Cuenca del río Neuquén |
La investigación de Carla Manara (1) pone de manifiesto que,
tras la independencia de las colonias españolas en América, las clases
dirigentes criollas siguieron con la conquista de territorios que habían
quedado alejados de los centros de decisión (Santiago, Buenos Aires y otros) de
forma que los criollos con grandes intereses económicos intentaron continuar
con el aprovechamiento de las riquezas indígenas pero no ya en nombre de la
monarquía española, sino de las haciendas particulares o de las repúblicas
chilena y argentina, en este caso.
En los valles de la cordillera andina, entre los paralelos de
Santiago y Valdivia, tanto en el actual territorio chileno como argentino,
vivían (y quizá viven) comunidades o parcialidades indígenas conocidas como
pehuenches, que habían desarrollado, a la altura de la segunda mitad del siglo
XIX, una importante ganadería (menos importante la agricultura) a base de
ponerse de acuerdo con hacendados chilenos, algunos de los cuales llegaron a
tener importantes puestos en el ejército y el estado. En Argentina el
territorio pehuenche se corresponde, grosso modo, con las provincias de Neuquén
y Mendoza; al este quedan las Pampas y al sudeste el norte de Patagonia. Según
Carla Manara, los indígenas de estas regiones, junto con los de la Araucanía,
habían mantenido su autonomía, tanto de la monarquía hispana como de las
posteriores autoridades republicanas.
Como el aprovechamiento de los valles andinos y el
establecimiento de circuitos comerciales que abastecían a los principales
centros urbanos, implicaban a territorios que las autoridades argentinas
consideraron suyos, de ello se hico eco la prensa y, por lo tanto, la opinión
pública, con lo que el conflicto entre dos estados de reciente creación estuvo
servido. La pretensión de acceder a espacios “frontera adentro” generó
intereses en común y ello fue en perjuicio de los pehuenches, entre otros
indígenas.
La autora estudia la zona de Varvarco, uno de los principales
puntos del dominio pehuenche al noroeste de la actual provincia argentina de
Neuquén. De esta zona eran los hermanos Pincheira, que dirigieron una guerrilla
a favor de la monarquía española en la época de la independencia de las
colonias americanas. Sus actividades se centraron en Chillán (Chile) y Menzoza
(Argentina) entre otras ciudades.
Ya la política borbónica, en el siglo XVIII, había intentado
controlar las “fronteras” donde habitaban pueblos no sometidos al poder
realista, hasta el punto de que, creados los virreinatos, las autoridades de
estos no habían conseguido controlar los territorios más apartados de los
grandes centros de decisión. En uno de esos espacios apartados, entre
Araucanía, Pampas y Patagonia, vivían los pehuenches, que se aliaban a uno u
otro en conflicto para sobrevivir. Esto continuó con las rivalidades entre
criollos chilenos y argentinos en el proceso de formación de sus respectivas
repúblicas y a finales del siglo XIX ambos estados emprenderán, casi al mismo
tiempo, las últimas campañas militares “contra las parcialidades nativas
autónomas”.
La autora a quien seguimos ha estudiado los testimonios de
los militares Manuel Olascoaga (argentino) y el chileno Benjamín Vicuña,
empeñados en justificar la conquista de la frontera pehuenche. Olascoaga no fue
un militar cualquiera, sino también ingeniero, explorador e intelectual, y
estuvo involucrado en las luchas civiles durante la construcción del estado
argentino. Como criollo participó en la llamada “campaña del desierto” para
someter a los indios (pehuenches y otros). Benjamín Vicuña también participó en
las luchas civiles de Chile siendo condenado a muerte, pero consiguió escapar y
se exilió. Viajó por Estados Unidos, Inglaterra y otros países americanos,
completando así su formación intelectual y como historiador. Cuando pudo
regresar a Chile siguió involucrado en las controversias políticas y participó
en la revolución de 1858, siendo desterrado por ello. Más tarde volvió a Chile
y ocupó cargos parlamentarios.
