jueves, 30 de julio de 2020

¿El último saqueo de Roma?


Los Colonna formaron una de esas familias aristocráticas en la Italia medieval que llegaron a colocar en la sede pontificia a uno de sus miembros, Odonne, papa con el nombre de Martín V. Una vez elegido prefirió no establecerse en Roma, ciudad que se encontraba decaída desde que los papas se habían instalado en Avignon, residiendo en Mantua y Florencia mientras tanto, muriendo en 1431 tras un pontificado de catorce años.

Casi un siglo más tarde la familia Colonna, particularmente Pompeo[i], aliada al virrey de Nápoles, el borgoñón Carlos de Lannoy, atacó Roma en el contexto de la guerra de Italia que se desarrolló entre 1521 y 1526. Pompeo Colonna colaboró desde las primeras filas en el asalto a Roma en 1526 y en el saqueo del año siguiente, pero su participación en éste conflicto tuvo ante todo motivaciones de ambición personal.

Por su parte el condestable Carlos de Borbón (conocido también como Carlos III al frente de sus estados) había nacido en 1490 de otra familia aristocrática, la formada por Luis de Borbón, francés que fue conde de Montpensier entre otros títulos, a quien sucedió su hijo Gilberto de Borbón, nacido en Pozzuoli[ii], que sería gobernante de Auvernia; su esposa Clara Gonzaga pertenecía a otra importante familia italiana, y ambos fueron los padres del condestable Carlos de Borbón, que mandó las tropas imperiales que saquearon Roma en 1527.

Carlos de Borbón fue acumulando títulos nobiliarios a medida que sus hermanos fallecían, pero ya estaba desposeído de ellos cuando, en 1526, se firmó la Liga de Cognac entre Fancia, el papa Clemente VII, Venecia, Inglaterra, Milán y Florencia. Poderosa alianza contra la que se enfrentaron los soldados del emperador Carlos V en el contexto de la guerra de Italia citada, aunque los conflictos por el control de la península se remontan a finales del siglo XV y no terminarán sino en 1559, cuando Francia se vio obligada a firmar la paz de Cateau-Cambresis.

El palacio papal fue saqueado por los Colonna, así como las casas de aquellos cardenales que se habían mostrado fieles a Clemente VII, el cual se había refugiado en el castillo de Sant’Angelo, donde estuvo prisionero varios meses. Mientras tanto los luteranos avanzaban en Alemania, lo que obligó al papa a llegar a acuerdos con su captor, el propio emperador Carlos V.

El condestable Carlos, que había servido al rey de Francia, Francisco I, se pasó por razones puramente personales al bando del emperador Carlos, participando activamente en el saqueo de Roma en 1527. El alemán y luterano Jorge de Frundsber había sido requerido por las tropas imperiales para colaborar en la lucha contra la Liga de Cognac, encaminándose desde el sur de Italia hacia Roma en compañía de no pocos luteranos que había reclutado. Como su ejército había sido improvisado, carecía de la cohesión necesaria, por lo que muchos soldados se amotinaron contra él y le abandonaron, llegando a Roma y participando en el saqueo.

El “saco” de Roma es una manifestación de intereses muy encontrados entre los que están las ambiciones de las monarquías española y francesa por el control de Italia, las ambiciones de personajes aristocráticos por situarse en la mejor posición posible aprovechando la coyuntura, y la ocasión de mercenarios que se vendían al mejor postor. El papa Clemente VII, que estaba empeñado en la guerra contra la reforma luterana, al mismo tiempo se involucró en las luchas de las potencias por el control de Italia, lo que llevó a esta a un conflicto, solo parte de otro mayor, sin que la población en general tuviese nada que ganar y sí mucho que perder.

No fue la única vez que Roma fue saqueada: a finales del siglo IV, a principios del V, a mediados del mismo, en 472 por los germanos, a mediados del siglo VI, a mediados del IX, en 1084 por los normandos a los que llamó el papa Gregorio VII…


[i] Formó parte de un grupo de condottieros al frente de los cuales estaba un tío suyo; luego eligió la carrera eclesiástica y fue obispo pero no por ello dejó de estar interesado en los avatares políticos de la aristocracia de su tiempo, enfrentándose al papa Clemente VII, un Médici.  

