¿Imaginamos a todo el continente americano sin
un solo ser humano hace aproximadamente 30000 años? En realidad América se fue
poblando de inmigrantes que llegaron en diversos momentos a partir de aquellos
remotos tiempos. Su medio ambiente, sus paisajes, sufrieron desde entonces incontables
cambios, apareciendo la especie homo sapiens muy tarde respecto de la formación
del continente, hace quizá unos 150 millones de años.
Los primeros homo aprovecharían el estrecho de
Bering procedentes del noreste de Asia durante una pausa interglaciar. A partir
de entonces y durante miles de años fueron ocupando el continente desde Alaska
hasta el extremo sur de la Patagonia. Así,
según Eduardo Muscar[1],
a quien sigo aquí, América fue encontrada
dos veces sin planes preconcebidos, descontando las noticias sobre las
incursiones de grupos del norte de Europa que fueron insignificantes en
relación a las inmigraciones de hace 30000 años y a finales del siglo XV de
nuestra era.
Los primeros seres humanos llegados a América
se encontraron con un medio favorable para su supervivencia logrando un
crecimiento demográfico espectacular. El paisaje gélido de Bering resultó ser
fundamental para eliminar buena parte de los organismos patógenos existentes.
Pocos de los gérmenes lograron filtrarse y el espacio americano se vio libre
durante milenios de la mayor parte de las plagas y enfermedades que sufrieron
euroasiáticos y africanos. Las diversas especies faunísticas sufrieron una caza
desproporcionada y los cambios climáticos habidos habrían contribuido a la
desaparición de especies mayores. Cuando se produjo la estabilización de los
dominios étnicos, no se conocía cuadrúpedo mayor que un tapir o un camélido
andino, lo que sorprendió a los conquistadores del siglo XVI, de forma que la fauna
europea llevada ocupó los lugares vacíos.
La revolución neolítica fue temprana pero se
desarrolló lentamente. Los metales, más tarde, solo se emplearon para la
confección de objetos ornamentales y religiosos. Los factores ambientales
impidieron la rápida adaptación de algunas especies, como el maíz, sobre todo
por la variedad de suelos, mientras que la domesticación de animales fue
corriente en los altiplanos, pero no en las llanuras. Hay autores que hablan de
la antropización de los ecosistemas, con una inmensa variedad florística que,
sin embargo, no fue muy explotada, hasta el punto de que cuando llega el hombre
europeo encuentra casi intacta esta biodiversidad.
Los indígenas de los grupos más avanzados
llegaron a un conocimiento cabal del recurso edáfico y utilizaron técnicas de
cultivo y regadío sorprendentes, con unas producciones que evitaron errores
ecológicos. Sobre todo en los Andes, que durante veinte milenios el hombre fue
adquiriendo conciencia de las limitaciones de su medio. El desarrollo de
técnicas para resolver la escasez de suelos aptos para la agricultura, para
hacer frente al manejo del agua, escaso o excesivo (acueductos, reservorios,
canales, etc.) fabricación de útiles de labranza, aprovechamiento de la
diversidad mediante el control de los pisos ecológicos, dio una gran variedad
de cultivos. Las técnicas utilizadas por los incas aún subsisten, como el
sistema de andenerías (escalones, “socalcos” en Galicia) que permitían evitar
la erosión eólica e hídrica de la tierra, controlaban las aguas de riego y
protegían los cultivos de las heladas.
Esto permitió la concentración de altas
densidades de población, que también se dio en las regiones de la civilización
maya. En México y Centroamérica se dieron los campos elevados o camellones
(waru-waru): canales conectados a más bajo nivel que los cultivos. Pero también
se dieron prácticas inadecuadas: deforestación y erosión en las áreas de
piedemonte que provocaron rápidos descensos de civilizaciones, como la
teotihuacana, iniciada en el siglo VII.
Las mortandades de tipo epidémico se dieron más
por escaseces alimentarias y malas cosechas que por enfermedades; no se
produjeron los contagios por la inexistencia de animales domesticados, que más
tarde transmitieron a los hombres enfermedades infectocontagiosas. Los espacios
más impactados ecológicamente, como es lógico, fueron los más densamente
poblados: los incas llegaron a practicar la caza hasta la llanura chaqueña; sin
embargo las tribus nómadas tan solo extraían lo necesario para sobrevivir.
