viernes, 14 de agosto de 2015

Los criollos se pelean

Audiencias en la América española
(http://chrismielost.blogspot.com.es/2011/07/en-el-segundo-centenario-de-la_03.html)

En un intenso trabajo (1) Jaime E. Rodríguez señala que la independencia de las colonias españolas de América, a principios del siglo XIX, no fue un movimiento anticolonial, sino una más de las manifestaciones de cambio desde el Antiguo Régimen a la formación de los estados modernos. Se habían ido produciendo una serie de cambios tanto económicos como sociales que posibilitaron la independencia, pero gran parte del Antiguo Régimen, después de 1808, quedó intacto. El cambio se produjo lentamente, como en España, y no hubo una ruptura drástica.
 
El autor citado indica que las naciones no existían en América, sino que fueron creadas y los nuevos países fueron reflejo de las instituciones, tradiciones y prácticas del pasado. Las condiciones locales determinaron el rumbo y la medida del proceso de transformación. En Nueva España, Nueva Granada y el virreinato del Perú existían provincias con personalidad arraigada, con aspiraciones propias, a las que fue difícil o imposible integrar en los estados nacionales que algunos dirigentes militares y civiles quisieron. Las Audiencias existentes también habían arraigado suficientemente como para que presentasen sus reivindicaciones a la hora de los cambios institucionales y territoriales; a escala menor estaban los cabildos y las intendencias.
 
A finales del siglo XVIII las posesiones de la monarquía española abarcaban desde Alaska hasta el cabo de Hornos. Casi todo el Caribe era español y la América atlántica desde la banda Oriental (actual Uruguay) hasta el extremo sur. La identificación regional se vio fortificada por la introducción del sistema de intendencias a finales del siglo XVIII. Las economías de Nueva España, Guatemala, Nueva Granada, Quito, Perú y el Alto Perú eran muy complejas: agricultura comercial y de plantación, industria (textiles y otras artesanías), minería… pero con una gran diversidad económica entre unas regiones y otras.
 
En cuanto a la población, incluyendo Filipinas (que dependía de Nueva España), la América española contaba con unos 13,6 millones de habitantes (1800), casi la mitad de los cuales residían en la Nueva España. Era una población multirracial, pero era la clase y no la etnia lo que diferenciaba a unos individuos de otros. Había importantes núcleos urbanos; el campesinado era fundamentalmente indígena, pero también había mestizos, criollos y negros. Los indios vivían en aldeas comunales (repúblicas de indios) a las que se concedían privilegios especiales pero también obligaciones (el tributo). Los que se integraban en la sociedad urbana abandonando el campo dejaban de ser “indios” en el sentido social del término (no así en el sentido étnico, claro está).
 
En las regiones tropicales es donde estaban en su mayoría los negros, tanto esclavos como libres, y las tensiones contra los grupos dirigentes surgieron con fuerza sobre todo a partir de la revolución haitiana de 1804, la primera de América latina y que consiguió abolir la esclavitud en la colonia francesa y la independencia de Haití, aunque en 1791 se había producido una revuelta de esclavos –entre otras muchas- en Santo Domingo. Pero cuando España y Portugal fueron invadidas por los ejércitos napoleónicos, la reacción en América fue unánime contra los franceses. Bolívar dijo más tarde que “todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España” (2). El acuerdo que las elites entendieron tenían era, sin embargo, con el rey, no con España como nación, por lo tanto cada uno de los reinos de América tenía al rey de España como nexo, tal y como dejó escrito Fray Servando Teresa de Mier, un criollo de Monterrey (México) que participó en las Cortes de Cádiz. 
 
