Como cabe suponer, en la conquista y
colonización de América no todo fueron triunfos para los españoles y, más
tarde, otros europeos. Una de las zonas donde la resistencia indígena fue más
tenaz y duradera es la mitad sur del actual Chile, donde vivían mapuches,
huilliches y pehuenches. Los mapuches fueron llamados auca por los incas y
araucanos por los españoles. Los huillinches eran los mapuches del sur, donde
la tierra chilena se abre para que penetre en ella el océano. Los pehuenches
vivían en las alturas andinas, pero siempre en la zona central del actual
Chile.
Carlos Lázaro Avila (1) que cita a otros
autores, ha estudiado el trasiego entre españoles que fueron capturados por los
mapuches y los indígenas que fueron capturados por los españoles en una
frontera que no fue fácil traspasar a estos últimos durante varios siglos. La
mitad norte de Chile sí estuvo en manos españolas desde finales del siglo XVI
(Óñez de Loyola) pero Valdivia no consiguió avanzar más al sur desde su llegada
a mediados de la citada centuria y muerto en la batalla de Tucapel.
Las guerras con los españoles causaron, según
el autor citado, mermas en la tasa demográfica de los indígenas; los capturados
de uno y otro lado fueron sometidos a esclavitud en la mayor parte de los
casos, muchos fueron desnaturalizados forzosamente y en medio de estos fenómenos
no faltaron incursiones de corsarios y piratas ingleses y holandeses. El
conjunto llevó a los grandes levantamientos indígenas de 1598 y 1655, dándose
el caso de españoles, indígenas y mestizos que huyeron a territorio araucano
para intentar sobrevivir (hambre o evitar la justicia). Los españoles que
pudieron ser liberados tuvieron una complicada reincorporación y aceptación en
la sociedad de origen, considerados en algunos casos como desertores o mal
vistos por estar indianizados, y pocos fueron los que han dejado testimonio de
una experiencia favorable cuando fueron cautivos: el “Cautiverio feliz” de
Francisco Núñez de Pineda y la “Declaración de Fray Juan Falcón”, fraile
dominico que estuvo catorce años prisionero entre los mapuche. Otra minoría
fueron los negros, que habían sido llevados a la zona por traficantes de todo
tipo.
El cronista González de Nájera relata “el gran
desastre que se había producido en los asentamientos indígenas al sur del río Bío-Bío
tras la muerte de Óñez de Loyola" (sublevación de 1598). El Bío-Bío nace en las
alturas andinas para ir en dirección norte, después de varios giros, y
desembocar en el Pacífico, entre Concepción y San Pedro de la
Paz. Uno de los primeros testimonios sobre
capturas de españoles por indígenas es a partir de la batalla de Curalaba (al
norte de Valdivia), victoriosa para los mapuches, que inició la llamada guerra
defensiva de los españoles y una política de diplomacia con los mapuches.
También
está atestiguada la temprana captura de mujeres por parte de los mapuches, que
llevó a Fray Pedro de Sosa a escribir: “…teniendo en su poder más de
quinientas mujeres españolas nobles en tan miserable cautiverio, abusando de
ellas con tan grande infamia y afrenta nuestra”. No muy distinto a lo que ocurría
con los indígenas que caían en manos de españoles.
Los
mapuches ponían en práctica los “malones”, ataques rápidos de muchos guerreros y por sorpresa, pero no solo contra los españoles, sino contra otros pueblos indígenas.
En estos ataques capturaban también niños y ponían en práctica, como los
españoles en su caso, la dispersión de los prisioneros; pero no siempre se actuó
con crueldad. Según Lázaro Avila, hay ejemplos de trato humanitario: todavía en
época de Valdivia alguien escribió para el virrey del Perú: “un indio se mostró
agradecido que no haviéndose hallado en el cruel estrago, vino al día siguiente
preguntando por un niño i una niña, hijos de su encomendero que lo era el Coronel
Francisco del Campo, rescató los muchachos cogiéndolos en las ancas de su
cavallo los sacó a parage seguro y volvió a matar a los españoles”. Por su
parte, las autoridades españolas llegaron a elaborar listas de cautivos para su
posterior rescate, labor en la que participaron activamente los jesuitas.
Aunque
los historiadores ponen en duda las cifras que manejaban los conquistadores
españoles sobre cautivos, quizá para dar mayor dramatismo y/o heroísmo a sus
acciones, algunas fuentes hablan, para el año 1599, de una captura de 422
mujeres y niños, mientras que otros hablan de 600 mujeres cautivas de los
mapuches. El historiador Gabriel Guarda aporta el dato de, para 1664, 331
cautivos, entre los que había hombres, mujeres y 29 religiosos. Pero también
fueron cautivos negros, mestizos y yanaconas (siervos algunos de los cuales
eran negros). Los indígenas de Purén, asentados al sureste del lago Lanalhue,
eran especialmente belicosos, lo que costó a los españoles un enorme esfuerzo
para seguir con su política de diplomacia ante la imposibilidad de someter a
estos pueblos.
El río Bío-Bío, en la región fronteriza |
Los cautivos de los mapuche recibían el mismo
trato que los cautivos de los españoles: drásticos cambios de vida,
trabajos, “palos y bofetadas” según Fray Juan Falcón; en cuanto a las mujeres
con frecuencia se las desnudaba “diciéndoles viles afrentas sin que se
conmoviesen los bárbaros (oyendo lástimas, ruegos i lágrimas) [y] daban de
palos a la triste cautiva i decíanle: Señora, por qué no barres, por qué no
cocinas, por qué no vas a cortar leña” (relación para el Virrey del Perú). Se
integraba a los cautivos de manera forzosa y se les obligaba a hablar el mapudungun,
la lengua mapuche, de forma que los descendientes de estos cautivos llegaban a
no saber hablar castellano.
Los mapuches marcaban con hierro a los cautivos
y les obligaban a “arar, cavar y labrar la tierra”, pero en ocasiones recibían
buen trato, como es el caso –dice el autor al que seguimos- del desertor Gaspar
Álvarez, “que además de ser sombrerero sabía leer y escribir, por lo que era
utilizado por los mapuche para la concertación de los tratados de paz”. La
mujer cautiva cumplió un importante papel en la economía mapuche, pues
realizaba muchas labores productivas, ayudó a la introducción de cultivos que
mejoró la dieta mapuche y soportó un gran peso en las comunidades indígenas.
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(1) “Los cautivos en la frontera
araucana”. El mapa ha sido tomado de http://www.weichafe.cl/index.php?id_cms=12&controller=cms&id_lang=3
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