Pantano de Cazalegas (Toledo) |
Nacido en 1895 en Cazalegas (Toledo) era el
decimotercer hijo de una familia numerosísima. Cazalegas esta cerca de la
sierra de San Vicente y de Talavera de la Reina, teniendo a finales del siglo XIX muy pocos
vecinos.
Encaminado a la carrera eclesiástica, estudió
en Toledo y fue destinado, en 1918, al pueblo de Centenera, provincia de
Guadalajara, cruzada la población por el pequeño río Matayegüas. Allí fundó un
sindicato católico agrario de acuerdo con la política que había emprendido la Iglesia desde el
pontificado de León XIII, y que siguieron algunos de los obispos toledanos,
particularmente Guisasola. Se empeñó en ayudar a los campesinos sin tierra
contra los caciques y propietarios, que se opusieron a la labor social de Régulo
Martínez.
Publicista republicano, ya en Madrid, de donde
no quiso salir para un nuevo destino a pesar de la orden del nuevo obispo,
cardenal Segura, se afilió al partido de Azaña, e incluso Gregorio Marañón
contó con él y lo inscribió en la
Agrupación de Intelectuales al Servicio de la República.
Con el levantamiento militar de 1936 fue
partidario de que se entregaran armas al pueblo y propuso –consiguiendo que se
llevase a cabo- la formación de Tribunales Populares para juzgar los casos de
abusos por parte de republicanos contra la población conservadora. En Madrid
participó en la movilización de la población para que la capital se defendiese
de la embestida militar, pero se opuso al auge de los comunistas desde el
momento en que se convirtieron el cauce para que la República recibiese
ayuda de la Unión Soviética.
En 1939, convencido de que la guerra estaba
perdida para la República,
por indicación del coronel Casado, con el que colaboró, viajó a París para
pedir ayuda. Allí se enteró de que Azaña acababa de dimitir como Presidente de la República siendo
sustituido por Martínez Barrio. Regresó a Madrid dos días antes de que acabase
la guerra, siendo entonces detenido por las nuevas autoridades. Condenado a
muerte, pasó a la cárcel de las Comendadoras y luego a la de Porlier.
En 1941 le fue conmutada la pena y fue
encarcelado en el castillo de Cuéllar y de allí a Carmona; más tarde a Alfaro y
luego a Daroca. En 1944 fue puesto en libertad, sin duda por su condición de
sacerdote, a la que nunca renunció, empezando una activa oposición al régimen
del general Franco: con ugetistas y cenetistas participó en la Alianza Nacional de Fuerzas
Democráticas, a la que más tarde se unieron los comunistas. Esta Alianza se
puso en contacto con la oposición monárquica e incluso con militares como
Aranda y Beigbeder.
De nuevo detenido en 1944, fue encarcelado en
Guadalajara y luego en Talavera de la
Reina, hasta el año 1949 en que fue puesto en libertad
condicional. No por ello dejó su labor de oposición al franquismo. En 1958 se
creó Acción Republicana Democrática Española, donde se incluyó el sacerdote.
Con el concilio Vaticano II se entusiasmó, simpatizando con los papas Juan
XXIII y Pablo VI, y como se podía pensar que el final del régimen franquista
estaba cerca en torno a 1970, incluso publicó dos libros: “Republicanos en el
exilio, 1976 y “Republicanos de catacumbas”, escrito en 1977. El primero tuvo
que ser escrito en vida de Franco.
Régulo Martínez, que tuvo una larga vida, pudo
ver el comienzo de la transición a la democracia española, falleciendo en 1986.
Su testimonio ha sido aprovechado por Miguel Ángel Dionisio Vivas para un
estudio –de entre otros- sobre “la imagen del cura en la segunda República”. De
este trabajo he tomado la información que aquí pongo.
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