[ii] Junto a Nápoles.


martes, 28 de julio de 2020

Envenenamientos y suicidios

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Envenenamiento y suicidio –dice E. Mitre[i]- son dos formas de acabar la vida. El envenenamiento se ha asociado tradicionalmente a la Roma de los Césares o a la Italia del Renacimiento, pero también durante la Edad Media tenemos ejemplos. Se ha investigado que en los mil años de la Edad Media, en occidente, se habrían dado un total de cuatrocientos veinte casos de envenenamiento, sin tener en cuenta aquellos que no constan porque las víctimas no fueron personajes conocidos, sino simples mortales. Según algunas crónicas el rey leonés Sancho I el Craso habría muerto envenenado en 966 por unos nobles portugueses valiéndose de unas frutas que le habían regalado.

Al irse conociendo con más amplitud y precisión las propiedades de las plantas, en torno a 1400 el número de envenenamientos aumentó. En Francia, por ejemplo, los delfines Juan y Luis murieron en 1415 y 1417 respectivamente, rumoreándose que fueron envenenados. Y en otro orden de cosas el envenenamiento se relaciona con médicos musulmanes y judíos, como es el caso de un “hispano o árabe sarraceno” que, en el siglo XII, sobresalía en el arte de la brujería y el envenenamiento, y que pretendió entregar al emperador Federico Barbarroja unos regalos untados con veneno. El proyecto fracasó y el frustrado asesino y sus colaboradores acabaron siendo castigados.

Los judíos, como envenenadores de manantiales y fuentes fueron una figura bastante extendida en tiempos de pestes y epidemias, sobre todo en la Alemania del siglo XIV. En Castilla, una tradición que recogió con los años Francisco de Quevedo asoció la muerte de Enrique III a un médico judío de nombre Mair Alguadex.

De otro rey de frágil salud, el francés Carlos V, fallecido en 1380, se dijo que estuvo a punto de ser envenenado por conjurados bajo la dirección de Jacques de Rue y Pierre de Tertre que, descubiertos, fueron procesados y ejecutados. De su nieto Carlos VII se dice que se dejó morir de hambre en 1461por miedo a ser envenenado por su hijo, el futuro Luis XI. En Inglaterra la muerte de reyes por envenenamiento constituirá una tradición popular.

Se ha estudiado el probable envenenamiento de Juan Serrano, obispo de Sigüenza propuesto por Enrique III para la sede de Sevilla. Tras una terrible agonía murió en 1402 y las sospechas cayeron sobre el arcediano de Guadalajara, Gutierre Álvarez de Toledo, aspirante a la sede de Toledo, entonces vacante.

En 1468 se produjo la inesperada muerte del infante Alfonso, hermano de Isabel la Católica y proclamado rey por una facción nobiliaria frente a su hermanastro Enrique IV. Varios cronistas que hablan del hecho destacan el brote de peste que se daba en las localidades de Arévalo y Cardeñosa[ii] por donde el joven de 14 años se encontraba en aquellos momentos, y dichos cronistas no se ponen de acuerdo. El clima de guerra civil que en la Castilla del momento se vivía, era muy propicio para la explotación de la muerte de algunos personajes.

Sobre la muerte de Enrique IV de Castilla también se ha sospechado de envenenamiento, pues los cronistas le achacan desórdenes alimentarios que le habrían sido fatales. El doctor Marañón considera que lo más probable es que la muerte de éste rey fuese por envenenamiento.

En cuanto al suicidio ha sido estudiado por muchos especialistas de diversas disciplinas, llegando a la conclusión de que la causa ha sido como expresión de la libertad personal, de la desesperación, del egoísmo o como patología mental.

