villa es vista, pues, por el campesino, como el lugar desde el que se piensa en las exacciones que sufre, en la justicia que le persigue o no le atiende, pero también en el lugar donde puede vender de vez en cuando sus excedentes. Un centro urbanizado en grado mínimo, sobre todo si lo comparamos con las villas y pequeñas ciudades posteriores, en comparación con las diseminadas aldeas que solo en el oriente gallego se encuentran algo más concentradas.
Por su parte Feijoo dice: "yo, a la verdad, solo puedo hablar con perfecto conocimiento de lo que pasa en Galicia, Asturias y montañas de León. En estas tierras no hay gente más hambrienta, ni más desabrigada que los labradores... La habitación está igualmente rota que el vestido... contemple cualquiera si no es vida más penosa la de los mismos labradores que la de los delincuentes que la Justicia pone en las Galeras" (5). Ante esto se han constatado muchos ejemplos de rebeldía del campesinado a la mínima ocasión, pero también muchos padecimientos asumidos como algo natural, venido por un sino inexcrutable pero cierto.
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(1) "Representación al inmortal Rey Don Carlos III sobre la navegación del Miño". El autor murió en 1807.
(2) "Memoria de Filántropo sobre los curtidos", 1782.
(3) Tomo 41 de las "Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España", 1787-1800; vol. 4º (hay otros cuatro tomos que se dedican a Galicia).
(4) "Estudios sobre la propiedad territorial en Galicia. El foro. Sus orígenes, su historia, sus condiciones" (memoria premiada en el certamen literario de Pontevedra del 18 de agosto de 1882).
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