sábado, 19 de agosto de 2017

Los mapas de calamidad


Tendilla (Guadalajara)
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Desde hace siglos ha habido una pérdida de respeto creciente hacia lo ambiental excepto cuando se trata de desbordamientos de los ríos, de fenómenos sobrenaturales o naturales, castigos divinos, por una falta de ocupación intensiva del territorio y la invasión de espacios con peligrosidad de inundaciones por grandes lluvias y/o desbordamientos de ramblas, arroyos y ríos. 
 
Los informes y memoriales elaborados tras una de estas catástrofes se remontan al siglo XVIII en España, pero la preocupación de las autoridades y de ciertos profesionales se remontan a la Edad Media. Hoy, la cartografía de riesgos naturales se ha convertido en un requisito legal en los procesos de planificación territorial. Las primeras cartografías del siglo XVIII dieron paso, en la segunda mitad del XX, a los mapas de peligrosidad basados en el estudio del comportamiento físico de los fenómenos naturales, y en España solo desde hace unos años comienzan a elaborarse mapas de riesgo.

El desconocimiento del funcionamiento de la naturaleza hace que el ser humano haya vivido, y vive, en un riesgo permanente, máxime en los últimos decenios, que han sido pródigos en la manifestación de episodios naturales de rango extraordinario, de consecuencias funestas para la población mundial. Los umbrales de tolerancia ante los riesgos de la naturaleza han disminuido por el propio crecimiento de la población y la ocupación intensiva del territorio. Se invaden espacios con peligrosidad bajo la premisa del desarrollo colectivo, pero hoy se tiende a relacionar los usos del suelo con la peligrosidad natural.

Los espacios fluviales, en España, son los más afectados por las grandes riadas y desbordamientos que se han producido y de los que tenemos noticia, de forma que cuando se levantaron los primeros mapas sobre ello se les llamó “mapas de calamidad”. Desde la Edad Moderna ha habido proyectos de encauzamiento de ríos o desviación de sus cauces para evitar riesgos en las poblaciones, casi siempre en zonas de clima mediterráneo, tanto en tramos bajos como medios y altos de los cursos. Estos mapas tratan de promover el acondicionamiento que luego se llevarían o no a cabo, uno de cuyos ejemplos es el desbordamiento de la rambla Fondonera en Daroca, para lo que en el siglo XVI se hizo un túnel por debajo del cerro de San Jorge que condujese las aguas del río Jiloca. La obra de la Mina de Daroca fue una de las más costosas realizadas en Aragón, y dos siglos más tarde (1742) el ingeniero Sebastián de Rodolphe levantó un plano detallado de la misma.

Otro ejemplo son los trabajos de encauzamiento de la rambla de las Hoyuelas en Almansa, iniciadas en 1566 pero que tuvo varias fases debido a la rotura provocada por las aguas en la avenida de mayo de 1570 y otras posteriores, finalizándose las obras en 1584. Importante fue también el proyecto de canalización del río Segura a su paso por Murcia (1785), en lo que intervino el conde de Floridablanca. Es el proyecto más ambicioso de los realizados hasta entonces, encontrándose por primera vez el término “riesgo”, pero no se llevó a cabo, por lo que la ciudad de Murcia siguió en riesgo de inundaciones.

En el siglo XIX también se desarrollaron proyectos que nunca se llevaron a cabo en el momento de su planteamiento, sino más tarde, como la modificación de los cauces del Júcar y Segura, elaborados tras los desastres de 1864 y 1879 respectivamente. También se levantaron mapas de las llanuras aluviales del Júcar (1797) y Segura (primer tercio del s. XIX). Uno de los informes donde se describen las consecuencias de desbordamientos de ríos, arroyos, barrancos y ramblas es el Plano de la riera de Cánoves a su paso por Cardedeu, debido a las inundaciones que sufrió dicha población (1776); otro es el plano levantado por Josep Tormo en 1797 con los “derrames de las mayores avenidas” en el alto Vinalopó; también el mapa incluido en la Memoria sobre la inundación provocada por el Júcar en 1864 (ribera baja del río). Se trata de uno de los episodios más importantes en la cuenca del Júcar, con registro de caudales máximos calculados en torno a los 11.000 m3/seg. A consecuencia de esta avenida se formó una nueva desembocadura en el río a 1,4 km. al sur de la anterior, en Cullera. Dos años después se promulgó en España la primera Ley de Aguas (1868).

En la cuenca del Segura se produjo la “riada de Santa Teresa” en 1864, una de las más importantes de la segunda mitad del siglo XIX en España. Las intensas lluvias se acumularon en la cuenca, y sobre todo en el río más caudaloso, Guadalentín se alcanzó un máximo de crecida de 1.500 m3/seg. Esta crecida llegó en siete horas de Lorca a Murcia. A raíz de este episodio y de la riada de la Ascensión en 1884, se celebró al año siguiente un congreso contra las inundaciones en la región de Levante, pero un proyecto de obras de defensa nunca se llevó a cabo.

A lo largo del siglo XX destacan la riada del Turia en 1957 a partir de una tormenta de otoño que dio por encima de 300 mm. en 24 horas sobre Valencia y las poblaciones próximas, cobrándose 86 vidas humanas. En 1962 se produjo una terrible inundación en la cuenca baja del río Llobregat, con 973 muertos o desaparecidos y 5.000 viviendas destruidas. En 1973 una descarga de lluvias torrenciales en el sureste dio una máxima diaria de 600 mm. en Albuñol y Zurgena. En la cuenca del Segura, la rambla de Nogalte, el río-rambla Guadalentín y el propio Segura se desbordaron y la inundación ocasionó enormes daños a la agricultura. En 1982 se rompió la presa de Tous por un desbordamiento “colosal” del Júcar en su tramo bajo, pero las mayores pérdidas económicas se dieron en las provincias vascas en 1983 por unas lluvias torrenciales en el noroeste de Navarra, Vasconia y oriente de Santander que dieron unos registros máximos de 500 mm. al día en la ría de Bilbao (Larrasquitu).

La crecida del Júcar en 1987 ocasionó una gran inundación en la Ribera Baja, con lluvias torrenciales que rebasaron los 800 mm. al día en algún punto del sur de la provincia de Valencia…

(Fuente: J. Olcina Cantos y A. Díez-Herrero, “Cartografía de inundaciones en España”).

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