jueves, 25 de diciembre de 2014

Realistas, autonomistas y separatistas cubanos

El artículo de Rafael E. Tarragó es clarificador sobre la situación vidida en Cuba durante las últimas décadas del siglo XIX, cuando el país pasó de depender de España a ser una colonia de Estados Unidos. Se puede interpretar que las ideas del autor citado, que maneja muchísimas fuentes de todo tipo, obedecen a una corriente historiográfica como otra cualquiera, pero tienen un valor extraordinario porque aportan razonamientos difícilmente rebatibles (1).

Cabe distinguir, citando a Tarragó, personajes distintos en el proceso estudiado: los militares que habían participado en la guerra de 1868 y que terminó con la paz de Zanjón (aunque luego habría la "guerra chiquita") y los que pertenecen a épocas posteriores, como por ejemplo José Martí, que lanzó la proclama para iniciar la guerra contra España a principios de 1895 desde Estados Unidos, donde allegó recursos que luego se demostrarían insuficientes. Hasta tal punto pudo haber sido temeraria esta actitud que en febrero de 1895, "el conocido separatista Manuel Sanguily" señaló que se trataba de una aventura sin futuro. En el mismo año, no obstante, la invasión del occidente de Cuba por Máximo Gómez y Antonio Maceo "entusiasmó a muchos cubanos con la insurrección", al tiempo que la represión con el general Weyler desde 1896 pudo haber puesto a no pocos cubanos contra España, máxime si tenemos en cuenta que la autonomía de Cuba, planteada ya desde el año 1878 por Martínez Campos, no se pondría en práctica hasta finales de 1897, aunque la esclavitud se había abolido a finales de los años ochenta.

Desde el punto de vista militar -apunta Tarragó- "ni una sola ciudad cayó en poder de los insurrectos permanentemente entre febrero de 1895 y abril de 1898", fecha esta última del final de la guerra. Cuando el ejército español abandonó Cuba en Bayamo (extremo sureste), lo hizo porque Estados Unidos ya había iniciado las hostilidades contra España. 

Hay, además de Martínez Campos, dos personajes que tuvieron ideas muy claras sobre la necesidad de un régimen de autonomía para Cuba, que era aceptado por uno de los partidos existentes en la isla y por no pocos cubanos: Maura y Abarzuza, este último cubano, que hizo aprobar una serie de leyes muy bien recibidas en Cuba (1895) en orden a una amplia autonomía, hasta el punto de que se puede afirmar que equivalía a una independencia de facto aunque se mantuviesen ciertos vínculos institucionales con España. Maura también  había propuesto medidas en un sentido aún más favorable a la autonomía de Cuba dos años antes (1893), contando incluso con la anuencia de Romero Robledo, anteriormente opuesto a todo aquello que pudiese afectar a los intereses económicos de los españoles en Cuba. 

Tarragó señala que Raimundo Menocal, en una obra publicada en 1947, dice que "el proyecto Abarzuza era el reconocimiento y la aceptación por la Metrópoli del comienzo de su liquidación en sus últimos reductos de América, dado que con la descentralización se abandonaba el lucro que se hacía al amparo del régimen colonial" (2).

Otro aspecto interesante es de las relaciones de los jefes militares independentistas con José Martí, que oscilaron entre el reconocimiento del liderazgo de este, hasta la discusión sobre su impericia en materia militar. Cuando Estados Unidos decidió entrar en guerra contra España -ya había muchos intereses de ese país en Cuba- lo cierto es que los líderes independentistas aceptaron la "anexión" de Cuba a Estados Unidos, otros se disolvieron con facilidad y, como es sabido, Martí había muerto en 1895. En este sentido parece que la política norteamericana no fue clara al respecto: en un primer momento incluso alertó a las autoridades españolas de conspiraciones que se preparaban en Estados Unidos contra España; más tarde el Presidente Mckinley se planteó si una intervención por su parte tendría respuesta entre las potencias europeas. Visto que Gran Bretaña apoyó a Estados Unidos y que España tuvo durante el régimen de la Restauración una política exterior muy débil, se decidió a hacerse con Cuba, máxime teniendo en cuenta que había partidarios de la anexión en la isla, un ejemplo de lo cual es José Ignacio Rodríguez. En un banquete en Santiago de Cuba (1890) "cuando José J. Herández brindó por la anexión de Cuba a los Estados Unidos, Antonio Maceo le dijo: 'Creo, joven, aunque me parece imposible, que ese sería el único caso en que tal vez estaría yo al lado de los españoles". El caso de Tomás Estrada es aún más claro: en el poder desde 1898 y con su anuencia, fueron vendidas las mejores tierras a ricos norteamericanos, además de contraer grandes deudas con la banca estadounidense, terminando por pedir la intervención norteamericana en Cuba (la segunda, se ha llamado).

Desde finales de 1897 existía en Cuba un gobierno autónomo que los separatistas ignoraron, como ignoraron también el riesgo que corrian si Estados Unidos se inclinaba por anexionarse Cuba. Lo que parece claro es que la gran potencia (que entonces no erea la actual) improvisó la intervención militar en Cuba contra España y cabe preguntarse: ¿hasta que punto el control de la isla por Estados Unidos no deriva de los partidarios cubanos del anexionismo? (3).
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(1) "La guerra de 1895 en Cuba y sus consecuencias", Arbor, enero-febrero de 2009.
(2) "Origen y desarrollo del pensamiento cubano", La Habana, edit. Lex, 1947.
(3) Además de la isla mayor, el estado cubano está formado también por la isla de la Juventud (o de los Pinos) y varios miles de islotes e islas menores.

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