Gumersindo de Azcárate |
Interesantísmo es el trabajo de Antonio Santoveña Setién (1) sobre la polémica que en torno a los orígenes del atraso científico de España, así como cuales eran los momentos de mayor atraso en esta materia, entablaron varios intelectuales españoles, casi todos del campo de las humanidades, durante la primera parte del régimen de la restauración borbónica.
En 1876 -dice el autor citado- Gumersindo de Azcárate pubicó unos artículos sobre las posibilidades de organización política en la España del momento. En uno de los artículos habló de la intolerancia existente en España, sobre todo por la influencia de la Iglesia católica. Otro Gumersindo, catedrático de la Universidad de Valladolid, Laverde Ruiz, escribió a su "discípulo" Menéndez Pelayo que habría que contestar a Azcárate. Aquel tuvo por objetivo, ante el envite, la defensa de la Iglesia y demostrar que el atraso cultural español nunca había existido. Se había dado comienzo a una rica polémica en la que intervinieron diversos pensadores hasta 1882.
Los más destadados de los polemistas fueron Gaspar Núñez de Arce, Manuel de la Revilla, Nicolás Salmerón, el citado Azcárate, José del Perojo y Luis Vidart. De otra parte -aunque ya veremos que no se trata de dos bloques cerrados- Menéndez Pelayo, Laverde, Alejandro Pidal (el cacique asturiano), el dominico Joaquín Fonseca, Juan Valera y Leopoldo Alas. Ninguno de los grupos negó un proceso de decadencia de la cultura española, pero ¿cuando empezó dicho proceso? ¿a causa de que? Para unos la decadencia empezó con la Inquisición, para otros con las ideas extranjeras de la Ilustración...
Dentro de cada grupo hubo discrepancias, lo que ha permitido a Laín Entralgo, cuando estudió este asunto, distinguir más bien tres tendencias (2). Menéndez Pelayo estaría en medio, casi en solitario, entre los otros dos grupos, progresista uno, conservador el otro. Este grupo -que veía en las ideas extranjeras el origen de la decadencia de España- basó sus argumentos en la gran aportación de Tomás de Aquino -un extranjero, por cierto- en cuya filosofía habia que basarse para mantener la cultura española a gran nivel. Los progresistas se inspiraron en el positivismo y en el darwinismo para defender el progreso de la ciencia española.
Los "regresistas", como les llamó Laín, "guiados por una adhesión incondicional a la revelación (con evidente desprecio de la razón) y por una identificación desmesurada entre catolicismo y escolasticismo", llegaron a menospreciar toda creación intelectual posterior al siglo XIII. Menéndez Pelayo, en cambio, vio en Raimundo Lulio, Juan Luis Vives y Francisco Suárez, buenos ejemplos de la ciencia española. Unos y otros hicieron alarde de la importancia alcanzada en España por la filosofía, entendida esta como la unión de todas las ciencias, tanto las especulativas como las positivas, las que no necesitan concluir en leyes como las que se basan en el empirismo. Los progresistas, o algunos de ellos, tuvieron la inspiración de Krause, el espiritualista filósofo alemán.
Lo que parece claro es que durante la polémica se tomó conciencia del atraso científico de España, aunque solo Menéndez Pelayo planteó un programa (elitista) que los políticos de la Restauración ignoraron y que quedó en papel mojado. Aquel propugnó la realización de monografías bigliográficas por regiones, propuso la elaboración de monografías "expositivo-críticas" sobre diversas ramas de la ciencia; en relación a la enseñanza, propuso la creación de seis nuevas cátedras universitarias centradas en el estudio de la evolución de diversas disciplinas científicas: historia de la teología, de la jurisprudencia, de la medicina, de la filosofía, de las ciencias exactas, fícias y naturales, así como de estudios filológicos.
Como se ve, siendo España un país atrasado en el conjunto de los de Europa occidental, nada se dijo sobre la educación de la población, la mayoría rural, la mayoría analfabeta, la mayoría sometida al caciquismo y a los curas. El ingreso de Menéndez Pidal en la "Unión Católica" de Alejandro Pidal, que a la postre se iría con armas y bagajes al Partido Conservador de Cánovas, parece ser que tuvo, por parte del pensador cántabro, la intención de influir en la política, pero nada. Santoveña señala en su trabajo que el hecho de que Menéndez Pelayo -y los demás polemistas- no hiciesen alusión alguna a la necesidad de cambios en la política y la economía, inutilizaba no ya la polémica, sino la misma propuesta, más concreta aunque elitista de aquel. Una política caciquil y una economía en manos de unos pocos inutilizaba cualquier intento de que la cultura española, la ciencia, irradiase de abajo a arriba, como de arriba a abajo.
------------------------(1) "Una alternativa cultura católica para la España de la Restauración...".
(2) Santoveña le cita en las dos obras que son una con distinto título: "Menéndez Pelayo. Historia de sus problemas intelectuales", Madrid, 1944 y la reedición "España como problema", Madrid, 1956.
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