lunes, 31 de agosto de 2015

La antigua Esparta

Dice Jesús Cepeda Ruiz (1) que la polis de Esparta es difícil de encuadrar entre las ciudades griegas de la época. En primer lugar no tuvo muralla hasta muy tarde, no contó con un núcleo urbano concentrado, sus edificios no fueron monumentales como los de otras poleis griegas y no se ha encontrado su necrópolis. Esparta se encontraba en un valle regado por el río Eurotas y entre los montes Parnon y Taygeto. Los primeros al este de Laconia hasta el punto de que los atenienses podían verlos; los segundos tienen una altura máxima de 2.410 metros. Esparta se valió de un puerto algo alejado, Gytheon, cerca de la desembocadura del Eurotas.

El mismo autor –con otros- dice que la sociedad espartana no fue austera e incluso sus mujeres gozaron de una libertad que no tenían otras griegas. Teodoro de Samos trabajó en Esparta, e igualmente Rhoikos, que también era de Samos; Baticles de Magnesia, por su parte, construyó el trono de Apolo en Amiclas por encargo de los espartanos. Este núcleo de población está al sur de Esparta y fue quizá el más importante de la polis. Por otra parte, en distintos santuarios de Esparta se han encontrado objetos votivos de marfil e iconografías que demuestran intercambio comercial. Interés especial tenían los certámenes musicales celebrados en Esparta durante el período arcaico y en Atenas hubo grupos filoespartanos, prueba de que la polis ejercía influencia fuera de ella.
 
Cepeda Ruiz señala que gran parte de las fuentes literarias que nos hablan sobre Esparta son de no espartanos. Excepciones son Alcman, poeta del siglo VII a. de C., y Tirteo, del cual se duda si era espartano o no, pues algunos dicen que había nacido en la península de Anatolia, desarrollando su labor poética en la segunda mitad del mismo siglo. El ateniense Jenofonte, que vivió entre los siglos V y IV a. de C., participó en la batalla de Coronea al lado de los espartanos y vivió en Élide (noroeste del Peloponeso) siendo educados sus hijos en Esparta. 
 
Ya a finales del siglo XVIII se realizaron algunos trabajos sobre la población de Mistras, ciudad fortificada en Morea. En el siglo XIX se estudió la acrópolis de Esparta, así como el teatro de Amiclas. Cerca de Esparta se encontraron los santuarios de Ártemis Issoria y el de Ártemis Ortia. En este se celebraban rituales comunes a las cuatro poblaciones que constituyeron Esparta, donde se ha encontrado cerámica del estilo geométrico (s. IX a. de C.). Había un altar rectangular y en el siglo VIII a. de C. un témenos (espacio consagrado a un dios). Se conoce la existencia de dos templos, el segundo construido en el siglo VI a. de C.
A finales del siglo XIX se excavó Vafio y dio materiales de la edad del bronce (cerca de Esparta) además de tumbas de planta circular. En una de ellas se han encontrado dos copas de oro (Museo Arqueológico Nacional de Atenas) decoradas con relieves representando escenas con toros. Se datan en época micénica y quizá fueron obra de cretenses. Luego se excavó en la acrópolis de Esparta un santuario de Atenea Calcieco y el templo de Apolo en Amiclas y el de Zeus Mesapo, pero Tucídides nos ha dicho que la polis de Esparta no disponía de edificios monumentales como sí conocemos en el caso de Atenas. 
 
Homero dice en “La Ilíada” que cuando se produjo la guerra de Troya (siglos XIII-XII a. de C.) el valle del Eurotas estaba unido bajo un poderoso reino cuya capital era Esparta, pero la arqueología no confirma esto. En aquellos momentos se produjo la primera oleada de dorios que invadieron Pilos (en el extremo suroeste del Peloponeso), Micenas y Lacedemonia. La arqueología nos dice que en el siglo XIII a. de C. cuatro aldeas o poblaciones se encontraban donde luego existió Esparta: Terapne, Amiclas, Pharis y Bryseai, que fueron destruidas en torno a 1200 a. de C., probablemente por los dorios. En torno a 1000 a. de C. hubo otra invasión doria que confirma Tirteo para el caso de Esparta, aunque este escribe en el siglo VII a. de C. y luego Herodoto. Esta segunda incursión estuvo formada por una “elite” guerrera, imponiéndose la lengua y religión dorias.
  
En el siglo X a. de C. Esparta estuvo gobernada ya por una diarquía, en realidad un reino lacedemonio-micénico, pero la fundación de Esparta como polis ha de situarse en el siglo VIII a. de C. y a diferencia de otras griegas, aquí no se dio la centralización de edificios públicos. Para esta época cuatro obai (aldeas) ya existían: Pitana, Mesoa, Cinosura y Limnai, que terminaron uniéndose, primero dos entre sí y luego las otras dos, que aportarían, respectivamente, los reyes agiadas y europóntidas y de ahí la diarquía. Luego vino la expansión territorial con las guerras mesenias, la primera a mediados del siglo VIII a. de C. Por su parte, Amiclas tuvo importancia por el festival que allí se celebraba, las Jacintas y quizá por eso haya habido intentos separatistas por parte de esta población, así como un desarrollo urbanístico atípico en relación al resto del mundo griego antiguo, pues Amiclas lo tuvo más definido. Junto a los mesenios, vencidos, la otra gran enemiga de Esparta fue Argos. 

Uno de los vasos de Vafio
Esparta no fue una ciudad-estado como las demás griegas; en realidad se trató de una agrupación de obai, siendo así que el conjunto no disponía de muros ni tan siquiera para proteger la acrópolis. En época helenística, sin embargo, se construyeron unas murallas en el siglo II a. de C, un siglo desupués de la derrota en la batalla de Leuctra contra Tebas (371 a. de C.) al sur de Beocia, pero aún así Amiclas quedó fuera del recinto amurallado. Esto ha sido objeto de debate por los especialistas, desde los que dicen que los periecos estaban situados en las fronteras, sometidos por los espartanos pero con más derechos que los ilotas, lo que no sirvió para evitar la invasión tebana de 370-369 a. de C. Otros señalan que los santuarios construidos en torno a Esparta servirían para que los dioses protegiesen a los habitantes. Pausanias y Estrabón relatan una serie de ceremonias en esos santuarios consistentes en dejar en ellos a unas doncellas aisladas de la sociedad, allí tendrían una "muerte" ritual y un "renacer" como mujeres preparadas para el matrimonio.

Lo más creíble es que Esparta se valiese de la geografía para defenderse, pues está rodeada de montañas por tres partes y el mar por el sur; si por otra parte, una y otra vez pasaban los períodos en los que las doncellas de los santuarios volvían para ser tomadas como esposas y Esparta no había recibido ataque alguno, ello sería convicción suficiente de que los santuarios cumplían su función. Habrá que esperar a que los ejércitos mejoren en sus capacidades para que las montañas que rodean a Esparta sean atravesadas, pero mientras tanto esa polis permaneció sin murallas durante seis siglos.

Debe tenerse en cuenta también que Esparta contó siempre con uno de los ejércitos más poderosos del mundo griego, sobre todo en tierra, por lo que fue temida no pocas veces, incluso por los persas. Ello posibilitó que Esparta se extendiese en territorio mucho más que otras poleis griegas, hasta que llegó el tebano Epaminondas (369 a. de C.) convirtiendo a su polis en hegemónica, precisamente a costa de Esparta, que dominaba Tebas hasta ese momento.

(1) “La ciudad sin muros: Esparta durante los períodos arcaico y clásico”.

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