miércoles, 29 de julio de 2015

La guerra de Arauco (1)

Yanaconas (imagen tomada de (tarifawilsoninternacional.blogspot.com.es/2013/05/yanaconas-y-mitayos-colonia-e-imperio.html)

De los pueblos indígenas de América que más resistieron a la dominación española están los de la mitad sur de Chile, los araucanos, que en realidad eran un conjunto de pueblos con denominaciones y establecimientos distintos en aquellas regiones. Los más conocidos son los mapuches, pero también colaboraron con ellos los pehuenches, picunches, huillinches, promaucaes y otros.

Cuando los españoles llegaron a la zona en la primera mitad del siglo XVI, con Almagro a la cabeza y luego con Valdivia, sufrieron no pocas derrotas, si bien los historiadores notan una diferencia entre el trato dado a los indígenas por el primero (más cruel) y el segundo. La primera incursión fue en el año 1535, provocándose una serie de choques armados que, al prolongarse en el tiempo dio ocasión a que el jesuita Diego de Rosales y el también clérigo Juan Ignacio Molina más tarde, hablasen del “Flandes Indiano”, en referencia a la prolongada lucha que la monarquía española tuvo que librar en Europa.

Rosales vivió durante el siglo XVII y nos ha dejado una “Historia general del reino de Chile”. Estuvo en Chile, concretamente en la Araucanía, desde 1629 y fue capellán de un ejército español, lo que le permitió ver los acontecimientos en primera línea. Como otros clérigos españoles aprendió la lengua mapuche, el mapudungun, lo que le permitió participar en la política inspirada por los jesuitas de no hacer la guerra total contra los indígenas, sino parlamentar sobre lo que se deseaba por parte de los españoles. Tal política, después de una década más o menos, resultó un fracaso, pues se volvió a la guerra.

Juan Ignacio Molina fue un criollo, pues nació en Chile, en la región central del río Maule, dejándonos importantes informaciones sobre historia, geografía y naturaleza, viviendo entre los siglos XVIII y XIX. Puede decirse que fue un ilustrado que donó sus bienes para la fundación de una biblioteca en la ciudad de Talca, región del río Maule.

Pedro de Valdivia, que hoy se tiene como el fundador del Chile criollo, consiguió establecer una frontera (en realidad una amplia región) cuyo límite estaba en el río Biobío, hasta que se produjeron las grandes sublevaciones indígenas de 1553, cuando Valdivia perdió la vida, y 1598, cuando la perdió el gobernador Oñez de Lozoya, abandonando los españoles la mayor parte de los asentamientos en dicha frontera (según Lázaro Avila). Las derrotas fueron de tal calibre que los españoles mostraron un cierto desinterés por ocupar aquel territorio tan bien defendido por los indígenas, comenzando entonces la captura de esclavos que llevó a los jesuitas a proponer aquella política de “parlamentos” de la que hemos hablado.

Valdivia contó con la colaboración de Manco Inca (Manco Cápac II) y los españoles le nombraron “emperador inca”, en realidad una ficción porque los españoles no renunciaron a dominar las regiones de su mando. De nada le sirvió aquella colaboración porque terminó siendo víctima de los españoles en 1544. Los territorios recorridos por Valdivia y sus huestes habían pertenecido a los incas, pero cuando avanzaron más al sur tuvieron que enfrentarse a los promaucaes (cuyo nombre ya significa en lengua quechua salvaje). Estos indígenas formaban parte del grupo de los picunche, habitantes entre los ríos Maipo y Maule.

Valdivia, por su parte, había cometido abusos contra los indígenas del valle de Coquimbo, bajo dominación inca (región costera en el centro-norte de Chile) y así hizo cuando avanzó más al sur. La intención militar era llegar a controlar el estrecho de Magallanes, hostigado por corsarios holandeses e ingleses. La otra intención era el oro, del que se tenía información por los “cateadores” incas: lavaderos de Marga-Marga, cerca de Santiago, y minas al sur del río Maipo, Quilacoya (en Concepción), La Imperial, Valdivia y Villarrica (denominaciones posteriores). Antes de todo esto Valdivia había tenido que recorrer el desierto de Atacama y, más al sur, fundó la que sería capital, Santiago del Nuevo Extremo. Para ello contó con la colaboración de algunos mitimaes cuzqueños (avanzada inca para defender fronteras, entre otras funciones). Es el momento en que empezamos a tener noticia del cacique Michimalonko, jefe de los mitimaes y al servicio de Francisco Pizarro.

Viéndose jefe pero sometido a los españoles, que cometían no pocos abusos, Michimalonko se levantó al frente de los picunches contra aquellos (1541). Con los españoles colaboraron yanaconas, siervos incas, que consiguieron derrotar al cacique picunche, el cual se retiraría para volver a Chile años más tarde y firmar la paz, quizá comprendiendo que no quedaba otro remedio que “convivir” con los españoles. 
-----------------
Fuente: "La transformación sociopolítica de los araucanos", Lázaro Avila.

No hay comentarios:

Publicar un comentario