El mundo antiguo pudo ver en el suicidio una salida honorable ante un fracaso humillante. La historia de la Roma pagana está plagada de suicidios de políticos y generales que ponen fin a su vida en situaciones que consideran límite. La cultura cristiana incorporó a Judas Iscariote, que desesperado por la traición infligida, se ahorcó. El emperador Nerón se quitó la vida a unos pocos kilómetros de Roma, después de huir, en el año 68 adelantándose al juicio del Senado.

En cuanto al emperador Otón "a la caída del día -dice Tácito- aplacó la sed con unos sorbos de agua helada. A continuación trajeron dos puñales y, tras probarlos, guardó uno de ellos bajo la almohada... pasó la noche tranquila y, según se afirma, no en vela. De madrugada recostó el pecho contra el hierro...".

La Edad Media inglesa es la que “más juego da” –dice E. Mitre- siendo el número de varones que se suicida muy superior al de mujeres. Los métodos son sobre todo el ahorcamiento y el ahogamiento; en menor medida el uso de objetos cortantes. Sobre autoenvenenamientos disponemos de poca información.

Las legislaciones civil y canónica medievales condenaron el suicidio, de forma que el que lo llevaba a cabo era enterrado apartadamente. En el concilio provincial de Braga (561) se negaron las ofrendas a los suicidas, calificándolos de criminales. En el concilio toledano de 693 se habla de “los desesperados” que son incapaces de aceptar un castigo que se les ha impuesto y se quitan la vida “con arma blanca u otros medios mortíferos”.

En Las Partidas los suicidas se desglosan en cuatro categorías: los que se quitan la vida por haber sido acusados de alguna falta, los que son incapaces de soportar una enfermedad, los que lo hacen por locura o saña, y los ricos que pierden su riqueza y deciden matarse.

Pedro Abelardo, quien sufrió castración inducida por el canónigo Fulberto[iii], hizo una referencia reprobatoria a la automutilación de Orígenes[iv], que habría interpretado literalmente el texto bíblico “se han castrado para obtener el reino de los cielos”. Cercanas al suicidio se han considerado ciertas muertes martiriales cuyos protagonistas provocaron a sus oponentes para que estos reaccionaran violentamente. Por ejemplo, los mozárabes que blasfemaron ante sus captores del nombre de Mahoma y acabaron condenados a muerte por las autoridades andalusíes.

Algunos ejercicios lúdicos como las justas, torneos, juegos de cañas, caza, etc., propios de los grupos aristocráticos, se les han supuesto, en ocasiones, una indirecta inducción al suicidio, y de ahí las reservas de la Iglesia.

Por su parte los cátaros tuvieron una ceremonia –la endura- que dio pie a una de tantas polémicas. Para el obispo inquisidor Jacques Fournier, luego para el papa Benedicto XII (1334-1342) se trataba de una inducción al suicidio o al asesinato para el cátaro que se encontraba próximo a la muerte. La persecución que sufrió esta minoría llevó a algunos a ayunar hasta tal punto que su vida corría peligro, llegando a morir antes que renunciar a sus creencias.


[i] “Morir en la Edad Media…”.
[ii] Al norte de la ciudad de Ávila.
[iii] Teniendo el teólogo y monje del siglo XII relaciones con la sobrina del canónigo, Eloísa, tuvo de ella un hijo.
[iv] Padre de la Iglesia oriental del siglo III.

sábado, 25 de julio de 2020

Destrucción de ciudades en Chipre

Laguna Hala Sultan Tekke

En la antigüedad se produjo la destrucción de muchas ciudades, particularmente antes y después del año 1200 a. de C., cuando se dieron las invasiones de los “pueblos del mar”, de los que se sabe muy poco. Pero estas destrucciones, que se pueden deber, en ocasiones, a esos pueblos, también fueron debidas a invasiones de pueblos egeos, hititas, terremotos o derivadas de revueltas internas. En no pocas ocasiones están documentados los incendios.

