Manolo Florentino (1) ha hecho un estudio (entre otros de su especialidad) sobre las estrategias de los hacendados brasileños (concretamente de Rio de Janeiro) para garantizar a medio y largo plazo la pervivencia de mano de obra esclava cuando Inglaterra empezó a exigir -con todos los matices- el cese de la trata negrera entre África y América. El período que abarca su estudio es entre 1789 y 1850.
Lo primero que constata es el desequilibrio entre los sexos, siendo muchos más los esclavos varones que las mujeres, sin duda porque podían realizar los trabajos más duros. Esto trajo consigo la dificultad para garantizar la reproducción, a medio plazo, de esclavos suficientes para continuar con la explotación en las plantaciones. Se hacía necesario traer de África, sobre todo de Congo y Angola, más mujeres y, sobre todo, niños y adolescentes (de ambos sexos) para que a los pocos años pudiesen tener descendencia destinada a las plantaciones.
Si la esclavitud ha sido una institución deplorable (aunque ya sabemos que no debemos juzgar con criterios actuales mentalidades y actuaciones pretéritas) planificar la reproducción de los esclavos en el lugar de destino (en este caso Río de Janeiro) es el colmo de la degradación moral (al menos desde una perspectiva actual). Las sociedades africanas solían retener a las mujeres jóvenes para garantizar también la reproducción, un elemental sentido de supervivencia colectiva.
Entre los años 1789 y 1831el tráfico negrero entre África y Río de Janeiro fue en aumento excepto entre 1810 y 1815, probablemente por los disturbios napoleónicos. De unos 7.500 esclavos entre 1789 y 1791 hasta más de 30.000 entre 1830-1831. El autor citado hace el estudio para esclavos entre 15 y 40 años y para haciendas con veinte o más esclavos. El % de mujeres, sin embargo, fue en descenso durante el mismo período: del 55 al 30%.
Entre 1810 y 1831el tanto por ciento de niños (menores de 12 años) fue en aumento desde un 3 hasta un 10% en relación al total de negros llevados a Río desde África. En el mismo período, el % de mujeres en relación al total de adultos también aumentó: de un 21% a un 22 (mismo período). En cuanto al % de niños (en el mismo período) descendió drásticamente entre 1810 y 1815 para "recuperarse" desde un 2% a un 41 del total de africanos llevados a Río.
A principios de 1815 los británicos acordaron (u obligaron) con los portugueses que se debía abandonar el tráfico negrero al norte del Ecuador. Al mismo tiempo se confería a Inglaterra (sobre el papel a cualquier potencia) el derecho de apresamiento de negreros que actuasen al norte del Ecuador. El nuevo gobierno portugués, cuando parte de la familia real había huído a Brasil, no descartó seguir con el tráfico negrero, pues lo contrario arruinaría al país y significaría su suicidio político -dice Manolo Florentino. Debe tenerse en cuenta que con la ocupación napoleónica de la península Ibérica, los Bragança constituyeron en Brasil el "Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve". La reina María, el regente Juan y un buen número de nobles se pusieron a buen recaudo contra Bonaparte en la colonia.
El autor al que seguimos aporta otros datos interesantes para comprender el fenómeno que aquí estudiamos: las niñas menores de 14 años (meninas) los niños de las mismas edades (meninos) las mujeres adultas (entre 15 y 40 años) y los hombres adultos (mismas edades) experimentaron un aumento en el precio de sus personas como esclavos hasta más que quintuplicarlo entre 1810 y 1831, cuando el tratado entre Inglaterra y Portugal que puso término al tráfico negrero fue en 1826.
La adquisición de "meninos" a un precio creciente demuestra la "apuesta empresarial" por garantizar el trabajo de esclavos a medio plazo. La compra de "meninas" demuestra el interés empresarial por garantizar la reproducción de seres humanos destinados a la esclavitud (también a precio ascendente) y la adquisición de adultos permite ver la intención empresarial de garantizar al trabajo y la reproducción inmediata.
Un episodio que narra Florentino pone de manifiesto el desarraigo sufrido por los negros africanos llevados a Brasil (aparte la explotación inmisericorde a que fueron sometidos): a un negrero llamado Pedro Antônio se le escapó un esclavo que consiguió huir desde Brasil y regresar a África, posiblemente como marinero del navío "Mariana". "Aún rapaz [decía una carta consultada por el autor] el astuto Domingos [nombre del esclavo] era alto, marcado por la viruela... y tenía un defecto en un ojo". Pedro Antônio pidió la captura y reenvio de Domingos a Río, pero ofreció como opción su manumisión a cambio de tres o cinco "moleques" (niños). No sabemos la suerte de Domingos pero sí la de miles de esclavos que dejaron sus vidas jóvenes en América: un esclavo, si pasaba de los treinta años, era viejo para lo que de él se esperaba.
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(1) "Uma lógica demográfica elástica: o abolicionismo britânico e a plantation escravista no Brasil..."
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