jueves, 26 de septiembre de 2019

Los otónidas

Interior de la capilla palatina de Aquisgrán

En 936 y tras un fructífero reinado, moría el monarca alemán Enrique I el Pajarero, a quien se definió como “el rey más grande de Europa”[i]. Entonces fue elegido su hijo Otón (por omnis populus Francorum atque Saxonum), que fue consagrado en Aquisgrán. El arzobispo de Maguncia[ii] pronunció la fórmula que le otorgaba toda la potestad sobre el imperio de los francos. El vocablo “franco”, dice Emilio Mitre, indica hasta qué punto el imperio de los otónidas era continuador del de los carolingios, a pesar de que existía un rey de los francos occidentales en ese momento, Luis IV de Ultramar, resultado de la división del imperio carolingio durante el reinado de Luis, sucesor de Carlomagno.

A mediados del siglo X Otón marchó hacia el sur y se coronó rey de Italia, con lo que pretendió imitar a Carlomagno (Rex francorum et langobardorum), pero el papa Agapito II[iii] no le reconoció como emperador. En 952, sin embargo, Otón decretó en una asamblea celebrada en Augsburgo, una paz general que la sociedad de la época identificaba con la necesaria estabilidad de un imperio. Tres años después obtuvo una victoria sobre los magiares, que eran paganos, a orillas del Lech[iv], lo que puso fin a una cíclica pesadilla que había acosado a los dirigentes de occidente durante más de medio siglo.

Otón fue coronado emperador en 962 como reconocimiento a sus méritos sometiendo a “las naciones bárbaras”, confirmando las posesiones otorgadas al papado en tiempo de los carolingios. El monarca se convirtió entonces en defensor de la Santa Sede, poniendo al papado a su servicio. Una idea muy diferente a la del papa Juan XII[v], quien pretendía haber proclamado al emperador para que sirviera a la cristiandad y, sobre todo, a la Iglesia romana. Comenzaba así un conflicto de larga duración entre los dos poderes, pero siendo el del emperador superior en aquel momento, hasta el punto de que Juan XII fue depuesto por Otón, exigiendo además a los romanos que no eligiesen papa sin su consentimiento.

Cabe pensar que no se dan las características para hablar de imperio (romano, sacro y germánico), pero con los otónidas se acentuaron dichas características, en primer lugar que fuese “romano” o, de lo contrario, no sería imperio. Los límites que alcanzaban los dominios de Otón I no coincidían, en efecto, ni con los del imperio de los tiempos clásicos, ni tan siquiera con los del carolingio, pues la Francia occidental escapaba a su control. Una circunstancia que no sería obstáculo para que Widukindo de Corvey[vi] en su “Historia saxonicorum”, redactada como propaganda de la dinastía otónida, considerase emperador a Otón, lo que no es coincidente con otros autores de la época. El monje Richer[vii], en torno a 970, no consideraba a Otón más que “rey de Germania e Italia” (claro que el padre del monje había sido servidor de Luis IV de Ultramar). A su sucesor, Otón II, Lotario le reconoce “gallorum rex" y para otro monje, Raul Glaber[viii], los primeros monarcas del Sacro Imperio, los otónidas, eran “duces” o “Reges Saxonum” además de “Imperatores Romanorum”.

La relación de fuerzas entre el mundo latino-germánico y el griego no era la de tiempo atrás. En el año 800 el gobierno de Constantinopla estaba en manos de una mujer, Irene, y los mentores del imperio Carolingio podían jugar con una suerte de vacío de poder. Se defendía que la debilidad del sexo femenino y la versatilidad de su corazón, no permitían a una mujer ejercer la autoridad suprema. Pero con los primeros otónidas, los emperadores bizantinos se encontraban en un proceso de recuperación política que les llevó a la ofensiva en los Balcanes, en las costas de Cilicia y en las islas del Mediterráneo oriental, buenos avales para presumir de un monopolio de romanidad. Es significativo –dice Mitre- el hecho de que en 968 al embajador de Otón I, Luitprando de Cremona, se le dijera en la corte de Constantinopla: “No eres romano sino longobardo”.

El imperio de los otónidas era “sacro” porque administraba también el ámbito de lo trascendente. En ello jugaban viejas tradiciones desde finales del siglo VI, en que el monarca empieza a titularse “Rex Dei gratia”, fórmula que se hace general en el siglo VIII. Ya con Pipino el Breve se dio la costumbre de ungir a los monarcas, algo que reforzaba su carácter semisacerdotal  -rex et sacerdos-; los monarcas eran vicarios de Dios según la fórmula de Eusebio de Cesarea[ix] convertida en doctrina desde el siglo IX.