A los “pueblos del mar”, por ejemplo, se han atribuido las destrucciones de algunas ciudades en la isla de Chipre en torno a 1200 a. de C. La isla fue invadida o visitada en 1225 a. de C. por varios grupos, de lo que nos hablan los yacimientos de Citio[i] y Enkomi[ii], en la costa oriental de la isla. El emplazamiento de Maa-Palaeocastro se estableció a finales del siglo XIII a. de C., quizá un puesto militar avanzado, por invasores del Egeo -según Karageorghis[iii]- que serían los destructores de Citio y Enkomi. Maa-Palaeocastro sería también destruida por invasores del Egeo en torno a 1190 a. de C.

El mismo autor considera que el asentamiento fortificado de Sinda, situado tierra adentro de la isla pero no lejos de Enkomi, fue destruido en torno a 1225 a. de C. El medio fue el fuego, y sobre las cenizas se levantó luego otra población. Cline (*) considera que estas destrucciones son demasiado tempranas para podérselas atribuir a los “pueblos del mar”. Enkomi sí sería destruida por estos pueblos en torno a 1190 a. de C. En torno a 1225 puede que fuesen los hititas los que participaron en las destrucciones de algunas de las poblaciones chipriotas, pues hay fuentes debidas a aquellos donde se dice haber conquistado Chipre, particularmente el rey Tudhaliya IV, que gobernó entre 1237 y 1209. La isla sufrió más tarde invasiones hititas en época de Suppiluliuma II (a partir de 1207), de lo que también tenemos fuentes documentales.

Cline señala un texto enviado por el gobernador de Chipre (Alashiya) que parece indicar que parte de los destrozos pudieron provocarlos barcos de Ugarit, o parte de la destrucción pudo deberse a un terremoto o varios. En Enkomi, los excavadores descubrieron los cuerpos de niños que habían muerto por el derrumbamiento de los muros de un edificio.

Hoy, incluso el citado Karagorghis considera que, durante el tiempo que va desde 1190 a 1174, hubo más de dos series de destrucciones de ciudades o emplazamientos chipriotas. Otros consideran que hubo una colonización micénica de Chipre posterior al desmoronamiento de los palacios micénicos, de forma que se dio un sincretismo de influencias que comprenden incluso al Levante-sur del Mediterráneo. La localidad de Pyla-Kokkinokremos, otra población o emplazamiento chipriota, se habría erigido para garantizar el tránsito de bienes –metales en particular- entre las ciudades portuarias y el interior de Chipre. Los que así piensan consideran que tanto Pyla como Maa serían bastiones indígenas análogos a los asentamientos defensivos construidos por esa misma época en la isla de Creta.

Paul Âström, que excavó en el yacimiento de Hala Sultan Tekke, en la costa de Chipre, cerca de Lárnaca, considera que fue una población destruida por el fuego, al menos en parte, y abandonada apresuradamente. Han aparecido objetos sueltos abandonados en los patios, y otros escondidos bajo tierra (los de valor). Las puntas de flecha de bronce, una de ellas clavada en el muro de un edificio, y abundantes proyectiles de plomo (de hondas), también aparecieron diseminados por el lugar, lo que demostraría una lucha, quizá una guerra. Y éste es uno de los pocos ejemplos claros de ataques enemigos, pero no sabemos quiénes.

En la laguna de Hala Sultan Tekke[iv] han quedado algunas muestras de una probable sequía en la región por las fechas citadas. Lo que sí está claro, por el momento, es que no tenemos certeza absoluta sobre los responsables de las destrucciones de las ciudades y/o emplazamientos chipriotas, pero parece claro que Chipre sobrevivió a los destrozos, viendo momentos de prosperidad durante el resto del siglo XII y primeros años del XI, como parece demostrar una fuente egipcia, la “Historia de Unamón”[v], de la que se conserva una copia incompleta encontrada en 1890 en al-Hibah[vi] (Egipto).

