domingo, 27 de agosto de 2017

Moriscos aragoneses


Huesa del Común

El Archivo Histórico de Protocolos de Zaragoza guarda una gran cantidad de documentación sobre los moriscos aragoneses de los siglos XV y XVI, según ha estudiado José Cabezudo Astrain. Muchos de esos moriscos contrataban en Zaragoza, sobre todo para contraer préstamos en trigo o dinero, pero también para vender carbón, productos de la caza, azafrán y otras mercancías. Los de la ciudad eran espaderos, ballesteros, borceguineros, aljeceros (albañiles), carpinteros (fusteros), herreros y de otros oficios, destacando los “maestros de casas”.

En las casas más notables realizaban los magníficos artesonados que en algunas ocasiones podemos admirar; otros eran menestrales (albéitares) y un gremio muy particular era el de los mozos “raíces”, palabra esta que quizá sea una corrupción –dice el autor citado- de “arraez” o capitán de barco. Estos “raíces” monopolizaban el tráfico fluvial por el río Ebro, establecidos en Zaragoza y pueblos aguas abajo hasta Flix. También había algunos pescadores.

La morería zaragozana tenía su mezquita y estaba gobernada por un merino en nombre del rey. También había adelantados, clavario (responsable de las llaves), cullidores de la peyta, alfaquí, etc. Las comunidades morisca y judía disponían de un fuero que les facultaba para poder contratar de igual manera que los cristianos. Como distintivo, en el caso de los moriscos, debían cortarse el pelo con rodete, aunque hay un documento de Fernando el Católico (1496) por el que se indicaba a los funcionarios reales de Zaragoza que no obligasen a los moros a “cortarse el cabello muy desaforadamente”.

Las confesiones a la fe católica fueron muy frecuentes desde principios del siglo XVI y parece ser que no había falsas conversiones, como en el caso de la minoría judía. Un proceso curioso es el que aparece instruido contra Ferrando Tarazona, del pueblo de Arandiga, cuya profesión era “tamborino” o juglar. Este judío converso se casó con una mora conversa, pero sus contactos con los judíos seguían siendo frecuentes, aunque su fe era tan insegura en una religión como en la otra, puesto que declaró que por casarse con la que era su mujer “se hubiera hecho turco”.

Los moriscos poblaban exclusivamente bastantes aldeas, o eran clara mayoría: Nuez, Gelsa, Villafranca, Alborgue, Cinco Olivas, Sástago, Jatiel, Puebla de Híjar, Urrea, La Zaida, Mediana, Botorrita, María, Muel, Mezalocha; Letux, Codo, Aguilar, Riola, Calatorao, Alpartir, Foz-Calanda, Huesa del Común, Mesones, Sabiñán, Sestrica, Gotor, Brea, Arandiga, Morés, Purroy, Torrellas, Trasmoz, Fréscabo, Bisimbre, Ambel y Bureta. Estos moros aldeanos cultivaban cereales y viña, viéndose por los contratos que eran pobres; los vasallos de un señor no podían trasladarse de lugar y los que se especializaban en oficios artesanos vivían en Zaragoza.

El autor constata que eran muy importantes las aljamas de Huesca, Barbastro, Daroca, Calatayud, Caspe, Pina, Tarazona, Belchite e Híjar, entre otras.

De los más distinguidos maestros de obras pertenecian a la familia de los Galí, y concretamente Farax de Galí recibió del rey Fernando el Católico el nombramiento de Maestro Mayor de la Alfarería. Otros muchos moros se dedicaron a la fabricación de pólvora: en un famoso proceso de la Inquisición contra los moriscos de Aragón (1574) se les juzgó por regocijarse al perder los cristianos la plaza de La Goleta (al norte de Túnez). Los moros de Villafeliche, Sestrica y Morés tenían molinos de pólvora, la cual era vendida en Valencia, habiendo también almacenes de pólvora en Calatayud y Ricla. Compraban el salitre en Zaragoza y también fabricaban arcabuces.

¿Contribuyó esto último a que se viese a los moriscos aragoneses –en particular- como quintacolumnistas de la morería medieterránea y norteafricana?

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