Yanaconas (imagen tomada de (tarifawilsoninternacional.blogspot.com.es/2013/05/yanaconas-y-mitayos-colonia-e-imperio.html) |
De los pueblos indígenas de América que más
resistieron a la dominación española están los de la mitad sur de Chile, los
araucanos, que en realidad eran un conjunto de pueblos con denominaciones y establecimientos distintos en aquellas regiones. Los más conocidos son los mapuches,
pero también colaboraron con ellos los pehuenches, picunches, huillinches,
promaucaes y otros.
Cuando los españoles llegaron a la zona en la
primera mitad del siglo XVI, con Almagro a la cabeza y luego con Valdivia,
sufrieron no pocas derrotas, si bien los historiadores notan una diferencia
entre el trato dado a los indígenas por el primero (más cruel) y el segundo. La
primera incursión fue en el año 1535, provocándose una serie de choques armados
que, al prolongarse en el tiempo dio ocasión a que el jesuita Diego de Rosales
y el también clérigo Juan Ignacio Molina más tarde, hablasen del “Flandes Indiano”, en
referencia a la prolongada lucha que la monarquía española tuvo que librar en
Europa.
Rosales vivió durante el siglo XVII y nos ha
dejado una “Historia general del reino de Chile”. Estuvo en Chile,
concretamente en la
Araucanía, desde 1629 y fue capellán de un ejército español,
lo que le permitió ver los acontecimientos en primera línea. Como otros
clérigos españoles aprendió la lengua mapuche, el mapudungun, lo que le
permitió participar en la política inspirada por los jesuitas de no hacer la
guerra total contra los indígenas, sino parlamentar sobre lo que se deseaba por
parte de los españoles. Tal política, después de una década más o menos,
resultó un fracaso, pues se volvió a la guerra.
Juan Ignacio Molina fue un criollo, pues nació
en Chile, en la región central del río Maule, dejándonos importantes
informaciones sobre historia, geografía y naturaleza, viviendo entre los siglos
XVIII y XIX. Puede decirse que fue un ilustrado que donó sus bienes para la
fundación de una biblioteca en la ciudad de Talca, región del río Maule.
Pedro de Valdivia, que hoy se tiene como el
fundador del Chile criollo, consiguió establecer una frontera (en realidad una
amplia región) cuyo límite estaba en el río Biobío, hasta que se produjeron las
grandes sublevaciones indígenas de 1553, cuando Valdivia perdió la vida, y
1598, cuando la perdió el gobernador Oñez de Lozoya, abandonando los españoles la
mayor parte de los asentamientos en dicha frontera (según Lázaro Avila). Las
derrotas fueron de tal calibre que los españoles mostraron un cierto desinterés
por ocupar aquel territorio tan bien defendido por los indígenas, comenzando
entonces la captura de esclavos que llevó a los jesuitas a proponer aquella
política de “parlamentos” de la que hemos hablado.
Valdivia contó con la colaboración de Manco
Inca (Manco Cápac II) y los españoles le
nombraron “emperador inca”, en realidad una ficción porque los españoles no
renunciaron a dominar las regiones de su mando. De nada le sirvió aquella
colaboración porque terminó siendo víctima de los españoles en 1544. Los territorios
recorridos por Valdivia y sus huestes habían pertenecido a los incas, pero
cuando avanzaron más al sur tuvieron que enfrentarse a los promaucaes (cuyo
nombre ya significa en lengua quechua salvaje). Estos indígenas formaban parte
del grupo de los picunche, habitantes entre los ríos Maipo y Maule.
Valdivia, por su parte, había cometido abusos
contra los indígenas del valle de Coquimbo, bajo dominación inca (región
costera en el centro-norte de Chile) y así hizo cuando avanzó más al sur. La
intención militar era llegar a controlar el estrecho de Magallanes,
hostigado por corsarios holandeses e ingleses. La otra intención era el oro,
del que se tenía información por los “cateadores” incas: lavaderos de Marga-Marga,
cerca de Santiago, y minas al sur del río Maipo, Quilacoya (en Concepción), La Imperial, Valdivia y
Villarrica (denominaciones posteriores). Antes de todo esto Valdivia había
tenido que recorrer el desierto de Atacama y, más al sur, fundó la que sería
capital, Santiago del Nuevo Extremo. Para ello contó con la colaboración de
algunos mitimaes cuzqueños (avanzada inca para defender fronteras, entre otras
funciones). Es el momento en que empezamos a tener noticia del cacique
Michimalonko, jefe de los mitimaes y al servicio de Francisco Pizarro.
Viéndose jefe pero sometido a los españoles,
que cometían no pocos abusos, Michimalonko se levantó al frente de los
picunches contra aquellos (1541). Con los españoles colaboraron yanaconas,
siervos incas, que consiguieron derrotar al cacique picunche, el cual se
retiraría para volver a Chile años más tarde y firmar la paz, quizá
comprendiendo que no quedaba otro remedio que “convivir” con los españoles.
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Fuente: "La transformación sociopolítica de los araucanos", Lázaro Avila.
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