viernes, 2 de enero de 2015

El de los ojos vendados


Cuando Gisbert pintó el cuadro "Fusilamiento de Torrijos" en 1888 hacía más de medio siglo del acontecimiento y uno de los representados, el que se encuentra a la derecha, con los ojos vendados y atendido por un fraile, es el extremeño Francisco Fernández Golfín, ya veterano entonces, pues había nacido en 1767. Era de familia noble, lo que no le impidió afiliarse al liberalismo y sufrir por ello. Ya en 1809 combatió contra el ejército francés cerca del río Becedas, que desemboca en el Alberche, en el curso alto del valle del Jerte. 

Según Teodoro Martín (1) expresó sus ideas en las Cortes de Cádiz manteniendo vivas polémicas con el clérigo absolutista Blas de Ostolaza (2). Cuando regresó Fernando VII en 1814 fue condenado a diez años de cárcel en el castillo de Santa Bárbara de Alicante, pero consigue la libertad tras el levantamiento de Riego en 1820. Miembro de las Cortes del "trienio", se tiene que exiliar en 1823 a Gibraltar, donde participa, a partir del siguiente año, en la formación de la "Junta de Gibraltar", auxiliar de la "Junta de Londres" contra el absolutismo. En 1831 se une a la expedición de Torrijos y ya sabemos su trágica suerte.

En los debates de las Cortes sobre la división provincial de España -seguimos a Teodoro Martín- Golfín participó en la división de Extremadura en dos provincias y, en cuanto a la milicia nacional, fue partidario de que hubiese una selección previa para formar parte de esta, pues "el alistamiento obligatorio en aquella suponía conceder armas al enemigo de la Constitución; en los pueblos los campesinos estaban dominados por el influjo del clero absolutista, eran precisos unos requisitos para formar parte de la milicia" (3). Tuñón de Lara recogió una intervención de Golfín en las Cortes sobre los territorios de América ya independizados de España: "... reconocer la independencia de las provincias continentales de ambas Américas españolas... La idea, que en ciertos aspectos se asemejaba al proyecto de Aranda del siglo anterior, era crear una confederación de España y los distintos estados americanos, de la cual el monarca asumiría el título de Protector y que dispondría de un órgano supremo: El Congreso Confederal". Es evidente que la propuesta llegaba demasiado tarde (no así la de Aranda).

Asombra la visión de Golfín en matria de enseñanza, pues ya en las Cortes del "trienio" propuso "se pongan limitaciones a la enseñanza privada, pues dejarla demasiado a la discreción de los padres, pudiera seguirse que estos inspirasen en la tierna juventud máximas contrarias al sistema político". Se comprende que un liberal de principios del siglo XIX tenga una opinión tan intervencionista por parte del Estado en materia de enseñanza, pero lo cierto es que el liberalismo se estaba asentando con no pocos problemas; era la única manera de que las nuevas generaciones viniesen instruidas por los poderes públicos en el respeto a la Constitución. 

Apoyó al Gobirno para que sancionase a los monasterios que vendían o malvendían sus propiedades antes de que estas fuesen expropiadas por el Estado, lo que nos da una idea de que la incuria en que cayeron muchas propiedades eclesiásticas no se debe solo al proceso desamortizador, sino a la política seguida por los monasterios. Teodoro Martín recoge una intervención de Golfín en las Cortes reivindicando a los comuneros del siglo XVI: 

Trescientos años hace que aquellos hérores orpimidos con el peso de la tiranía y despotismo, reputados como traidores a su patria, cubiertos con todos los nombres de oprobio y de infamia con que se marca a los mayores facinerosos, yacían casi del todo olvidados... El nombre de los comuneros, tan ilustre en grandes acciones, que puede ser comparable con cualquiera de los héroes más célebres de la antigüedad, es casi desconocido de la mayor parte de los españoles, por pertenecer a una época en que los progresos del conquistador Carlos V ocupan más la atención de aquel reinado que las virtudes de aquellos ilustres vencidos...

Una visión de la historia muy moderna, alejada de repetir los tópicos de los reyes triunfadores y atenta a reivindicar los hechos de los que lucharon por los ideales de su época. 
-------------------
(1) "Actas de las IV Jornadas de Almendralejo y Tierra de Barros", 2012.
(2) Ver Fernán Altuve-Febres, "Blas de Ostolaza, un apasionado de la fidelidad".
(3) El autor cita a Juan S. Pérez Garzón, "Milicia Nacional y Revolución Burguesa", C.S.I.C., Madrid, 1978.

No hay comentarios:

Publicar un comentario