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“Las semillas
esparcidas con mano pródiga por los escritores y filósofos…” -dejó escrito Ángel Saavedra, duque de Rivas- y otras
circunstancias dieron el fruto de la Revolución Francesa, causando, como en
otras partes, gran preocupación en el reino de las Dos Sicilias, que procuró algunas alianzas sin conseguirlo. Preparándose para una guerra que se veía
inevitable, se encargó de ello al ministro Acton, empleándose éste en los
arsenales, las fundiciones, las levas, “voluntarios y criminales”.
En otro orden cesaron
las reformas que se habían llevado a cabo, se cerraron las academias, hubo
persecuciones, se retiraron libros de la circulación prohibiéndose y
quemándose las obras de Filangeri[i] y
otros escritores liberales; el clero y la policía todo lo perseguían, y se
produjo la fuga de la familia real de Caserta, donde se encontraba su palacio cerca de Nápoles.
Fue entonces cuando el
almirante francés Latouche, con catorce navíos, fondeó en el puerto muy cerca
de Castel dell’Ovo[ii],
lo que obligó al rey a reunir a su consejo, constatando que en el reino había
muchos jacobinos y republicanos que simpatizaban con los mismos de Francia, por
ello se prefirió firmar un acuerdo de neutralidad y el almirante francés se
retiró con sus naves.
No tardó en dar vuelta
debido a un temporal y fondeó en Nápoles, desembarcando la tropa, lo que
satisfizo a los perseguidos, a los que estaban escondidos, a los que tenían las
nuevas ideas, que se acercaron a sus huéspedes y estos hicieron regalos entre la
población. Cuando se hubieron ido al amainar el tiempo, la reina[iii]
siguió con los preparativos para la guerra, lo que llevó a debilitar las arcas
del Estado, siguiendo persecuciones, y se consideraron perniciosas las reformas
que habían hecho Carlos III y Tanucci; al contrario, se dio poder al clero adverso a toda
innovación.
Se formó entonces una coalición formada por Inglaterra, España, Cerdeña y las Dos Sicilias, rompiendo la neutralidad que había firmado éste reino: una escuadra se dirigió a Tolón incendiando la ciudad y regresó para unirse a los ingleses en su expedición contra Córcega. De igual manera Dos Sicilias contribuía a la guerra en Lombardía con más de cuarenta mil hombres. La situación económica empeoró, por lo que se recurrió a empréstitos a los que acudieron los bancos. Por si esto no fuese poco se produjo una erupción del Vesubio, cuya lava destruyó gran parte de Torre del Grecco[iv], además de los campos y casas de Resina[v].
Surgieron sospechas de
conjuraciones para justificar las persecuciones, llenándose los calabozos, y tuvieron mucho trabajo los verdugos, aunque el ejército de Dos Sicilias combatía con
éxito al lado de Prusia en Lombardía; la armada, por su parte, vencía también
en los mares de Savona, en Liguria.
Llegó el momento en que
los ejércitos franceses de Bonaparte inundaron el norte de Italia con gran
éxito de victorias, destruyendo gobiernos y formando repúblicas. Por su parte
habían hecho la paz Cerdeña, Prusia y España, negociándola Dos Sicilias en
París con la condición de respetar la neutralidad, desarmar a sus ejércitos y
el pago de treinta y dos millones de reales. La guerra, por su parte, seguía
contra el papa, a pesar del tratado de Tolentino[vi] quedando
al mando del general Berthier los ejércitos de Italia, el cual mandó un ataque
contra Roma donde parte de la población se sublevó a su favor.
El papa se encerró en
el Vaticano, mientras que en 1798 se proclamaba la República Romana, para lo
que se pidió al pontífice reconocimiento a la misma. Como Pío VI[vii]
no se prestara a ello, sacado de su palacio viajó prisionero de un punto a
otro hasta morir en el castillo de Valenza del Po[viii].
Al tiempo llegaron noticias de que se acercaba una escuadra francesa dispuesta
a desembarcar sus tropas, por lo que el gobierno de Dos Sicilias aumentó las
baterías y defensas de sus costas y estableció un cuerpo de observación en el
Garellano (cerca de Nápoles) y en la frontera de Abruzzo.
La Francia
revolucionaria exigió la expulsión del embajador inglés, el destierro del
ministro Acton y paso franco para las guarniciones de Pancorvo y Benevento;
también el vasallaje de Nápoles a la república romana y el pago de un tributo
anual de 140.000 ducados. El rey de Dos Sicilias aceptó algunas de dichas exigencias pero no otras, e incluso dejó de cumplir algunas, mientras que la reina, por
medio de Acton, llegó a un acuerdo con Austria, Rusia, Inglaterra y Turquía
para guerrear contra Francia.
Las noticias que
llegaron de la derrota bonapartista en Egipto a manos de los ingleses reanimaron a los partidarios de la monarquía de Dos Sicilias, dando a Nelson un
gran recibimiento en Nápoles por su victoria en Abukir (en la costa
mediterránea de Egipto). De nuevo la neutralidad pactada era violada por las
dos partes; el rey de Dos Sicilias pactó la recepción de grandes subsidios con
Inglaterra y se preparó para seguir la guerra contra la Francia revolucionaria.
Bonaparte, no obstante, tendría que esperar a 1805 para dominar Dos Sicilias,
si bien el Congreso de Viena restauró la monarquía tradicional diez años más tarde y añadió a los
antiguos territorios los de Benevento y Pontecorvo (ambos al norte de Nápoles).
Que el nuevo rey
Fernando I optase por no modificar gran cosa las reformas hechas por los
franceses no evitó que en 1820, al calor de los acontecimientos en España, se
rebelasen los liberales contra su monarca, sin éxito por la intervención de un
ejército austriaco en 1821.
[i] Gaetano Filangieri murió un año antes de que se iniciase la Revolución Francesa; fue experto en legislación y seguidor de los pensadores ilustrados franceses.
[ii] Fortaleza en la costa napolitana.
[iii] María Carolina de Austria gobernó de facto en dos períodos, pues el rey Fernando IV de Nápoles (I de las Dos Sicilias) así lo permitió dado el carácter decidido de su esposa.
[iv] Hoy forma parte del área metropolitana de Nápoles.
[v] Hoy Ercolano, en la misma área metropolitana de Nápoles.
[vi] Ver aquí mismo “Tolentino”.
[vii] Ver aquí mismo “El ciudadano Braschi y la Revolución”.
[viii] Hoy Valence-sur-Rhône, en el sureste de Francia.
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