Con la llegada de españoles y portugueses
América empieza a sufrir cambios intensos y gravísimos impactos bioculturales.
Algunas semillas llevadas a América permitieron el desarrollo de malas hierbas,
además de los roedores portadores de gérmenes patógenos. Nuevas especies
introducidas propiciaron plagas y malezas que perturbaron el equilibrio
anterior. Pero el encuentro euroamericano propició algunas de las más fabulosas
explosiones demográficas que haya conocido la historia natural, no obstante el vertiginoso
descenso en algunas regiones, sobre todo allí donde los indígenas tenían bajas
inmunológicas, por los trabajos forzosos, por el empeoramiento de la dieta… En
el área antillana esto fue claro, dándose una extinción total del indígena,
todo lo contrario que en la región del Río de la Plata.
Hacia 1518 la primera calamidad llega a la Española con la viruela,
de allí pasó a México y Guatemala, más tarde en el mundo incaico. Se calcula
que la viruela afectó a más de un tercio de la población indígena durante la
conquista. También el sarampión entre 1530-1531; en 1546 una enfermedad
parecida al tifus continúa con el genocidio natural; hacia 1558 una gripe hizo
estragos y entre 1544 y 1545 los rebaños de llamas del Perú fueron disminuidos
drásticamente por una epizootia.
El impacto social tuvo mayor dimensión por la
extensión de la encomienda y la desintegración de muchas comunidades. Sin
embargo hubo una explosión de la fauna y de la flora transferidas por los
europeos. El germoplasma se encuentra todavía en una gran cantidad de productos
de América, por ejemplo los vacunos encontraron especies forrajeras que les
permitió multiplicarse hasta el punto de escapar al control humano. La
ganadería colonizó espacios enormes (Tejas, llanos colombo-venezolanos, llanura
pampeana). El precio del vacuno decayó y
solo se aprovechaba el cuero y el sebo, dejando el resto para las aves de
rapiña. En la región andina, tanto vacunos como ovinos desplazaron a los
camélidos nativos a las zonas de mayor altitud. No menos espectacular fue la
explosión equina y más aún la porcina, lo que en ciertas zonas se pudo
considerar una plaga. El bovino tuvo en algunas zonas una declinación por el
agotamiento de los recursos naturales (México y Centroamérica a partir de 1570)
el sobrepastoreo y la posterior erosión de los suelos.
Las plantas europeas y africanas marcaron
severos impactos produciéndose una verdadera invasión de ruderales[2]
y malezas. Gran parte de la flora de muchos países, como Argentina y Chile es
europea: un ejemplo de los intrusos es el cardo de Castilla. Muchas especies
causaron un verdadero impacto en la flora americana, pero el intercambio entre
los dos mundos marca una clara disimetría: la biomasa de organismos
provenientes del viejo mundo se americanizaron sin problemas mucho más que lo
hicieron las especies americanas en Europa.
Los conquistadores y colonizadores, en
realidad, ocuparon un espacio escaso en términos relativos. La colonización se
orientó al abastecimiento del mercado europeo con metales preciosos y productos
tropicales. Algunos núcleos fueron Potosí, Zacatecas y Guanajuato. El gran auge
minero agotó en el primer medio siglo de colonización los yacimientos menores,
aunque prosiguieron los más importantes. También aparecieron en la costa
atlántica y pacífica plantaciones de azúcar y tabaco.
Algunas economías –dice el autor al que sigo-
se transformaron en “portátiles”, como sucedió en Brasil con el oro, los
diamantes en Minas Gerais, que provocaron un gran impacto social y espacial.
Las haciendas y plantaciones para la ganadería y la agricultura supusieron una
clara deforestación, pero no como para ser consideradas catastróficas. Aquellas
haciendas son el germen de los latifundios actuales, mientras que las
plantaciones fueron especializándose para un mercado lejano. La deforestación,
no obstante, provocó inundaciones ya en el siglo XVII, por lo que llegó a
prohibirse el cultivo de laderas por el incremento de la escorrentía local que
provocaba.
Las ciudades, por su parte, aunque fueron el
núcleo de la colonización española, apenas representaron impacto ambiental en
la inmensidad continental, desconectadas casi siempre. Finalizada la
colonización, el impacto sobre los grupos humanos dio el mestizaje, que es el
componente principal de la población iberoamericana.
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