Según el autor al que sigo, la Constitución de 1812 fue más bien un estatuto para el mundo hispánico y de hecho el papel de los diputados americanos en Cádiz fue central, proponiendo ellos la formación de Diputaciones Provinciales. También contribuyeron a que se abolieran las instituciones señoriales, la Inquisición, el tributo indígena y el trabajo forzado. A la altura de 1814 prácticamente toda la América española, salvo el aislado Río de la Plata, estaban aún bajo control de los funcionarios reales, pero en 1817 se reanudó la guerra en Nueva Granada, de forma que ejércitos combinados de lo que serían Colombia y Venezuela, derrotaron al ejército del rey en Boyacá, a orillas del río Magdalena y al noroeste de Bogotá. 
 
Cuando en España se restaura la Constitución en 1820, en América se dieron respuestas diversas: Nueva España y Guatemala restablecieron el sistema constitucional y sus diputados en las Cortes de 1821 propusieron la creación de tres reinos americanos gobernados por príncipes españoles aliados a la Península. Pero la mayoría española en las Cortes rechazó la propuesta y entonces los dirigentes de Nueva España decidieron independizarse. La América central también declaró su independencia y se unió al imperio mexicano. 
 
En Suramérica se vivieron experiencias diferentes pero sus estructuras políticas se basaron en la Constitución de 1812. Los diputados de América del sur no participaron en la revolución hispánica. A partir de ese momento los conflictos empezaron a surgir al determinar las fronteras nacionales. Pero es curioso que la mayoría de los hispanoamericanos, incluyendo al gran campesinado indígena en las repúblicas de indios, favorecían las monarquías constitucionales; además, sus grupos dirigentes preferían un legislativo fuerte, con más poder que el ejecutivo, lo contrario que los militares, Bolívar en primer lugar.
 
El regionalismo, expresado por la determinación de las provincias para gobernarse a sí mismas, demostró ser un obstáculo fundamental en la consolidación nacional. Los nuevos gobiernos, con la excepción de Paraguay, no tenían el control de sus tierras. En la mayoría de los casos, con la excepción de Nueva España, las guerras civiles surgieron cuando las ciudades capitales intentaron imponerse ante las provincias y estas fueron las que –por medio de sus dirigentes, una minoría- defendieron fuertes poderes legislativos, mientras que los representantes de las capitales eran partidarios del predominio del ejecutivo. No es extraño porque de las grandes capitales surgían los hombres fuertes de la independencia.

El río Magdalena a su paso por Boyacá

Aunque Venezuela, Cundinamarca, Paraguay y la América mexicana fueron las primeras en declararse independientes… todas las regiones, inclusive aquellas que reconocían a Fernando VII como su soberano, insistieron en tener su propio gobierno. En 1810 los porteños organizaron una Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre de Fernando VII y sus legítimos sucesores, lo que quiere decir que el proceso independentista estuvo lleno de incertidumbres. Por su parte, el aislado Paraguay tenía poco en común con los porteños. Charcas, que había caído bajo el control del virrey del Perú después de 1809, consideró a Buenos Aires una amenaza y los intereses de las provincias del interior del Río de la Plata, como Córdoba, Salta, Tucumán, Mendoza y San Juan, chocaban con los de Buenos Aires. Dado que aquellas regiones dependían de su comercio con el Alto Perú y Chile solicitaron protección para sus productos, mientras que los porteños insistieron en el libre comercio.

Las tropas de Buenos Aires fueron incapaces de vencer a los movimientos regionalistas, aunque este territorio se encontraba relativamente a salvo de las fuerzas realistas. Una expedición militar en 1810 para recuperar el control del Alto Perú, estableció un patrón de conquista que frustró los esfuerzos de Buenos Aires por mantener la integridad territorial del Río de la Plata, pero en agosto de aquel año soldados de Buenos Aires arrollaron Córdoba y después de hacer prisioneros a algunos dirigentes, incluyendo a Liniers (3), los ejecutaron. Luego el ejército porteño tomó Salta, Tucumán y el altiplano de Charcas; en noviembre derrotó a las tropas realistas en Suipacha (4), siendo el primer triunfo argentino a favor de su independencia. 