Estos ataques, destrucciones, terremotos, incendios, etc., no fueron exclusivos de la isla de Chipre. Todo el Mediterráneo oriental se vio sacudido por ellos antes y después, pero en las décadas inmediatas a 1200 a. de C.: Grecia continental, el Egeo, Anatolia, el Levante Mediterráneo, Siria, Egipto, Creta e incluso territorios de la alta Mesopotamia.


[i] En la actual Lárnaca, al sureste de Chipre.
[ii] Cerca de Famagusta, al este de Chipre. En el yacimiento se han sacado a la luz las murallas, una casa con pilares, varios enterramientos, un santuario, un taller del cobre, una puerta al sur con una torre y otra puerta al norte.
[iii] Arqueólogo chipriota del siglo XX que se hizo famoso por la excavación de la necrópolis de Salamina.
[iv] Al sur/sureste de Chipre.
[v] De la época de Ramsés XI, que reinó entre 1099 y 1069.
[vi] A unos 200 km. al sur de El Cairo.
(*) "1177 a. C". Eric H. Cline es un historiador y arqueólogo norteamericano nacido en 1960.

Grandes sepulcros

Detalles del sepulcro de Carlos III de Navara (*)

Jehan Lome de Tournai esculpió el sepulcro para el rey navarro Carlos III y su esposa Leonor de Trastamara, que se encuentra en la catedral de Pamplona. Como hizo Víctor Hugo en el siglo XIX, se puede comparar en magnificencia con los de María de Flandes y Carlos el Temerario en Brujas, los duques de Borgoña en Dijon y los duques de Saboya en Brou[i].

Según se lee en la Gran Enciclopedia Navarra, Jehan Lome trabajó para el rey Carlos III de Navarra durante la segunda parte del reinado de éste. El sepulcro le fue encargado por el propio rey.

Muerta la reina Leonor en 1415, el rey lo haría diez años más tarde, pero el sepulcro del que aquí hablamos había sido comenzado antes del primer año citado, reanudándose en 1416 utilizando alabastro de una cantera en Sástago[ii]. Es curioso que mientras la reina ordena ser enterrada con el hábito de San Francisco, para dar idea de humildad, el sepulcro es de una monumentalidad y lujo extraordinarios. Para esta obra Lome fue ayudado por artistas locales, empleando aceite de linaza para la pintura. Cuando estuvo terminado el sepulcro se trasladó a Pamplona en diversos trozos que luego fueron ensamblados.

En el caso de María de Flandes y Carlos el Temerario, cuyos sepulcros están en Brujas, se trata de hija y padre, habiendo sido enterrado primero el cuerpo de éste último en otro lugar. El sepulcro se realizó dejando de por medio unos sesenta años, en lo que se notan ciertas diferencias, según se lee en “Dos tumbas y un corazón”[iii]. Contrariamente al sepulcro de Carlos III y su esposa Leonor, aquí se trata de dos tumbas independientes, donde destacan los colores dorados, los pliegues en los ropajes, la actitud orante de los personajes y también la monumentalidad. Pero hay un mayor realismo en la tumba de Carlos, pues aunque éste murió antes, su tumba se realizó mucho más tarde.

En Dijon se encuentra la tumba de Felipe el Atrevido, duque de Borgoña, que vivió entre mediados del siglo XIV y principios del XV. Como fundó la cartuja de Champmol, en las proximidades de Dijon, allí fue sepultado. La tumba fue empezada por Jean de Marville, pero una vez que éste falleció en 1389, le sucedió Claus Sluter, a quien se atribuye la obra en su magnificencia, que tampoco terminaría. En lo alto está la imagen del duque idealizada, con ángeles a la cabecera (parecen una exageración en el conjunto) y un león acurrucado a los pies. Los personajes que rodean la tumba no son monjes, sino laicos con hábitos de aquellos, lo que luego se generalizó.

En cuanto a los sepulcros de los duques de Saboya, en Brou, habrá que tener en cuenta el papel jugado por los personajes: Margarita de Austria[iv] vivió entre 1480 y 1530, teniendo títulos de Austria, de Asturias, de Gerona y de Saboya… Su sepulcro está bajo un potente dosel gótico con pináculos, mientras que su estatua yacente está arropada ricamente y con la corona ceñida y a sus pies hay un perro adormilado.

