viernes, 24 de julio de 2015

Apoderados indígenas en Bolivia

Lago Titicaca en Bolivia

Los apoderados son una figura legal cuya misión consistía en la defensa de las tierras arrebatadas a los indígenas por gobiernos republicanos y terratenientes durante el siglo XIX. Pilar Mendieta (1) ha estudiado esta figura y las funciones que desarrollaron apoyándose en uno u otro partido según sus conveniencias. En este marco se produjo la rebelión de Pablo Zárate Willka en 1899, llegándose a un conflicto armado de grandes proporciones.

Mientras que los gobiernos criollos quisieron llevar a cabo una política de privatización de las tierras comunales –antes en manos de los indígenas- los indios lucharon por conservarlas y aquí el papel de los apoderados. “El objetivo del trabajo –dice Pilar Mendieta- tiene como finalidad explicar la dinámica de las alianzas entre los apoderados y los sectores contarios a Mariano Melgarejo en 1871. Este militar fue presidente de Bolivia entre 1864 y 1871, habiendo llegado a la más alta magistratura mediante un golpe de estado que derrocó al general José María de Achá. “Su gobierno se caracterizó por sus actitudes arbitrarias como, por ejemplo, su enemistad con el ex presidente Manuel Isidoro Belzu al cual asesinó”.

Los apoderados de indígenas apoyaron a José Manuel Pando, militar que llegaría a ser Presidente de Bolivia entre 1899 y 1904. La apelación a la justicia fue una de las armas de los indios y sus apoderados, al mismo tiempo que la fuga, la resistencia pasiva y la conjura armada (seguimos a la autora citada). La lucha indígena contra el poder establecido venía de época colonial, pues al fin y al cabo son criollos descendientes de europeos los que heredan el poder –en todo el sentido de la palabra- de las autoridades españolas. El régimen republicano abolió las figuras del cacique y el kuraka, estableciendo que la representación ante el Estado debía ser individual, no colectiva, tal y como estaban organizados los indios. La lucha por la tierra está en el núcleo de estos conflictos ya que esa tierra fue pasando, más o menos rápidamente, a manos de ricos hacendados.

Ya Simón Bolívar, en 1824, intentó romper con la integridad de la comunidad indígena estableciendo la propiedad individual de la tierra (decreto de Trujillo) y aboliendo la propiedad comunal. Dicho decretó quedó en suspenso pero el gobierno de Antonio José de Sucre (1826-1827) se inspiró en él para su política fiscal (2), que también quedó en suspenso debido a la oposición de gran parte de la población.

Simón López, indígena letrado de Poopó (3), fue acusado de inclinar a los indígenas para que se opusiesen a la realización de un catastro (1826) y los apoderados del grupo étnico Sacaca solicitaron que se les librase de los impuestos por las ventas de sus productos. Se trata de una lucha entre los que querían construir un estado basado en los principios del liberalismo económico y quienes querían defender sus formas de vida tradicionales, al menos en dicho plano económico. Más tarde –dice Pilar Mendieta- los apoderados de los ayllus (comunidades) de Omasuyus (4) pidieron al gobierno que se les devolvieran las tierras ilegalmente usurpadas en 1807 por el cacique Mariano Titoatahuichi.

En 1874 el gobierno promulgó la ley de Exvinculación por la que se decidía acabar con las comunidades indígenas, la cual entró en vigor después de la guerra del Pacífico (1879-1880) con el gobierno de Narciso Campero. Entonces las comunidades indígenas iniciaron en un período de gran beligerancia y malestar, con muchos conatos de rebeldía. En un memorial –dice Pilar Mendieta- que los apoderados dirigen al presidente de la República, señalan que se nos mira “como seres de distinto género y muy semejantes a las bestias”, lo cual quiere decir que el prejuicio sobre los indígenas por la clase dirigente criolla no había desaparecido. Según la autora, en las ciudades de La Paz y Oruro, donde el partido liberal tenía más adeptos, las elites convivían de manera más cercana con los aymara… pero no por ello menos racista. Sobre los aymara opinaban los liberales que eran indefensos e ignorantes. El periódico “El Imparcial”, en 1889, publicó lo siguiente: “Hay un ser infeliz, que ocupa el último escalón de nuestra sociedad en la que desempeña el triste papel de esclavo: el pongo (5). No hay ser más desgraciado que él, criado de los criados y esclavo de todos; tiene que sufrir con estoica resignación los golpes de los amos y los insultos de sus compañeros indio (sic) como él, pero superiores desde que mascullan el castellano y visten de bayeta” (el subrayado es mío).  

Una ley de 1883 eximió a las comunidades de las “revisitas” para que los funcionarios del Estado hiciesen mediciones de tierras que los indios consideraban suyas, pero solo en el caso de aquellas que hubiesen sido adquiridas en época colonial, lo que planteaba el problema de poder o no exhibir los títulos, labor en la que se esmeraron los procuradores acudiendo incluso a los archivos.

Pero las comunidades indígenas, según señala la autora a la que sigo, no estaban tan cohesionadas como cabría pensar: hubo diferencias entre sus miembros porque también había diferencias entre unos individuos y otros. Existían quienes cultivaban una menor cantidad de tierra que los llamados indios originarios. “He sido atacado por una turba de indígenas encabezadas (sic) por Bruno Collque allanando a mano armada mi domicilio en esta dicha mi excomunidad (Cota-Cota)”, dice uno. 

Territorio de la población aymara


En otro orden de cosas las relaciones entre vecinos y comunidades indígenas se establecían mediante el “compadrazgo”; a él recurrían los vecinos para conseguir mano de obra gratuita y los indígenas se aprovechaban de dicha institución para conseguir ayuda en pleitos a cambio de su apoyo clientelar. Figuras claves en este “compadrazgo" eran unos mediadores directos entre los partidos y las comunidades: el mandón, el corregidor, el párroco y los tinterillos. El mandón era una especie de “comunicador” que explica las consignas del partido. El corregidor era el responsable del cobro de contribuciones. Los párrocos se valían de su influencia espiritual y los tinterillos eran abogados a quienes los indígenas recurrían para ayuda legal, pero aún con todo este entramado, la historia social de Bolivia estuvo repleta de conflictos, porque no se había (ha) superado la esencial discriminación entre el criollo y sus afines y el indio…

(1)   “Caminantes entre dos mundos…”, 2006.
(2)   Militar venezolano y presidente de Bolivia.
(3)   En del departamento de Oruro, al oeste del país.
(4)   En la parte boliviana del lago Titicaca.
(5) Vive en una hacienda con permiso para explotar la tierra.


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