lunes, 24 de agosto de 2015

"Soy de Jorge de San Luis"

San Luis Potosí en la "frontera" de la colonización española
Esta es la frase marcada con un hierro candente en la frente de un joven esclavo mulato de San Luis Potosí, actual México, para demostrar la posesión por parte de su amo, de nombre Jorge Griego Melisto. En el año 1633 el tal Jorge compareció ante la justicia para perdonar la pena de muerte con la cual había sido condenado Pedro Silva por matar al esclavo mulato. Este se había escapado, por dos veces, y su dueño había mandado su captura, que terminó trágicamente. Como el mulato era propiedad de su amo este podía disponer de él como si de un objeto más se tratase. Así relata Ramón Alejandro Montoya (1) un episodio del trato recibido por los esclavos en el Potosí del siglo XVII, pero que se puede extender a toda América y al siglo XVI y posteriores. 

R. A. Montoya considera que no han dedicado los historiadores el suficiente esfuerzo para describir el papel jugado por los esclavos (negros, indios, mulatos) en la colonización y puesta en valor de los territorios conquistados por los españoles. Se les trató como a animales domésticos y se les asociaba a frases como sudor, músculo, minas, zafra o humo de las fábricas. La importación forzada de negros africanos a América fue masiva durante el siglo XVI y los primeros cuarenta años del XVII, momento en que los traficantes portugueses dejan de tener permiso para hacerlo. Dichos portugueses conocían bien las costas atlánticas de África, pero también fueron capturados para esclavizarlos habitantes de las regiones mediterráneas de dicho continente.

Aparte de un lucrativo negocio comercial, la trata negrera vino a sustituir la debacle demográfica indígena en los años posteriores a la conquista. Se necesitaba mucha mano de obra para el cultivo de la caña de azúcar, el pastoreo, los obrajes, las minas y el servicio doméstico. Los negros africanos fueron parte fundamental del mosaico genético y cultural de la América española, sobre todo de Nueva España, dice el autor al que sigo. También hubo esclavos indios, pues las leyes que lo prohibían habían quedado olvidadas y los empresarios mineros solicitaron a la Corona española la dotación de remesas de esclavos como mano de obra necesaria para las minas (concretamente en San Luis Potosí). También se llevaron a cabo campañas militares contra los indios nómadas para capturarlos y venderlos como esclavos.

El real de minas de San Luis Potosí fue fundado en 1592, compitiendo con las explotaciones de Guanajuato y Zacatecas. Según Peter Bakewell, a quien cita Montoya, "si tuviéramos la capacidad de ubicarnos en las calles de la ciudad minera [Zacatecas] en algún momento de la primera mitad del siglo XVII, seguramente escucharíamos... los tambores y los cantos africanos...". En Zacatecas actuaron empresarios mineros vascos según la información que nos ha facilitado el cronista y obispo de Guadalajara Alonso de la Mota y Escobar (2). También se explotaron minas con africanos en Charcas, si bien el auge en este caso hay que retrasarlo al siglo XIX.

Los esclavos negros venían desde África hasta los puertos de Veracruz, Cartagena y Buenos Aires, haciendo a veces escala en Jamaica. Los lugares de origen eran Angola, Congo, Mozambique y Guinea, pero algunos capturados perdían la vida en el viaje debido, entre otras cosas, a la mala alimentación. También hubo un contrabando de esclavos fuera de los controles de las autoridades españolas. Los esclavos perdían sus nombres originales en el mismo momento en que eran atados y tratados como objetos. Una vez que se descargaban en Veracruz eran trasladados a la ciudad de México y allí formaban parte del catálogo de productos a la venta. Desde 1640 aumentó su precio, dado que empezó el declive de la trata y la escasez hizo de la compra de esclavos algo cada vez más difícil. Los esclavos nacidos en suelo americano, resultado de la unión entre indígenas y negros fueron llamados mulatos, siendo un importante centro de venta la ciudad de Saltillo, en el actual estado de Coahuila, al norte de México.

Esclavos negros inspeccionados en Saltillo
Antes de la compra los esclavos eran expuestos para que se comprobasen sus atributos y posibles defectos. La propensión a escaparse era un factor que restaba valor al esclavo, como hemos visto al principio de este artículo; así surgió el cazador de esclavos, que debía estar atento a las informaciones que podían darle y a la señal que sobre el cuerpo (la frente muchas veces) habían hecho sus dueños.

En la compra se procedía al palmeo, es decir, a la medición mediante palmos de la mano (al menos debía medir siete palmos). Un protomédico exponía la apariencia física y el pulso del esclavo, que debía tener entre 15 y 30 años. Si no alcanzaba la estatura requerida, el cautivo era considerado "mulecón", y si se detectaba una edad inferior a 15 años era llamado "muleque"; los demás esclavos, mientras se inspeccionaba a uno, permanecían apilados como mercancía que eran. El precio podía bajar según el esclavo tuviese un diente mellado, estuviese gordo, tuviese un bulto en la cabeza, alma en boca o huesos en costal, indicativos estos términos de debilidad o mal aspecto. Los compradores, por sí mismos o por intermediarios, lamían el sudor que escurría de la barbilla de los esclavos para saber la edad y salud de los mismos. En ocasiones el esclavo era considerado "bozal", un recién llegado de África.

El caso de María es tan dramático como otros muchos: fue una negra criolla que había sufrido un "mal parto" cuando era propiedad de un amo. En el parto, a la negra "se le rompió la tela del vientre" y la lesión fue tan severa que junto "a la ingle se le rasgó la piel y casi se le salió el intestino". A pesar de ello, a poco que se recuperó fue vendida sin advertir al comprador estas circunstancias, por lo que más adelante la esclava se cansaba con facilidad y decía que "sentía que se le salían las tripas... y que se le venía a la verija [sic]". Ante un pleito por el engaño una partera india dijo que la negra tenía "sentidas las caderas" por haber parido muchas veces y así se anuló el trato.

Montoya informa que los "anchico" (de Angola) practicaban escarificaciones en la frente y entre las cejas, cicatrices producidas por incisiones profundas en la piel como distintivos étnicos, pero los dueños de esclavos dispusieron aún del resto del cuerpo para dejar "escritas" en él otras marcas. Desde el siglo XV los asentistas portugueses hicieron marcas en la piel de los esclavos negros con hierros candentes. Los carimbos eran marcas en el rostro, pecho, hombros y antebrazos; primero simples cruces y luego letras como "G" (de Guinea o de la Compañía Gaditana de Negros). Las marcas en la mujeres fueron menos frecuentes y tampoco se han encontrado referencias de marcas utilizadas en indios esclavos.

Sabemos que las mentalidades son muy distintas según los momentos históricos, pero la religiosidad, la piedad, la humanidad o la mayor sensibilidad de unos seres respecto de otros no impidieron que, antes de nada, estuviese el negocio, la necesidad de explotar minas, enriquecerse, poniendo dramáticamente en comunicación tres mundos.
 
(1) "'Piezas de Indias' en una frontera esclavista novohispana. Una mirada a la corporeidad del esclavo africano en San Luis Potosí del siglo XVII".
(2) "Descripción Geográfica de los Reynos de Nueva Galicia, Viscaya y León". 

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