domingo, 25 de octubre de 2020

Un humanista estudioso de la agricultura

 

                                                                       lovetalavera.com

Teofrasto, uno de esos filósofos entendidos en muchas materias, como solía ocurrir en la antigüedad, que vivió entre los siglos IV y III antes de Cristo, es citado por Gabriel Alonso de Herrera en su “Obra de Agricultura…”[i], publicada por primera vez en 1513. Dice el filósofo griego que de las muchas formas de plantar árboles, él se limitará a hablar de tres, pues lo que le interesa es la utilidad que puede tener para los labradores, ya que los que nacen de forma natural en los montes los deja para contemplación de los filósofos “que escudriñan los secretos”.

Alonso de Herrera escribe su obra en lengua romance, pues sabiendo que la mayor parte de la población se dedica a la agricultura en el siglo XVI, los que sabían leer o quienes les podrían ayudar, la encontrarían más útil que si estuviese escrita en latín. Dice por ejemplo de las berenjenas que no encontró palabra latina alguna para referirse a ellas, aunque no tiene solo a los clásicos como fuentes, sino también a autores medievales cristianos y musulmanes, además de la experiencia acumulada en sus viajes. Fue, en efecto, el primero que usó el castellano para una obra de esta naturaleza.

Lo que muy posteriormente se ha conocido como agricultura de rozas por el fuego, ya lo expone nuestro autor: “porque las raíces de las yerbas y plantas se queman y hacen ceniza, con la cual… se estercola la tierra”. De Columela[ii] toma el concepto de “terebra gallica, que algunos dicen que es taladro”, refiriéndose con ello a la gubia, que nosotros conocemos como herramienta de carpinteros y talladores. En cuanto a las técnicas dice que los labradores suelen elegir las más seguras y baratas, pero que hay otras “de gentileza”.

Comentando de nuevo a Columela dice que si en el vino cayese alguna sabandija, culebra o ratón y se ahogase, debe cogerse el animal y quemarse para hacer ceniza de él, de forma que cuando se enfríe se eche al vino y luego se agite… “pero si alguno esto hiciere, véndalo a quien no lo sepa o a gente de guerra”.

Se puede decir que la “Obra de Agricultura” es un tratado científico[iii] tanto por su contenido como por sus aspectos formales, siendo estos la claridad y precisión al servicio del rigor y de la utilidad, pero Alonso de Herrera no es objetivo, sino que se implica y da su opinión sobre una serie de asuntos empleando cierta retórica para mantener la atención de los lectores. Dice, por ejemplo, de una hierba que conocemos como poleo, que va a hablar de ella antes de hacerlo sobre los puerros.

Sobre los árboles dice que no dan tanto trabajo como las viñas “y hay más provecho y deleite; en las frutas placer; ver la frescura de las hojas, los colores y olores de diversas maneras de flores…” y, a pesar de ser considerada una obra científica, se entretiene en decir que los árboles dan “sombras en verano, músicas suavísimas de paxaritos que gorjean…”. El afán didáctico –dice la autora a la que sigo- le lleva a ilustrar sus afirmaciones con alusiones a la vida cotidiana que aparecen como pequeños cuadros de costumbres. Aconseja sembrar los garbanzos lejos de los caminos debido a que “cuando están tiernos no pasa ninguno que no lleve un manojo, pues si mujeres topan con ellos, no hay granizo que tanto daño les haga”.

Recomienda que se poden las viñas “con herramienta muy aguda, y no como algunos hacen, tirando dellas, que es muy dañoso, que atormentan la vid… esto es como si a uno le quisiesen quitar los cabellos, quitárselos a repelones…”. Para insistir en la importancia de determinadas labores, Alonso de Herrera se habla a sí mismo, como si fuese el propietario de una tierra: “labro yo mis olivas y… trabajo todo en ellas y por no trabajar en el coger arriéndolas a quien no deja una aceituna…”.

Cuando habla de las hortalizas sigue un orden alfabético estricto, excepto en el caso de las berenjenas, planta asociada a los musulmanes: “común opinión del vulgo es –dice- que las berenjenas fueron traídas a estas partes por los moros cuando de allende pasaron en España, y que las truxeron para con ellas matar los cristianos”, añadiendo luego que “es la más mala de todas las yerbas que he escrito” e igualmente la más trabajosa y penosa de nacer. Hay árboles –dice- que deben plantarse en grupos y no mezclando una especie con otra: “por ende conviene que, como en los pueblos bien regidos están repartidos los oficios, en un cabo mercaderes, en otro plateros, por sí los herreros, los libreros en otra calle… y aún los que no son de una ley no están juntos, que a un cabo viven los cristianos, a otro los moros, a otro los judíos…”, alegrándose de que los musulmanes hubiesen sido obligados a convertirse al cristianismo y de que se tomase la ciudad de Orán[iv].

Consciente de los vicios de ciertosos grupos sociales dice que algunos nobles de Castilla, “que de muy assados los hígados han venido en total corrupción y muerte muy temprana… A estos tales nobles que en lugar de ser la mejor lanza, procuran ser la mejor taza, de misericordia los curaría yo…”, en lo que demuestra que está interesado por la agricultura, por la sociedad de su época y por un estilo muy en consonancia con el humanismo renacentista.

Gabriel Alonso de Herrera nació en Talavera de la Reina quizá algo antes de 1470, y murió en 1536, perteneciendo a una familia en la que dos hermanos suyos fueron músico y profesor en Alcalá de Henares, Diego y Hernando respectivamente.


[i] “Obra de Agricultura compilada de diversos autores”.

[ii] Siglo I de nuestra era.

[iii] Consolación Baranda, “Ciencia y Humanismo…”. En esta obra se basa el presente resumen.

[iv] Al frente de las tropas españolas estuvo el cardenal Cisneros en 1509, además de Pedro Navarro, noble navarro que participó también en las guerras de Italia, pero sirviendo al mejor postor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario