Sierra de l'Aitana y valle del Guadalest |
Parece ser
que la sierra d’Aitana, al norte de la actual provincia de Alicante, formó
parte de lo que, hasta bien entrado el siglo XVII, se denominó como indica el
título. La sierrra d’Aitana está formada por dos alineaciones montañosas de
oeste a este, convergiendo en la Marina
Baixa, cerca de Polop y La
Nucia. Al suroeste se extiende el Sistema
Bético, del que la sierra d’Aitana forma parte.
Giménez-Font y Marco Molina[1]
han estudiado las diversas transformaciones que este paisaje de media montaña
mediterránea ha sufrido tanto por causas naturales pero, sobre todo, por la
acción del hombre. Entre otros se han dado procesos de expansión de la
superficie agraria, ganadería, incendios forestales, aprovechamientos madereros
y repoblaciones. La relación entre el medio y las sucesivas civilizaciones que
han ocupado las riberas del Mediterráneo, ha facilitado –dicen los autores
citados- los estudios arqueológicos, así como la biodiversidad de esta región.
Llegan a la conclusión de que los agentes de perturbación son sobre todo obra
de los seres humanos.
Una de las modificaciones que la sierra
d’Aitana ha sufrido es la deforestación a causa de la ampliación del espacio
agrario hasta hace unas décadas, pero también por la incidencia de los
incendios forestales. La máxima degradación, en términos ecológicos, se alcanzó
hace unos 150 años, lo que forma parte de la “degradación acumulativa” del
paisaje mediterráneo, en lo que ha tenido también un papel el crecimiento
demográfico.
Los autores llegan a la conclusión de que a
finales del siglo XIII ya se dieron estados elevados de degradación al
extenderse los cultivos y por el incremento de la población, con cambios
significativos en la extensión y composición de la vegetación, lo que ha sido
estudiado por el naturalista y botánico Antonio José Cavanilles en la segunda
mitad del siglo XVIII.
La máxima altura de la sierra está a 1.558 metros sobre el
nivel del mar (Aitana), pero también son picos relativamente importantes Penyo
Molero (1.306) y Peñón Divino (1.148). Por entre las dos alineaciones
montañosas discurre un valle bien perceptible, siendo la pendiente hacia el sur
(Peña de Sella) la más pronunciada. Se dan contrastes destacables con respecto
a los espacios circundantes en pluviometría, innivación y diversidad de ecótopos
(medios físicos donde se desarrollan comunidades biológicas), lo cual está relacionado con una intensa y antigua humanización.
Las rocas que predominan son calcáreas, con
fosas tectónicas formadas por materiales blandos (margas), lo que ha permitido
el aprovechamiento agrícola en terrazas. Hay tres cuencas fluviales: la del río
Frainos, la del Guadalest y la de Amadorio, desembocando los dos últimos en el
Mediterráneo, muy próximo, pudiéndose ver aquí un ejemplo claro de litoral mediterráneo
adosado a estructuras montañosas.
La región se ha visto afectada históricamente
por el comercio y la intensa humanización, que se ha adaptado a un clima
irregular. La conquista cristiana en el siglo XIII supuso una nueva
organización del espacio diferente a la que mantuviera la población morisca,
muy abundante en términos relativos. Con aquella conquista, a pesar de ser
mayoría, los moriscos quedaron reducidos a la marginalidad, que se acentuó
cuando se vio como un peligro la actividad corsaria de los berberiscos. La
implantación de la jurisdicción señorial fue muy importante, con alguna
excepción como es el caso de Penáguila. Los musulmanes fueron reprimidos
durante tres siglos, lo que provocó no pocas sublevaciones, deportaciones y la
expulsión de 1609. En la región se dio la repoblación cristiana y las
correspondientes cartas puebla durante la baja Edad Media; con ello cambios en
el paisaje derivados de la evolución de la población, el tipo de poblamiento,
las diversas jurisdicciones en unas zonas y otras y las variaciones en la
economía. De ahí el impacto sobre la vegetación, los incendios, la expansión de
los cultivos, la ganadería, tanto trashumante como transtermitante (corto
recorrido), los aprovechamientos y las repoblaciones forestales.
La marginación de la población morisca desde el
siglo XVI dio origen a movimientos migratorios, configurándose desde entonces
unos 25 núcleos de población, de los cuales Penáguila y El Castell de Guadalest
mantenían población cristiana (aproximadamente un 25% del total). A partir del
siglo citado se extendieron las roturaciones y se mantuvo una agricultura
intensiva de regadío concentrada en los contornos de los poblados, con una
relativamente escasa expansión del secano, aunque los casos estudiados por los
autores dan una mayor superficie dedicada a este último. Según el censo de 1510,
las actuales comarcas que conforman La Marina mantenían el mayor número de cabezas de
ganado del sur del Reino de Valencia, siendo el Quartel de la Marina y las Montañas el
tercer territorio en todo el Reino en importancia ganadera. Con la expulsión de
los moriscos se abandonaron campos que tardaron décadas en volver a ser
cultivados.
El paisaje, desde un tiempo relativamente
reciente, ha sufrido cambios importantes, sobre todo por el abandono de la
actividad agrícola, lo que ha llevado a medidas legales de protección, tanto
por parte de la Unión Europea
como de administraciones españolas.
[1] “La dinámica del paisaje en la Serra d’Aitana (Alacant,
España): síntesis de transformaciones históricas en una montaña mediterránea
(1600-2010)”.
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