En cuanto a Filiberto II de Saboya, fallecido a la edad de 24 años, su sepulcro es más sencillo, sin dosel, pero no menos rico en decoración, con figuras rodeando a la estatua yacente del difunto, que viste ricos ropajes y ciñe igualmente una corona o diadema. Rodean la tumba damas atildadas y con posturas amaneradas, de frente, de perfil y con plegados abundantes.

Todos estos sepulcros, y no son los únicos, presentan una rica decoración desde el gótico hasta el Renacimiento, multitud de elementos animales, humanos y mitológicos (como es el caso de los angelotes). Dan una idea del esplendor de algunas cortes europeas en el siglo XV, al tiempo que del poder que habían acumulado sus titulares, aunque en algunos de los casos sus estados cayesen más tarde o más temprano bajo la órbita de otros más poderosos. Estos sepulcros nos envían un mensaje por parte de sus autores y dinastas que los encargaron: estamos en una época de esplendor o decadencia, según los casos, pero cuando ya se tiene plena conciencia del poder ducal, real, etc.


[i] El monasterio de Brou está en la ciudad de Bourg-en-Bresse, Francia.
[ii] Al sureste de la actual provincia de Zaragoza.
[iv] Hija de Maximiliano I Habsburgo.
(*) http://artemagistral.blogspot.com/2018/03/sepulcro-de-carlos-iii-el-noble-y.html

martes, 7 de julio de 2020

Tell Brak y Hamoukar


Que la aparición de ciudades estuvo en relación con las posibilidades de la agricultura en torno a los ríos Tigris y Éufrates, ha sido una constante entre los investigadores, de forma que Uruk, en el IV milenio a. C., habría dado comienzo a lo que conocemos como ciudad-estado.

El norte de Mesopotamia, donde el clima es más seco, de forma que la economía y la sociedad dependieron de las lluvias irregulares, también ha servido para explicar los avances y retrocesos entre los milenios V y III a. C. Las relaciones que se establecieron entre el norte y el sur mesopotámico se han explicado como si hubiese un centro y una periferia, siendo esta el norte, de forma que el Levante mediterráneo y Siria se han considerado regiones de los “estados secundarios”, cuyos avances y retrocesos dependieron de los estados del sur (“primarios”).

Lo dicho hasta aquí ha sido discutido desde hace unas décadas, mostrándose la vida propia que tuvieron los estados del norte, cuando los arqueólogos se han ocupado de investigar como se había hecho en Sumer o Egipto. El norte de Mesopotamia fue entendido entonces como un cruce de caminos con el Mediterráneo y Anatolia.

Las excavaciones en Tell Brak[i] y Hamoukar[ii] desde 1976 han permitido conocer niveles cronológicos correspondientes a los milenios V y IV, lo que a su vez aporta información sobre el urbanismo en el norte de Mesopotamia, incluso con anterioridad al desarrollo de ciudades como Uruk o Eridu en el sur.

En el caso de Hamoukar las excavaciones que se iniciaron en 1999 revelaron la existencia de un centro urbano que se remonta a la cultura Ubaid[iii], se desarrolla en el calcolítico[iv] tardío  y continúa su existencia durante el bronce antiguo. Dos yacimientos en el río Khabur[v], una región que es poco conocida arqueológicamente y cuyas excavaciones han venido a completar la información obtenida en yacimientos como Arslantepe, en Anatolia oriental, han permitido ver, para el V milenio a. C., la complejidad social, económica y política existente fuera de la baja Mesopotamia.

Hoy se habla –dice Antonio Pérez Largacha[vi]- de la existencia de tres regiones culturales que tuvieron sus propias características, centrándose el debate en cómo fueron las relaciones entre las mismas, las diferencias y semejanzas que existieron en su evolución histórica, así como las dinámicas internas que existieron en cada región.

