Ruinas de una iglesia barroca en Puerto Barrios, donde se encuentra hoy Santo Tomás |
Parte de la costa atlántica de Guatemala está
formada por dos grandes bahías, la más pequeña de Santo Tomás de Castilla,
fundación española en 1604 pero que cuando el país se independice será
concedida para su colonización a ingleses, luego a belgas…
Es sabido que los españoles basaron su proceso
colonizador en América en la fundación de ciudades, desde las que se pretendía
controlar el resto del territorio, pero estas ciudades no existieron en la
parte este de Guatemala, donde el clima es distinto al del resto del país, más
seco dentro del conjunto tropical. Los españoles concedían a aquellas ciudades un alto grado de autonomía, dándose el caso de que en Centroaméreica
el proceso de conquista avanzó desde la costa pacífica hasta la atlántica, a partir
de los centros de México y Panamá. También desde las Antillas hasta la costa,
pero con poco éxito. Esto provocó que las regiones del Caribe centroamericano
no contasen con población española comparable a los centros del Pacífico, lo que llevó a una fuerte resistencia indígena, que aprovecharon los piratas de varios
países europeos para establecer asentamientos ilegales.
Los reyes de España realizaron esfuerzos
durante el siglo XVII para poblar dichas zonas, entre ellas Santo Tomás, uno de
los ejemplos frustrados de España. Otros puertos fundados en esta zona fueron
Puerto Caballos y Trujillo (este en la actual Honduras), que fueron una
atracción para la piratería que ahuyentó a los españoles.
Con la independencia –señalan Willy Soto Acosta
y C. H. Cascante Segura[1]-
los diversos estados consideraron la necesidad de incorporar a sus territorios
aquellas zonas que habían quedado como “bolsas” fuera del antiguo control
español, pero al tiempo se incorporaban al imperialismo de corte moderno, en el
siglo XIX, estados como Bélgica, con la personalidad de su rey Leopoldo I y la
“Compañía Belga de Colonización”. No fueron solo los belgas los que aparecieron
por Guatemala, sino ingleses y otros, pues los intereses eran claros en
relación al comercio en el Caribe y la comunicación con el Pacífico
aprovechando ríos, lagos y caminos terrestres.
Los nuevos gobernantes (criollos) se quejaron
de la “escasez de brazos” para acometer la tarea de hacerse con los territorios
no conquistados, apareciendo distintos proyectos pese a las pocas posibilidades
de éxito. En todo caso, los europeos que se desplazaron a Guatemala no contaron
siempre con la autorización de los gobiernos autóctonos. Guatemala, tras su
independencia en 1823, y la breve anexión a México, heredó el problema de la
vertiente caribeña, cediendo Santo Tomás a los ingleses, quienes pretendían
convertir la zona en otro Belice. En 1834 el gobierno guatemalteco cedió la Compañía Comercial
y Agrícola de las Costas Orientales, el territorio de Verapaz, al cual fueron
anexadas las tierras de Santo Tomás. La empresa inglesa no prosperó y en 1841
aquella Compañía vendió sus derechos a otra belga, sin que en ello existiese
permiso alguno por parte del gobierno guatemalteco.
En 1840 se había creado la “Sociedad Belga de
Colonización”, especie de colaboración entre la Corona (el Estado) y
negociantes particulares, y cuando dicha Sociedad compró los derechos a los
ingleses, no sabían el carácter jurídico de Santo Tomás ni la inestabilidad
política que vivía Centroamérica. Cuando los belgas llegaron a Guatemala se
encontraron con que el Presidente Rafael Carrera había retirado los derechos a
los ingleses, por lo que mal podían estos venderlos lícitamente a los belgas.
Estos, entonces, dejaron de interesarse por Verapaz y optaron por pretensiones
más modestas, mientras el acercamiento entre la Corona y los industriales
seguía afianzándose en el pequeño país europeo.
Santo Tomás tenía el interés de ser una de las
primeras posesiones belgas, tras el fracaso en el intento de comprar Cuba. En
Santo Tomás se pretendió establecer un sistema fundado en la explotación del
trabajo según las razas, siendo los indígenas pagados en especie y los
productos explotados: cochinilla, café y tabaco fundamentalmente. Desde Santo
Tomás se pretendió establecer un canal terrestre-fluvial hacia el interior de
Guatemala y el Pacífico, para lo cual e emplearía el río Motagua. Otra serie de
canales partirían de la Bahía Graciosa
hasta diversos puntos del Caribe, y así ampliar la influencia belga a Nicaragua para controlar el canal que atravesaría este país. Para todo ello el rey
Leopoldo I dio subsidios en 1842 y 1843, calificándose los empresarios “los
hombres más honorables de Bélgica”. La Corona también se beneficiaría de los resultados,
que se presumían positivos, aunque esto quedó siempre en una indeterminación
muy poco productiva.
Existía también un interés “civilizador” basado
en la supuesta superioridad de los blancos, lo que contó con las bendiciones de
las autoridades eclesiásticas, en particular el arzobispo de Malinas. Así, la
realidad se debatía entre la ética y el beneficio, mientras que el sistema de
explotación intentaba convivir con la posesión comunitaria. Pronto se vio un
desfase evidente entre las expectativas y la realidad, pretendiendo que las
clases inferiores belgas fuesen desplazadas a Santo Tomás para evitar su
miseria y falta de trabajo.
Los jesuitas, por su parte, quisieron imitar
las reducciones que habían llevado a cabo sobre todo en Paraguay, mientras que
los opositores a ellos lo consideraron “enojoso desde todos los puntos de vista”,
pues el producto de la comunidad era entregado a la administración y esta lo
repartía equitativamente entre los trabajadores. Una primera muestra de
oposición entre el comunitarismo jesuítico y el liberalismo político que se
abría paso como fuese. Había que separar -decían los colonizadores- los
negocios del mundo espiritual. Lo cierto es que de los 882 individuos que
fueron desplazados a Guatemala, muchos de ellos eran enfermos y solo 286 –señalan
los autores a los que sigo- eran población activa.
En 1845 un testigo de la colonia, Alexandre
Pottie, describió la situación de la siguiente manera: Me parece que caminamos en medio de un vasto cementerio en el cual los
habitantes han abandonado sus silenciosas tumbas, para mostrarnos sus heridas y
sus miserias. De todos aquellos que vimos ninguno llevaba en su cara una huella
de salud… Más tarde participaron los franceses en la empresa explotadora,
hasta que el Estado guatemalteco se hizo dueño de la situación y acabó con el sueño de
ambiciones miserables.
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