Lago Titicaca en Bolivia |
Los apoderados son una figura legal cuya misión
consistía en la defensa de las tierras arrebatadas a los indígenas por
gobiernos republicanos y terratenientes durante el siglo XIX. Pilar Mendieta
(1) ha estudiado esta figura y las funciones que desarrollaron apoyándose en
uno u otro partido según sus conveniencias. En este marco se produjo la
rebelión de Pablo Zárate Willka en 1899, llegándose a un conflicto armado de
grandes proporciones.
Mientras que los gobiernos criollos quisieron
llevar a cabo una política de privatización de las tierras comunales –antes en
manos de los indígenas- los indios lucharon por conservarlas y aquí el papel de
los apoderados. “El objetivo del trabajo –dice Pilar Mendieta- tiene como
finalidad explicar la dinámica de las alianzas entre los apoderados y los
sectores contarios a Mariano Melgarejo en 1871. Este militar fue presidente de
Bolivia entre 1864 y 1871, habiendo llegado a la más alta magistratura mediante
un golpe de estado que derrocó al general José María de Achá. “Su gobierno se
caracterizó por sus actitudes arbitrarias como, por ejemplo, su enemistad con
el ex presidente Manuel Isidoro Belzu al cual asesinó”.
Los apoderados de indígenas apoyaron a José
Manuel Pando, militar que llegaría a ser Presidente de Bolivia entre 1899 y
1904. La apelación a la justicia fue una de las armas de los indios y sus
apoderados, al mismo tiempo que la fuga, la resistencia pasiva y la conjura
armada (seguimos a la autora citada). La lucha indígena contra el poder
establecido venía de época colonial, pues al fin y al cabo son criollos
descendientes de europeos los que heredan el poder –en todo el sentido de la
palabra- de las autoridades españolas. El régimen republicano abolió las
figuras del cacique y el kuraka, estableciendo que la representación ante el
Estado debía ser individual, no colectiva, tal y como estaban organizados los
indios. La lucha por la tierra está en el núcleo de estos conflictos ya que esa
tierra fue pasando, más o menos rápidamente, a manos de ricos hacendados.
Ya Simón Bolívar, en 1824, intentó romper con
la integridad de la comunidad indígena estableciendo la propiedad individual de
la tierra (decreto de Trujillo) y aboliendo la propiedad comunal. Dicho decretó
quedó en suspenso pero el gobierno de Antonio José de Sucre (1826-1827) se
inspiró en él para su política fiscal (2), que también quedó en suspenso debido
a la oposición de gran parte de la población.
Simón López, indígena letrado de Poopó (3), fue
acusado de inclinar a los indígenas para que se opusiesen a la realización de
un catastro (1826) y los apoderados del grupo étnico Sacaca solicitaron que se
les librase de los impuestos por las ventas de sus productos. Se trata de una
lucha entre los que querían construir un estado basado en los principios del liberalismo
económico y quienes querían defender sus formas de vida tradicionales, al menos
en dicho plano económico. Más tarde –dice Pilar Mendieta- los apoderados de los
ayllus (comunidades) de Omasuyus (4) pidieron al gobierno que se les
devolvieran las tierras ilegalmente usurpadas en 1807 por el cacique Mariano
Titoatahuichi.
En 1874 el gobierno promulgó la ley de
Exvinculación por la que se decidía acabar con las comunidades indígenas, la
cual entró en vigor después de la guerra del Pacífico (1879-1880) con el
gobierno de Narciso Campero. Entonces las comunidades indígenas iniciaron en un
período de gran beligerancia y malestar, con muchos conatos de rebeldía. En un
memorial –dice Pilar Mendieta- que los apoderados dirigen al presidente de la República, señalan que
se nos mira “como seres de distinto género y muy semejantes a las bestias”, lo
cual quiere decir que el prejuicio sobre los indígenas por la clase dirigente
criolla no había desaparecido.
Según la autora, en las ciudades de La Paz y Oruro, donde el partido
liberal tenía más adeptos, las elites convivían de manera más cercana con los
aymara… pero no por ello menos racista. Sobre los aymara opinaban los liberales
que eran indefensos e ignorantes. El periódico “El Imparcial”, en 1889, publicó
lo siguiente: “Hay un ser infeliz, que ocupa el último escalón de nuestra
sociedad en la que desempeña el triste papel de esclavo: el pongo (5). No hay ser
más desgraciado que él, criado de los criados y esclavo de todos; tiene que
sufrir con estoica resignación los golpes de los amos y los insultos de sus
compañeros indio (sic) como él, pero superiores desde que mascullan el
castellano y visten de bayeta” (el subrayado es mío).
Una ley de 1883 eximió a las comunidades de las “revisitas” para que los funcionarios del Estado hiciesen mediciones de tierras que los indios consideraban suyas, pero solo en el caso de aquellas que hubiesen sido adquiridas en época colonial, lo que planteaba el problema de poder o no exhibir los títulos, labor en la que se esmeraron los procuradores acudiendo incluso a los archivos.
Una ley de 1883 eximió a las comunidades de las “revisitas” para que los funcionarios del Estado hiciesen mediciones de tierras que los indios consideraban suyas, pero solo en el caso de aquellas que hubiesen sido adquiridas en época colonial, lo que planteaba el problema de poder o no exhibir los títulos, labor en la que se esmeraron los procuradores acudiendo incluso a los archivos.
Pero las comunidades indígenas, según señala la
autora a la que sigo, no estaban tan cohesionadas como cabría pensar: hubo
diferencias entre sus miembros porque también había diferencias entre unos
individuos y otros. Existían quienes cultivaban una menor cantidad de tierra
que los llamados indios originarios. “He sido atacado por una turba de
indígenas encabezadas (sic) por Bruno Collque allanando a mano armada mi domicilio
en esta dicha mi excomunidad (Cota-Cota)”, dice uno.
Territorio de la población aymara |
En otro orden de cosas las relaciones entre
vecinos y comunidades indígenas se establecían mediante el “compadrazgo”; a él
recurrían los vecinos para conseguir mano de obra gratuita y los indígenas se
aprovechaban de dicha institución para conseguir ayuda en pleitos a cambio de
su apoyo clientelar. Figuras claves en este “compadrazgo" eran unos mediadores
directos entre los partidos y las comunidades: el mandón, el corregidor, el
párroco y los tinterillos. El mandón era una especie de “comunicador” que
explica las consignas del partido. El corregidor era el responsable del cobro
de contribuciones. Los párrocos se valían de su influencia espiritual y los
tinterillos eran abogados a quienes los indígenas recurrían para ayuda legal,
pero aún con todo este entramado, la historia social de Bolivia estuvo repleta
de conflictos, porque no se había (ha) superado la esencial discriminación
entre el criollo y sus afines y el indio…
(1) “Caminantes entre dos mundos…”,
2006.
(2) Militar venezolano y presidente de
Bolivia.
(3) En del departamento de Oruro, al
oeste del país.
(4) En la parte boliviana del lago
Titicaca.
(5) Vive en una hacienda con permiso para explotar la tierra.
(5) Vive en una hacienda con permiso para explotar la tierra.
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