Los indígenas vivían
en grupos pequeños formando tolderías o conjunto de toldos para resguardarse en
torno a los ríos Reñileuví (afluente del Neuquén), Curileiví, Neuquén y
Varvarco. El valle del río Reñileuví era el camino más usual para comunicar las
poblaciones de Chillán, Tucapel (en la
provincia de Biobio) y Los Ángeles.
Otras fuentes a las
que acude Carla Manara son Bernard Havesadt, jesuita de nacionalidad alemana,
autor de una de las primeras gramáticas de la lengua mapuche, el mapudungun.
Excelente políglota, exploró el sur de Chile a mediados del siglo XVIII. Pedro
Espiñeiras nació en el actual municipio de Val do Dubra, al noroeste de
Santiago de Compostela, llegando a ser obispo de Concepción (Chile). Como
franciscano estuvo en Chillán y allí en contacto con los pehuenche.
Como ya ocurriera a principios del siglo XVII en la frontera
de Arauco, Chile, en el siglo XIX también se dieron “parlamentos” entre los
caciques pehuenches y las autoridades chilenas y argentinas, pero esto no evitó
los avances militares del coronel Olascoaga, por Argentina, y Vicuña por Chile,
hasta que dichos estados consiguieron la conquista definitiva de la frontera
pehuenche y de otros pueblos indígenas. El coronel Julio Roca, más tarde, llevó
a cabo en nombre de Argentina la “campaña del desierto” (1879); se trata de un
militar y luego presidente de Argentina representante del conservadurismo
criollo a partir de la década de 1880. Tanto para Chile como para Argentina se
trataba de dar fin al “problema indígena”, que consideraban un estorbo para
construir el estado nacional por las clases dirigentes concebido. Chile, por su
parte, llevó a cabo la “pacificación de la Araucanía”, con el conflicto de límites, a partir
de 1881, entre dicho estado y Argentina.
Carla Manara señala que “a partir de los movimientos
insurgentes, los sucesivos gobiernos de Chile como los de Argentina debieron
enfrentar el desafío de diversas poblaciones indígenas resistentes que
continuaban dominando las extensas tierras del sur, es decir, la Araucanía y la
Patagonia respectivamente”. Una de las zonas más conflictivas fue la de
Valvarco, centro del territorio pehuenche, hoy al noroeste de Neuquén. Estas
tierras formaban parte de una región más amplia ocupada por otros grupos
pehuenches, al sur de Mendoza y las cuencas de los ríos Curileivú y Reñileuvú.
Estas regiones eran vitales para el funcionamiento del tráfico mercantil desde
hacía tiempo y desde tiempo atrás eran los pehuenches los dueños de esos
valles.
De todas formas se había dado una convivencia entre
indígenas, blancos y mestizos, por lo tanto había asentamientos históricos que
los gobiernos chileno y argentino pretendían desarmar. Según la autora a la que
seguimos este tipo de relaciones interétnicas se habían ido afianzando en el
largo plazo de la política pactista de los Borbones a partir de 1780 y ya los
virreyes habían puesto su mirada en el territorio pehuenche. A través de
parlamentos con los caciques aquellos fueron logrando permisos de tránsito y de
circulación, además de viajes de exploración científica “tierras adentro”. A
cambio, los pehuenche recibían ayuda militar contra sus tradicionales enemigos
huillinches.
La investigación de Carla Manara aclara más la visión que
tenemos sobre la dominación de los pueblos indígenas del cono sur americano,
primero por la monarquía española, que no consiguió todos sus objetivos, pues
quedaron territorios y pueblos al margen, y después por los estados
independientes de Chile y Argentina, que en manos de criollos, se vieron
obligados a seguir una conquista a la que se resistieron diversos pueblos
indígenas. También este estudio contribuye a darnos una idea certera sobre las
dificultades para completar el territorio actual de los dos estados citados.
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(1) "La disputa por un territorio indígena. Argentina y Chile tras Varvarco (siglo XIX)", 2013.
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