María José Vilar[1]
ha publicado un estudio sobre la polémica suscitada en el mundo católico cuando
el papa Pío IX quiso establecer el dogma de que la virgen María, madre de
Jesús, fundador del cristianismo, lo había concebido sin participación de
varón, es decir, era inmaculada. Tamaña monstruosidad levantó oposición en
varios países europeos y entre teólogos que no estaban dispuestos a comulgar
con ruedas de molino. Pero el papa aprovechó que estaba en horas bajas (iba a
perder su poder temporal a manos del reino de Italia) y se empeñó en demostrar
que lo que él imponía iba a misa, como dieciséis años después impuso también en
el Concilio Vaticano I que el papa es infalible en determinados casos, otra monstruosidad
a la luz de la razón.
Dice la autora citada que lo de considerar a la
virgen María inmaculada había arraigado en España desde el siglo XVII, pero
todavía no era dogma y en el país citado la opinión a favor era casi unánime,
hasta el punto de que el propio rey Felipe IV solicitó reiteradamente dicha
declaración dogmática pero sin éxito. Los papas, entonces, eran menos osados que Pío IX.
Entre ciertos grupos intelectuales hubo
oposición a la declaración dogmática de la virgen María como inmaculada, que si
es madre de Jesús, evidentemente no era virgen. El caso de que en España la
opinión a favor del “inmaculismo” sea más aceptada se debe a que era un país
uniformemente católico, no obstante existir musulmanes y judíos, aunque
perseguidos. Como los jesuitas tuvieron su importancia, la afirmación de la
virgen María contra el protestantismo también cobró su importancia. Entre los
opositores a la declaración dogmática estaban los que consideraban que era
introducir otro motivo de polémica innecesario, además de que era de todo punto
imposible su demostración. Parece que la “aparición” de la virgen María a
Catalina Labouré en 1830, también animó a los “inmaculistas”.
Desde 1840 se lanzan unos y otros a favor y en
contra de si la virgen María fue inmaculada o no. Cincuenta y un obispos
franceses solicitaron que sí pero en Alemania se pidió lo contrario. Poco después se publicó un alegato favorable debido al jesuita
Gionvanni Perrone con unos peregrinos argumentos. El papa Pío IX, en 1848,
designó una comisión de veinte teólogos para que dictaminasen, pero la máxima
autoridad de la Iglesia
ya estaba decidida a declarar dogma el “inmaculismo” de la virgen María. Incluso
de seiscientas consultas, quinientas cuarenta fueron favorables a las
pretensiones papales, pero las que no, correspondían a prestigiosos obispos
generalmente de cultura anglo-germánica. En España, a favor del “inmaculismo”
estuvo la misma reina Isabel II, que según la pequeña historia no tenía nada de
inmaculada.
Entonces es cuando aparece publicado un folleto
de unos quince folios con el título “Imposturas del pontífice rey y de su
satánica curia”, claramente anticlerical, protestante y obra de Tomás Beltrán
Soler, perteneciente a la masonería que, partiendo del partido progresista se
había pasado al demócrata, habiendo sufrido varios exilios, uno de ellos en
Argelia. Su intención era combatir la autoridad del papa y denunciar la deriva
autoritaria de Pío IX, cuando había sido liberal en su juventud y
colaboracionista con los ocupantes franceses medio siglo atrás; incluso Mastai
(Pío IX) habia sido masón.
“¿Cómo es posible –dice Tomás Beltrán en su
publicación- que en un negocio que tanto interesa a María el Santo Espíritu se
hubiese mantenido mudo hasta el siglo XIX?... ¿Por qué Pío IX declaró la Concepción inmaculada
de María, después de haber declarado in
cathedra lo contrario León, llamado el Grande, en sus Sermones 2, 4 y 5 de la Navidad de Jesucristo,
hablando clara y definitivamente del pecado original contraído por María?
¿Negaremos en obsequio –continúa-… la infalibilidad del papa Inocencio I, a
Zósimo y a Bonifacio[2],
quienes en sus cartas dogmáticas a los Pelagianos expresan clara y distintamente
que María no estuvo exenta del pecado original?”.
[1] “Un libelo español anti-inmaculista
de 1859. ‘Las Imposturas del Pontífice Rey’ de Tomás Beltrán Soler.
[2] Inocencio fue papa a principios del s. V,
seguido de Zósimo e igualmente hubo varios papas con el nombre de Bonifacio, en
lo que demuestra el autor que tenía conocimientos teológicos y eclesiológicos,
probablemente adquiridos en una Iglesia protestante gibraltareña, donde estuvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario