La isla de Caprera, a la derecha |
Por el puente Benvenuto Cellini se llega desde La Magdalena a Caprera,
donde el “abanderado de la libertad”, Garibaldi, estuvo preso en dos ocasiones.
Tras las campañas de 1849 por la independencia y unificación de Italia,
desastrosas para los patriotas, Garibaldi huyó a Venecia y allí fue hecho preso
por los franceses, que lo recluyeron en el islote de Caprera, al norte de
Cerdeña.
Casi directamente, se encuentra la casa y la
tumba de Garibaldi y más al norte el Museo Nacional Garibaldi, en el cual se
guardan fondos de las acciones garibaldinas en América y en Italia. Este museo
es consecuencia del aprovechamiento de la fortaleza Arbuticci. Aquí se pueden
ver objetos, gráficos y una biblioteca.
El resto es un conjunto geográfico donde las
alturas casi no existen, su perímetro es sinuoso, formándose golfos y
ensenadas, cabos y entrantes profundos del mar en la tierra. La forma de la
isla, con un poco de imaginación, es la de un personaje que huye
apresuradamente hacia la vecina Magdalena, gesticulando con los brazos y con un
gran espolón en uno de sus pies…
Garibaldi consiguió huir de Caprera para
reiniciar su lucha a favor de una Italia unida y liberal, diríamos que
democrática y republicana, pero en 1867 fue capturado de nuevo por los
franceses en Florencia, que lo enviaron de nuevo a Caprera, donde estaría preso
once años, hasta 1878, cuando ya Italia había conseguido ser un estado
unificado desde 1861.
¿Qué hizo que las nuevas autoridades lo
mantuviesen en Caprera hasta tan tarde, solo cuatro años antes de su muerte? La
monarquía de Víctor Manuel II no querrían a un guerrillero más próximo a las
aspiraciones republicanas, a las aspiraciones del pueblo bajo. El que
protagonizó tantas victorias a favor de los italianos, el que arriesgó tantas
veces su vida, el que sufrió tantas amargas derrotas, no vio reconocidos sus
esfuerzos y su contribución, decisiva, hasta más tarde, cuando ya no pudo saber
como le recuerda el mundo.
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