Fotografía tomada de Terrae Antiquae |
La
Corona
de Aragón, en la baja Edad Media, mantuvo intensas relaciones con el otro
extremo del Mediterráneo, concretamente con el reino mameluco de Egipto y
Siria. Las relaciones fueron buenas y malas, según los momentos, y estuvieron
siempre guiadas por el interés comercial de ambas monarquías y los comerciantes
de una y otra civilización. Estas relaciones comerciales estuvieron
entreveradas de piratería, de forma que la violencia privada, según expresión
de Damien Coulon[1], fue frecuente.
El estado mameluco era potente al menos entre
los siglos XIII y XV. Había sucedido al de los Ayyubides –descendientes de
Saladino- en 1250. Los mamelucos eran soldados esclavos que consiguieron
hacerse con el poder; la mayoría venían del mar Negro y aprovecharon la coyuntura
que les brindó la séptima cruzada[2],
reinando en Egipto y Siria hasta 1517. El estado mameluco ocupó un espacio
estratégico, pues era paso obligado para comunicar oriente con occidente.
La primera forma de violencia que se llevó a
cabo entre los mamelucos y los cristianos catalano-aragoneses fue en época del
rey Jaime I, concretamente en 1269: los musulmanes asediaban los últimos
puertos cristianos de Tierra Santa y Siria, pero el estado mameluco estaba ya
muy consolidado y era el más potente de los estados musulmanes del Mediterráneo.
De nada sirvieron incluso los intentos de alianza con los lejanos mongoles: el rey
Jaime envió en cierta ocasión a hablar con el gran khan a su embajador Jaume
Alarich.
Con motivo de la guerra que en 1282 llevó a los
catalano-aragoneses a Sicilia, el rey Pedro “el Grande” buscó la alianza de los
mamelucos, pues tenía en frente al papa por el control de la isla. El sultán
llegó a prestar colaboración militar al rey Pedro a cambio de que este
socorriese a aquel en caso de agresión cristiana. Así, el rey catalano-aragonés
consiguió el acceso de sus comerciantes a los puertos de Egipto y Siria. Vemos
que han cambiado las cosas: de tener a los mamelucos como enemigos a tenerlos
como aliados.
Ello se explica porque el emperador Federico II
ya había negociado con el sultán ayyubide en 1229 el tratado de Jaffa para
lograr el dominio sobre Jerusalén, lo que le costó ser excomulgado por el papa.
Los reyes de Aragón, a finales del siglo XIII, pretendían defender la herencia
del emperador contra los angevinos (dinastía francesa que llegó a reinar en
varios territorios, también en Sicilia) defensores de los intereses del papa.
Jaime II de Aragón heredó esta política y confirmó con el sultán el acuerdo en
1293, que se mantuvo hasta el siglo XV. Así los monarcas catalano-aragoneses
nunca permitieron que se hiciese el corso contra Egipto y Siria.
En época del rey Pedro (el Ceremonioso, siglo
XIV) dicho rey había justificado ciertos expolios contra barcos tunecinos por
la guerra que había librado contra el emirato hafsí de Túnez. El corsario Ramón
de Montcada actuaba con permiso del rey aragonés, pero la prueba de que estos
corsarios no actuaban por patriotismo es que poco después Montcada atacó naves catalanas
(1386). Las zonas más peligrosas donde actuaron piratas y corsarios, en relación
a los comerciantes musulmanes y cristianos, fueron los alrededores de la isla de
Cerdeña*, disputada por la república de Génova durante casi todo el siglo XIV.
Cuando Cerdeña quedó pacificada a principios del XV los robos pasaron a
intensificarse en la isla de Rodas, controlada por los caballeros de San Juan
de Jerusalén, cabeza de puente cristiana pero que sufrió las embestidas de,
entre otros, el pirata catalán Nicolau Sant Pere, que actuó sobre todo entre
1416 y 1420.
Los patrones de las naves jugaban en ocasiones
el papel de piratas al mismo tiempo, creciendo con el tiempo el ritmo de las
agresiones, pues también las fuentes dicen que aumentaron las actividades
comerciales catalanas en el Mediterráneo durante el siglo XIV. Ello llevó a un
crecimiento de los esfuerzos para proteger las naves, llegando a emplear
galeras de combate, aunque la medida resultó muy cara, sobre todo cuando se
trató de garantizar las especias traídas del Levante. Otra medida fueron los
contratos de seguros a prima, que se desarrollaron a lo largo del siglo XV.
Las autoridades mamelucas, por su parte, fueron
aumentando las tasas en el comercio con los catalano-aragoneses, hasta el punto
de exigir la entrega de las velas de las naves para impedir que estas zarpasen
antes de que sus propietarios pagasen aquellas tasas. Con el rey Alfonso V, en
el siglo XV, cambiaron las relaciones entre los dos estados, pues una acción
pirática en 1412 llevó a un comerciante valenciano a desembarcar mercancías orientales
y mercaderes magrebíes en Valencia, sometiendo a estos últimos a la esclavitud.
El sultán tomo represalias multando a los mercaderes catalanes que se
encontraban en su reino, e incluso castigó físicamente al cónsul
catalano-aragonés en El Cairo.
Alfonso V preparó entonces una expedición de
corso y las relaciones pacíficas se rompieron, por lo menos entre 1416 y 1429:
lo que eran acciones y violencias privadas se han convertido en violencias
públicas. Los mamelucos también tomaron decisiones como la de establecer un
monopolio público sobre las especias, lo que engrosó los ingresos del estado.
Tal situación era perjudicial para el comercio catalano-aragonés, y entonces el
rey Alfonso V envió embajadores a Rodas en 1429 y 1430 con el fin de
restablecer la paz. El tratado firmado, no obstante, quedó sin aplicar por
mucho tiempo, pues el sultán mameluco en 1432 seguía con su política
monopolística.
El rey aragonés intentó entonces convertir la
lucha en una cruzada, pero sin éxito, en medio de un contexto en el que se
estaba afirmando el estado, tanto en oriente como en occidente. Llegó entonces
a una política de alianzas con la gran rival económica de
Aragón-Cataluña-Valencia, la república de Génova; también se produjeron
alianzas entre el sultán mameluco y el reino cristiano de Chipre…
[1] “Formas de violencia en las relaciones entre la Corona de Aragón y el
Sultanato Mameluco…”.
[2] A
mediados del siglo XIII una rama de los musulmanes, junto con los de Egipto,
atacaron Palestina y Siria, saqueando Jerusalén. Esto provocó los preparativos
para la séptima cruzada.
* Ver aquí mismo "Un rey contra los jueces de Arborea".
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