El comandante porteño, Juan José Castelli, instituyó entonces un reino de terror en Charcas. Arrestó a las autoridades reales y las ejecutó, como había hecho en otras ocasiones. Los soldados porteños -dice Jaime E. Rodríguez- se comportaron como ejército conquistador; asaltaron, robaron y mataron ciudadanos inocentes a voluntad. Dichas atrocidades contribuyeron al posterior éxito realista y a la derrota porteña. Luego Castelli se enfrentó a un ejército realista en Huachi, al norte de la actual Bolivia, pero fue derrotado y su ejército huyó. 

Al igual que Charcas, Paraguay se mantuvo fuera del dominio de Buenos Aires, pero los porteños respondieron a esto con la fuerza. La Junta Provisional nombró a Miguel Belgrano para dirigir la operación militar a Montevideo pero los paraguayos derrotaron a su ejército en 1811. Tras una segunda derrota en Tacuarí (al sur del actual Paraguay) los porteños se retiraron. 

Suipacha, al sur de Bolivia
José Gaspar Rodríguez de Francia, al frente de Paraguay, llegó a proponer una confederación del Río de la Plata en la que todas las provincias gozarían de igualdad, pero Buenos Aires no lo aceptó y, viéndose aquel país amenazado tanto por este como por Brasil, en 1813 proclamó su independencia. Poco después Francia fue nombrado dictador perpetuo y Paraguay estuvo aislado hasta su muerte en 1840.

El actual Uruguay –la Banda Oriental- estuvo a favor del ejército realista cuando en 1811 Francisco Xavier Elío (5) arribó a Montevideo en calidad de virrey del Río de la Plata, buscando la ayuda de Brasil para luchar contra Buenos Aires, pero los uruguayos, poco a poco, le fueron negando su apoyo. Aquí jugó un importante papel José Gervasio Artigas, un militar criollo que había estado en España hasta 1810. Un grupo de estancieros reunieron en 1811 a unos doscientos gauchos a orillas del río Asencio iniciando así la lucha contra los realistas, pero como Artigas pidiera ayuda a los porteños y estos no se la prestaron, los realistas volvieron a controlar Montevideo.

Artigas se refugió en Entre Ríos con miles de independentistas para escapar de un ejército portugués que, desde Brasil, acudía en ayuda de los realistas españoles, pidiendo entonces Buenos Aires ayuda a Gran Bretaña. El intento de la ciudad porteña de incorporar Uruguay a su soberanía hizo que Artigas rompiera con ella, mientras los realistas se rendían, tras un largo asedio, a los porteños que, no obstante, no fueron capaces de dominar la Banda Oriental, aunque lo intentaron durante años incluso con mediación británica. 

En el caso de Venezuela destaca el conflicto entre la capital y las ciudades de la provincia, así como la lucha entre los poderes legislativo y ejecutivo. En 1810 Caracas estableció una Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, que siguió mucho de los aspectos de la Constitución de Cádiz más tarde, pero mantuvo el privilegio a favor de los propietarios, que fueron los únicos con derecho a voto. Nombrado Fancisco Miranda dictador, no obstante fue incapaz de derrotar al ejército realista "porque la mayoría de los venezolanos no apoyaban ni la independencia ni el republicanismo". A continuación, la lucha por el poder enfrentó a caudillos despiadados. Esto influyó en los dirigentes locales, uno de ellos Bolívar, que consideró demasiado tolerante la primera Constitución venezolana. Cuando alcanzó el poder actuó como un autócrata asumiendo el título de dictador en numerosas ocasiones.  

Las divisiones internas también fueron evidentes en el Reino de Nueva Granada y provocaron formas extremas de confederalismo. Las provincias se dividieron en dos coaliciones entre 1810-1815, un período conocido como la Patria Boba. Una coalición estuvo dirigida por Cartagena de Indias y la otra por Bogotá, que creó el estado de Cundinamarca en 1811 y reconoció a "Don Fernando VII , por la gracia de Dios y por la voluntad del pueblo, legítima y constitucionalmente representado, Rey de los condinamarqueses". Las otras provincias crearon las Provincias Unidas de la Nueva Granada. En 1814 el rey envió un gran ejército bajo las órdenes de Pablo Morillo, pero las tropas realistas fueron derrotadas en 1816. 

