Castillo de Monteagudo, próximo a Murcia |
Ibn Mardanish consiguió mantenerse como emir del
reino de Murcia una vez que los almorávides norteafricanos fueron desalojados
de la península Ibérica. Había nacido en Peñíscola y reinó durante la segunda
mitad del siglo XII, resistiendo a la invasión almohade. Ignacio González
Cavero[1] ha
estudiado los diferentes acuerdos a los que llegó este rey con Castilla, así
como el papel trascendente ante el avance de los almohades.
Fue llamado en su época, por los cristianos, Rey
Lobo o Rey Lope cuando la debilidad política, militar y religiosa de la última
etapa almorávide dio lugar a una descentralización del gobierno en al-Andalus.
La rebelión que se produjo entonces en la parte este de dicho territorio
(Valencia y Murcia sobre todo) fue secundada por diversos señores que no
estaban dispuestos a perder lo que habían ganado bajo dominio almorávide. Este
Rey Lobo se enfrentó varias veces entre 1161 y 1162 contra el ejército almohade
de Granada.
De 1168 es una “alianza entre Alfonso II de
Aragón y Sancho de Navarra contra el rey Lobo de Murcia”, cuando un mes antes
Alfonso II había firmado las paces con Ibn Mardanish. Quebrantar los acuerdos
fue norma en la época, tanto por una parte como por la otra. Esta interesada
alternancia –dice el autor citado- fue constante: Alfonso VIII de Castilla
consideraba a Ibn Mardanish como señor independiente en casi todo el levante
peninsular y como un obstáculo de gran envergadura frente a la presencia
almohade en al-Andalus, manteniendo buenas relaciones con el rey castellano.
Las fuentes árabes, en cambio, le tildan de “mal
musulmán” por su proclividad a llegar a acuerdos con los cristianos con tal de
mantener su reino, llegando a prestar vasallaje a los reyes cristianos. Pero
todo ello se entenderá mejor si nos vamos a los años anteriores a su reinado.
La descomposición del imperio almorávide supuso
el aumento de impuestos a la población para reforzar las defensas ante las
embestidas cristianas y luego almohades. A pesar de ello muchos de los reyes o
reyezuelos de los diversos estados musulmanes terminaron acatando a los
invasores norteafricanos, aunque otros se opusieron a ellos. De la misma forma
que en los territorios de Murcia se alzaron, de manera breve y continuada, una
serie de gobernadores en nombre de Ibn Hamdin de Córdoba y, posteriormente, de
Ibn Hud, último rey de Zaragoza y vasallo del rey Alfonso VII de León; Valencia
quedaba bajo la autoridad de Ibn abd al-Aziz. Después de dos años de efímeros
gobiernos y solventadas algunas revueltas en Valencia y Murcia, se impuso Ibn Mardanish
al frente de casi todo el levante peninsular.
Ibn Mardanish procedía de una familia de origen
hispano y cristiano, por lo tanto era un muladí, no un árabe o un bereber,
vestía igual que los cristianos, portaba las mismas armas, las tropas de su ejército
eran principalmente castellanos, navarros y catalanes y pagaba un tributo a los
reyes cristianos para gozar de su protección. ¿Cómo no habría de llegar el “mal
musulmán” a acuerdos con la monarquía castellana? Estas relaciones diplomáticas
las comenzó pronto; como defensor de la sunna
y de la escuela malikí –matiz claramente antialmohade según el autor al que
sigo- le llevó a numerosos enfrentamientos con los norteafricanos y por lo
tanto a otros tantos acuerdos con los castellanos.
Ibn Mardanish reconoció al califa abbasí de
Bagdad, ocupó Guadix con la ayuda de Alfonso VII en 1151 y le ayudó en Almería
contra los almohades (1157) aunque sin éxito; entre 1158-1161 conquistó
Carmona, Écija, Baeza, Úbeda y Jaén, llegando incluso a cercar Sevilla y Córdoba.
Sitió la ciudad de Granada sufriendo una gran derrota en 1162 y continuó su
lucha contra los almohades sin conseguir importantes victorias. Hizo a Murcia
su capital llevándola a su mayor esplendor, reformó el castillo de Monteagudo,
el de Larache (Murcia) y dos fortificaciones en el actual Puerto de la Cadena, en la vía
Cartagena-Murcia, para controlar el paso de mercancías y el cobro del impuesto
correspondiente.
Otro de los aliados coyunturales de Ibn Mardanish
fue Ramón Berenguer IV; también las repúblicas
de Pisa y Génova y Alfonso VII. Todo ello a cambio de un tributo anual para
tener tranquilidad en sus fronteras y en el comercio mediterráneo, pero
mientras con aquellos los acuerdos tenían un plazo predeterminado, con Castilla
se mantuvo ininterrumpidamente mediante el vasallaje, que también aceptaron Ibn
Hamdín de Córdoba y Zafadola[2]. Ibn
Mardanish en 1165 fue derrotado en Córdoba y llamó a
sus aliados cristianos del reino de Toledo, pero derrotado otra vez por los
almohades se retiró a Murcia. Al “mal musulmán” le quedaban pocos años de vida
porque murió en 1172.
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