Escuela religiosa en Guanabacoa |
Juan B. Amores Carredano ha publicado muchas obras sobre la Iglesia en América latina y especialmente en Cuba. En un trabajo suyo sobre los franciscanos en Cuba explica la secularización que dio comienzo en la isla a mediados del siglo XIX, así como el indiferentiismo religioso (que yo creo más bien eclesiástico) entre las clases superiores (1), pero con la firma del Concordato de 1851 entre España y el Vaticano -dice- se dieron las condiciones para que los franciscanos fuesen autorizados a ir a Cuba, lo que no hicieron, sin embargo, hasta 1887. Se ocuparon estos de la educación elemental, la asistencia social y el asociacionismo laico.
El autor habla de "ataque frontal" a la Iglesia por parte de los gobiernos liberales americanos, pues estos veían a aquella como "la principal responsable del atraso de las socieades americanas"; sin duda la Iglesia fue la culpable "más fácil de identificar" pero es evidente que no fue la única. El pueblo americano -dice Amores Carredano- hizo caso omiso a la propaganda liberal tras la expulsión de la mayoría de las órdenes relgiosas de la mayoría de los países, contrariamente -añadimos nosotros- a la propaganda eclesiástica que sí tuvo éxito en aquellas y otras latitudes durante siglos. Luego vino la restauración de la Iglesia gracias a los mismos liberales que, bien asentados en la sociedad burguesa, se valieron de la Iglesia para sus fines oligárquicos, incluso tratándose de gobernantes masones, pues vieron en la Iglesia una ayuda para "paliar, con sus escuelas e instituciones de asistencia social, las consecuencias más negativas del modelo económico" capitalista. Esto -dice el autor al que seguimos- "fue palpable en el México de Porfirio Díaz, que coincidió en parte con el papado de León XIII, "el primer papa que aceptó abiertamente el mundo moderno", aunque sabemos que no en muchos aspectos.
El autor habla de "expolio" a la Iglesia, aunque no cita el expolio institucionado que esta practicó alli donde se estableció con fuerza, sin perjuicio de reconocer el gran esfuerzo de la Iglesia misionera, tan distinta a la Iglesia como institución. Junto con los franciscanos, en la segunda mitadl del s. XIX, llegaron también los "paúles" y sus misiones populares, fundados en el siglo XVII por Vicente de Paúl, quizá francés de las Landas o aragonés de Tamarite de Litera.
Desde la guerra de 1868, no obstante, los deseos de independencia de algunos sectores de la población cubana ya habían prendido y se vio a los franciscanos como un factor de "españolización" de la isla contra aquellas aspiraciones, mientras la influencia de Estados Unidos era ya notable. La población culta de la isla no veía con buenos ojos el mantenimiento de la esclavitud, que se abolió solo en 1886, un año antes del nombramiento como obispo de La Habana del ultraconservador Manuel Santander Frutos, senador en España desde 1893 y que volvería a España en 1898, cuando acabó la última guerra cubano-española. La independencia de Cuba respecto de España "dio una nueva oportunidad a la Iglesia en Cuba, sobre todo gracias a la obra del franciscano Lucas Gartéiz, que en 1887 había solicitado al gobierno de Cánovas ayuda para el asentamiento de los franciscanos en Cuba, los cuales recibieron "un lugar adecuado" para sus fines. Por otra parte, la jerarquía eclesiástica y la mayor parte del clero serían proespañoles en la guerra de 1895, aunque ello no fue obstáculo para que, finalizada esta, "la actitud del nuevo gobierno republicano" fuese de favorecer todo lo español, como un medio de compensar la influencia norteamericana.
(incompleto)
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(1) "Los franciscanos en Cuba: de la restauración a la revolución (1887-1961)", Hispania Sacra, LVIII, 118, 2006.
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