Alberto Lista |
Esta frase se le atribuye a Alberto Lista, afrancesado que tuvo que exiliarse en 1814 y en 1823 a pesar de ser sacerdote, pero si la frase fuese suya, más que un consejo al rey para con los liberales y los tradicionalistas, sería una descripción de la actitud de aquel con estos dos grupos, sobre todo a partir de 1826, cuando Fernando VII, ante las presiones de la monarquía francesa, mostró alguna condescendencia con los liberales moderados y menos con los partidarios de su hermano Carlos.
Entre Bayona y las Cortes de Cádiz hubo también afrancesados americanos (algunos limeños, quiteños y arequipeños) como Tadeo Bravo de Rivero, relacionado con el pintor Goya, que le pintó en un cuadro, y colaborador del rey José. Otros fueron Agustín de Landáburu y Belzunce y José Mejía Lequerica, este diputado suplente por Quito en las Cortes de Cádiz, gran conocedor de las necesidades de las poblaciones en la América española, pero no afrancesado, estando más interesado en la eliminación de la Inquisición. Exigió responsabilidades a las autoridades españolas por la represión llevada a cabo en Quito a principios de agosto de 1810, cuando un sector de la población asaltó la cárcel donde se encontraban presos los miembros de una Junta para el gobierno autónomo de la ciudad; las autoridades proespañolas ejecutaron a los miembros de dicha Junta. Importancia capital tuvo el limeño Vicente Morales Duárez, miembro también de las Cortes de Cádiz y partícipe en la redacción de la Constitución de 1812. Con anterioridad fue colaborador de Godoy José Manuel Moscoso y Peralta, que se había enfrentado en América contra la actitud de las autoridades realistas ante la rebelión de Túpac Amaru II.
Contra todos estos y sus ideas estuvo el diputado sevillano Bernardo Mozo de Rosales, que quizá pudo redactar el documento (larguísimo) que luego hemos conocido como manifiesto de los persas y que suscribieron varias decenas de diputados tradicionalistas, lo que contribuyó a que el rey Fernando VII se proclamase contrario a la Constitución de 1812 y a toda la legislación aprobada en Cádiz. Mozo de Rosales, a cambio, recibió un título nobiliario y un alto puesto en la Administración real, para luego encontrarse entre los miembros de la Regencia de Urgel en 1822, antesala de la nueva etapa absolutista del citado rey. Pero como el absolutismo del Borbón no le fue suficiente, en los últimos años de la década "ominosa" tuvo que exiliarse, pues había empezado a formar parte de los partidarios del que luego sería pretendiente Carlos. Mozo de Rosales fue una mula blanca para Lista, pues las mulas negras fueron los liberales que conspiraron, una y otra vez, contra el rey.
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