El imperio otónida adquirió su dimensión religiosa desde un primer momento: el emperador es un elegido por Dios y así se quiere ver cuando vence a los paganos magiares. Al poco de su coronación, Otón I recibió el poder para crear nuevos obispados donde lo considerara.

El Imperio se convierte en un reino de obispos, elegidos en la práctica mediante la presentación de un candidato de acuerdo con el monarca. Los bienes y derechos que correspondían a los obispos y abadías dependían del rey, que ejercía sobre ellos un “dominium”, lo que implicaba que pudiera detraer parte de esa fortuna para entregarla a otros. El alto clero, por su parte, desempeñó un importante papel en la política; en Sajonia los monasterios de Corvey (con Widukindo) o Gandersheim (con la monja Roswita) se vieron especialmente favorecidos, así como el de Fulda, en Franconia, o los de Saint-Gall o Reichenau en Suabia. En conjunto, abades y obispos constituyeron la fuerza decisiva a la hora de articular territorialmente el imperio otónida; por ejemplo, Bruno, hermano de Otón I, fue canciller, arzobispo de Colonia y pacificador del ducado de Lorena, al que integró en la órbita germana. La Iglesia se “secularizó”: otro hijo del emperador, Guillermo, fue metropolitano de Maguncia; su hija Matilde, abadesa de Quedlinburg; mientras que otros parientes fueron situados en las sedes de Tréveris, Wurzburgo o Verdún.

También tuvieron importancia ciertas fundaciones en el oriente germano. Con Enrique el Pajarero fueron sometidas las tribus de los estodoranos y hobolanos; se levantaron las fortalezas de Brandeburgo (928) y Meissen (929), desde la que se controlará a los sorbios. Bajo Otón I se fundó la metrópoli de Magdeburgo, contrapeso de la prestigiosa Maguncia y residencia favorita del monarca. En 973, con Otón II, se fundó la diócesis de Praga, a cuyo frente se puso a un miembro de la nobleza bohemia, Adalberto.

La rebelión de los obroditas y velitios en 983, aprovechando un descalabro sufrido por el monarca en Italia (*), frenó los proyectos de expansión otoniana en la tierra eslava báltica; entonces, los monarcas cambiaron su política de misión por la de conquista. Las tribus eslavas rebeldes fueron consideradas relapsas ya que, habiendo conocido la fe, habían renegado de ella. Bajo Otón III la política de fundaciones dará un importante paso. Pero volvamos atrás.

La tradición habla de que Otón I fue aclamado emperador por sus soldados en el campo de batalla de Lechfeld[x] en 952, de forma similar a como lo fue su padre Enrique tras su victoria en Riade[xi] en 933. Estos dos pertenecen a esa raza de guerreros que dominan otros pueblos; por su parte, Otón III, en su alocución de 1001 para calmar a los romanos levantados contra su autoridad, utilizará el término “theutonici” para designar la conciencia colectiva bajo la que vivían los cinco grandes ducados de Alemania. Así y todo, Otón I fue coronado en Roma con el título imperial, y así los demás emperadores, casi todos alemanes.

El primer Otón tenía un bagaje cultural limitado, mientras que Otón II tuvo una formación más sólida: tenía “destacado conocimiento de las artes liberales y cuando discutía sabía exponer las proposiciones con método y hacer conclusiones de manera convincente”. Otón II se convirtió en “emperador romano”, en claro intento de fundamentar su posición frente al soberano bizantino Basilio II. Con Otón III, hijo de un monarca alemán –Otón II- y de una princesa bizantina –Teófano- y pretendiente de otra como esposa –Zoé- la romanización del Imperio avanza un paso más.



[i] “Una primera Europa”. En parte de esta obra se basa el presente resumen.
[ii] A orillas del Rin, en Renania-Palatinado.
[iii] Alberico II de Spoleto le nombró papa cuando ejercía un poder absoluto sobre Roma.
[iv] Entre Austria y Alemania, afluente del Danubio.
[v] Nombrado de forma arbitraria, como era común en la época, cuando aún no tenía dieciocho años, sin formación y en medio de un régimen llamado de la pornocracia (influencia determinante de las cortesanas), su pontificado fue muy negativo para la Iglesia por el comportamiento moral del pontífice.
[vi] Corvey está en el centro de la actual Alemania. Widukindo fue un monje y cronista del siglo X.
[vii] Monje en Saint-Remi de Reims.
[viii] Estuvo en varios monasterios de Borgoña hasta que terminó en Cluny.
[ix] Vivió entre los siglos III y IV, fue obispo de Cesarea (Palestina) y uno de los primeros que escribió sobre el cristianismo.
[x] Ver nota IV.
[xi] Contra los magiares en el norte de Turingia.
(*) En 981 contra los sarracenos en Calabria. En la batalla de Stilo (982) la derrota para Otón fue absoluta.

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