Friso en Aphrodisias, actual Turquia |
En el mundo greco-romano, para
referirse a la piratería, se usaban varios términos que tenían significados
parecidos pero con matices diferentes, según ha estudiado Isaías Arrayás[1]. Para
nosotros, siguiendo a los autores clásicos, resulta casi imposible diferenciar
a los piratas de los corsarios, de mercenarios o incluso de mercaderes armados,
algo habitual, pues hubo un estrecho vínculo entre piratería y comercio. Pero
si los términos utilizados para referirse a piratas, mercenarios, ladrones,
bandidos, etc. se enmarcan en un contexto histórico, ya es posible precisar el
significado de cada uno de los términos utilizados.
El autor aborda las causas del
auge de la piratería en los territorios de la Anatolia meridional en la
primera mitad del siglo I a. C., valorando e impacto que tuvieron las guerras
mitridáticas en el proceso.
En un principio la piratería fue
considerada una actividad lícita, una parte importante de la economía,
equiparable a la desarrollada por los recaudadores de impuestos. Gracias a los
piratas los mercados de esclavos estaban bien nutridos. En tiempos arcaicos y
clásicos los griegos la practicaron no solo por su beneficio personal, sino
para proporcionar medios de subsistencia a los menos favorecidos, llegando a
ser considerada una actividad de prestigio. Pero cuando los intercambios
comerciales se intensificaron, la piratería fue considerándose un estorbo.
Los historiadores antiguos –dice
nuestro autor- deformaron y exageraron sus explicaciones, con lo que el
fenómeno de la piratería se nos hace complejo y diverso. ¿Cuáles son los
verdaderos motivos de la piratería? Los piratas se nutrían de la población
marginal y que se situaba fuera de la ley, de la pólis. Los piratas no actuaban por patriotismo, sino por
supervivencia, de forma que solían romper los vínculos con su patria, y la masa
de desheredados suele aumentar en situaciones de guerra; valga solo recordar
los efectos nefastos de la primera guerra mitridática sobre las economías, que
sufrieron la más grave crisis económica de su historia. El dinero aportado por
los evergetas (los ricos que subvencionaban actividades en las poleis) en el siglo I a. C. fue mucho
menor que en época helenística. En Éfeso, los efectos de la crisis fueron tan
intensos que no observa a ningún notable griego entre los evergetas de la
ciudad. El largo conflicto mitridático y el dominio romano empobrecieron a la
población.
Los antiguos empleaban la palabra
lèstès para referirse a los
malhechores, aunque también existen los términos kakourgos, lôpodutès y katapontistes.
El término peirtatès no se usa
hasta el siglo III a. C. Parece que los antiguos griegos no diferenciaban
claramente el bandidaje en tierra de la piratería en mar. Pero en un principio,
el bandido o el pirata no es considerado un enemigo de la patria para los
romanos, un hostis, que es el enemigo
contra el que se combate por razones de hegemonía, de intereses políticos o
estratégicos, etc. Es el caso de los isaurios, en el sur de Anatolia, al
principio vistos como meros bandidos, pero que dada su resistencia y
organización, acabaron por forzar un verdadero conflicto con Roma, y por lo
tanto pasaron a ser considerados hostis.
Tal es así que un hombre libre apresado por los malhechores conservaba su
condición de libre, algo que no ocurría con un prisionero de guerra. En Roma,
la victoria sobre los piratas no llevaba a la celebración de un “triunfo”, sino
solo una “ovatio”.
En tiempos helenísticos el
principal foco de piratas en el Mediterráneo oriental, junto a la isla de
Creta, eran las regiones montañosas de Anatolia meridional; los habitantes de
las montañas se nos presentan por los autores antiguos como en permanente
revuelta, al tiempo que nos hablan de la pobreza que sufrían y que les llevaba
a enrolarse en la piratería. Cilicia, en Anatolia, es el centro pirático por
excelencia, hasta el punto de que se llegó a identificar a esta región con la
piratería. El autor distingue dos “Cilicias”: la Pedias
y la Tracheia.
La primera es una gran llanura con importantes ríos dedicada
a la agricultura; por el contrario, la segunda está a los pies del Tauro, rica
en bosques y en minerales metálicos, con escasos ríos donde el más importante
es el Calycadnus. En estas regiones se desarrollaron numerosos enclaves con
puertos importantes, que se erigieron en bases de piratas, como los de
Anemurium, Nagidus, Celenderis, Aphrodisias y otros. La población de Soli fue
deportada por Tigranes II de Armenia al invadir la región en 83 a. C., pero lo que los
antiguos llamaban ciudades en muchos casos eran meras fortalezas adaptadas para
el refugio de los piratas.
Roma se valió de los piratas para
sus objetivos bélicos, hasta que el desorden en el Mediterráneo se volvió
contra ella (algo muy actual). Hasta tal punto aquello fue así que ciertos
piratas no eran tales, sino que se correspondieron más con lo que nosotros
conocemos como corsarios, y el utilizarlos a su favor no fue solo cosa de Roma,
sino de Egipto y otras potencias.
Delos fue un importante mercado
de esclavos, tan demandados en Roma, por lo que la piratería fue una actividad,
en sus momentos de auge, muy lucrativa. Chipre y Egipto participaron también en
esta actividad de colaboración con los piratas, pero cuando estos representaron
más un problema a la dominación romana que otra cosa, Roma empleó a varios generales
para combatirles. El más eficaz de todos fue Servilio Vatia, con una acción
centrada en Isauria, provocando un traslado del fenómeno pirático hacia Creta.
Pompeyo asentó a piratas en Dyme, en Acaya y consiguió frenar su avance…
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