El Reino de Quito ayudó a los realistas a derrotar a los insurgentes, mientras que las guerras civiles entre las capitales y las provincias se extendieron por los antiguos virreinatos del Río de la Plata y de Nueva Granada; también en Chile y el virreinato del Perú. El problema era federalismo o centralismo y este conflicto continuó durante varias décadas. 

México y las Provincias Unidas del Centro de América basaron sus sistemas políticos en la Constitución de Cádiz y la elite novohispana se propuso gobernar manteniendo fuertes vínculos con España. Se estableció una monarquía constitucional con el rey español o con un miembro de la familia real como soberano. Pero cuando Iturbide disolvió las Cortes, el mismo año en que se proclamó emperador, las provincias se rebelaron obligándolo a abdicar al año siguiente. Estas provincias se consideraron a sí mismas soberanas y defendieron que México debía ser una república federal, pero la pobreza del gobierno central fue un factor importante en la inestabilidad política, un ejemplo de lo cual fue la revuelta de principios de 1824. La Constitución de este año fue una copia textual, en algunas de sus partes, de la de Cádiz, lo cual se debió a Miguel Ramos Arizpe y José Guridi Alcocer (6), que habían participado en el texto español de 1812. 

El primer presidente de la República, Guadalupe Victoria, tuvo que soportar la destrucción y el atraso del país como consecuencia de las guerras de independencia, aunque recibió importantes préstamos extranjeros. En 1828 fue elegido Manuel Gómez Pedraza, pero sectores radicales se rebelaron y Pedraza renunció. Entra así México en un prolongado período de inestabilidad, que se expresó en dos guerras civiles entre federalistas y centralistas. Estos vencieron y establecieron la Constitución de 1836, pero otra guerra civil sirvio de preámbulo para restablecer la Constitución de 1824, federal.

Volviendo atrás, los dirigentes de Chiapas declararon primero la independencia de la provincia (1821) y se unieron luego al imperio mexicano. En 1822 Guatemala decidió incorporarse a México pero tras la abdicación de Iturbide permaneció independiente y, al año siguiente, se formaron las Provincias Unidas del Centro de América. La Constitución centroamericana de 1824 creó un poder legislativo fuerte, siendo elegido José Arce presidente en 1825, pero las provincias de Costa Rica, El Salvador, Honduras y Nicaragua pronto entraron en pugna y el reciente estado se desintegró mediante una guerra civil entre 1826 y 1829. El liberal Francisco Mozarán intentó restaurar el orden pero no pudo mantener la unión y la federación desapareció en 1838.

La independencia de las colonias españolas de América no fue un fenómeno lineal, pero la formación de los nuevos estados tampoco. Tras el dominio hispano, que había sido transferido con el paso del tiempo a una minoría criolla, rica e influyente, esta minoría se tuvo que enfrentar a una amalgama de intereses entre los diversos pueblos americanos que no tuvieron claro, durante mucho tiempo, que estados querían y como debían constituirse.
Localización de Tacuarí, cerca del río Paraná

(1) "Fronteras y conflictos en la creación de las nuevas naciones en Iberoamérica".
(2) “Carta de Jamaica”, citando el autor a José Luis Robero y Luis Alberto Romero.


(3) De la nobleza francesa, desempeñó funciones al servicio de España en América, entre otras como virrey del Río de la Plata.

(4) En un valle entre dos alineaciones montañosas de sur a norte, al sur de la actual Bolivia. 
(5) Fue también uno de los responsables de la represión absolutista en España entre 1815 y 1820.
(6) Arizpe fue un sacerdote criollo al que se considera "padre del federalismo". Guridi fue otro criollo que desarrolló una intensa labor intelectual y partidario del centralismo.



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