Huesa del Común |
El Archivo Histórico de Protocolos de Zaragoza
guarda una gran cantidad de documentación sobre los moriscos aragoneses de los
siglos XV y XVI, según ha estudiado José Cabezudo Astrain. Muchos de esos
moriscos contrataban en Zaragoza, sobre todo para contraer préstamos en trigo o
dinero, pero también para vender carbón, productos de la caza, azafrán y otras mercancías. Los
de la ciudad eran espaderos, ballesteros, borceguineros, aljeceros (albañiles),
carpinteros (fusteros), herreros y de otros oficios, destacando los “maestros
de casas”.
En las casas más notables realizaban los
magníficos artesonados que en algunas ocasiones podemos admirar; otros eran
menestrales (albéitares) y un gremio muy particular era el de los mozos
“raíces”, palabra esta que quizá sea una corrupción –dice el autor citado- de
“arraez” o capitán de barco. Estos “raíces” monopolizaban el tráfico fluvial
por el río Ebro, establecidos en Zaragoza y pueblos aguas abajo hasta Flix.
También había algunos pescadores.
La morería zaragozana tenía su mezquita y
estaba gobernada por un merino en nombre del rey. También había adelantados,
clavario (responsable de las llaves), cullidores de la peyta, alfaquí, etc. Las
comunidades morisca y judía disponían de un fuero que les facultaba para poder
contratar de igual manera que los cristianos. Como distintivo, en el caso de
los moriscos, debían cortarse el pelo con rodete, aunque hay un documento de
Fernando el Católico (1496) por el que se indicaba a los funcionarios reales de
Zaragoza que no obligasen a los moros a “cortarse el cabello muy
desaforadamente”.
Las confesiones a la fe católica fueron muy
frecuentes desde principios del siglo XVI y parece ser que no había falsas
conversiones, como en el caso de la minoría judía. Un proceso curioso es el que
aparece instruido contra Ferrando Tarazona, del pueblo de Arandiga, cuya
profesión era “tamborino” o juglar. Este judío converso se casó con una mora
conversa, pero sus contactos con los judíos seguían siendo frecuentes, aunque
su fe era tan insegura en una religión como en la otra, puesto que declaró que
por casarse con la que era su mujer “se hubiera hecho turco”.
Los moriscos poblaban exclusivamente bastantes
aldeas, o eran clara mayoría: Nuez, Gelsa, Villafranca, Alborgue, Cinco Olivas,
Sástago, Jatiel, Puebla de Híjar, Urrea, La Zaida, Mediana, Botorrita, María, Muel,
Mezalocha; Letux, Codo, Aguilar, Riola, Calatorao, Alpartir, Foz-Calanda, Huesa
del Común, Mesones, Sabiñán, Sestrica, Gotor, Brea, Arandiga, Morés, Purroy,
Torrellas, Trasmoz, Fréscabo, Bisimbre, Ambel y Bureta. Estos moros aldeanos
cultivaban cereales y viña, viéndose por los contratos que eran pobres; los
vasallos de un señor no podían trasladarse de lugar y los que se especializaban
en oficios artesanos vivían en Zaragoza.
El autor constata que eran muy importantes las
aljamas de Huesca, Barbastro, Daroca, Calatayud, Caspe, Pina, Tarazona,
Belchite e Híjar, entre otras.
De los más distinguidos maestros de obras pertenecian a la familia de los Galí, y concretamente Farax de Galí recibió del rey Fernando
el Católico el nombramiento de Maestro Mayor de la Alfarería. Otros
muchos moros se dedicaron a la fabricación de pólvora: en un famoso proceso de la Inquisición contra los
moriscos de Aragón (1574) se les juzgó por regocijarse al perder los cristianos
la plaza de La Goleta
(al norte de Túnez). Los moros de Villafeliche, Sestrica y Morés tenían molinos
de pólvora, la cual era vendida en Valencia, habiendo también almacenes de
pólvora en Calatayud y Ricla. Compraban el salitre en Zaragoza y también
fabricaban arcabuces.
¿Contribuyó esto último a que se viese a los
moriscos aragoneses –en particular- como quintacolumnistas de la morería
medieterránea y norteafricana?
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