Las culturas de Ubaid y Uruk se originaron en el sur mesopotámico, pero también han aparecido características de aquellas en el norte, lo que se interpretó como una imposición del sur sobre el norte, sobre la cultura Halaf, por el yacimiento de Tell Halaf (al nordeste de la actual Siria). Se ha visto que ciertas materias primas no existían en el sur (madera, metales, piedra) lo que explicaría la expansión hacia el norte, pero las últimas investigaciones apuntan a que la cultura de Ubaid se trasmitió al norte pacíficamente, aunque en ella pudieran existir motivos comerciales, y también para hacerse con objetos del norte; en todo caso no se trataría de una colonización.

Aunque la mayor parte de los investigadores sigan poniendo el acento en la supremacía del sur sobre el norte, son cada vez más las voces –en palabras del autor citado- que consideran un desarrollo paralelo en ambas regiones. Los de Ubaid extenderían por toda Mesopotamia la planta tripartita y su cerámica, poniendo las bases de manifestaciones religiosas, administrativas, económicas y comerciales en particular. Sobre esta base, en la primera mitad del IV milenio, se desarrollaron diferentes expresiones regionales.

Si pudo existir una migración de personas, ello no tiene por qué ser interpretada como reflejo de un dominio, colonización o imposición cultural, pudiendo existir un intercambio que llevaría a matrimonios mixtos, como ya se ha estudiado para la cultura de Ubaid. La alta Mesopotamia recibió la influencia del poblamiento Ubaid, pero éste no debe considerarse como una unidad, y durante el V milenio ya existió una diversidad, surgiendo en aquella centros urbanos como Tell Brak y Hamoukar, cuyo dinamismo, complejidad social, económica, etc. es similar, cuando no mayor, a los principales centros de la baja Mesopotamia, en especial Uruk, el mejor conocido.

Igualmente, en la alta Mesopotamia se fijaron ciertos puntos comunes en la organización de los asentamientos, la cerámica y en objetos tan conocidos como los “ídolos de ojo”, presentes en toda la región, revelando así la posible existencia de un sustrato cultural común.

Tell Brak y Hamoukar se encuentran en la región de Khabur, en lo que se conoce como Jazira, entre el Tigris y el Éufrates al entrar en la llanura mesopotámica. La importancia de Tell Brak deriva en parte de su posición geográfica, que le permitía el control de una de las principales rutas desde que el valle del Tigris se adentra al norte en la rica Anatolia y al oeste hacia el Éufrates y el Mediterráneo. Igualmente, su entorno es rico en agricultura y desde sus inicios entabló una estrecha colaboración con las poblaciones pastoriles nómadas. Aunque los niveles más antiguos han sido poco excavados, de los datos disponibles se deduce que su desarrollo urbano se inició entre los dos últimos siglos del V milenio y el primero del IV, un período en el que se observa una de las que serán sus principales características, la dispersión de asentamientos, con espacios intermedios entre ellos que no son ocupados y que no están muy alejados del que será su centro, donde las excavaciones han revelado la existencia de una arquitectura y cultura material que sugiere la existencia de estratos sociales bien diferenciados. El conjunto del asentamiento habitado alcanza una extensión de 55 hectáreas, en un período en el que pocos yacimientos llegan a superar las 3 hectáreas.

En la fase posterior, durante la primera mitad del IV milenio, los asentamientos externos tuvieron un proceso de expansión hacia el centro y áreas que anteriormente no habían sido ocupadas. Paralelamente, en el centro se hallan evidencias de la existencia de unas estructuras que han recibido el calificativo de industriales, al procederse en ellas a la fabricación de alimentos y útiles, así como un templo. Siglos en los que Tell Brak alcanza una extensión de 130 hectáreas, muy superior a cualquier otro yacimiento hasta ahora conocido –dice Pérez Largacha-. Esta dinámica sugiere cierta dependencia respecto a un centro pero también una autonomía, lo que choca con la idea tradicional de que eran unas instituciones centrales y jerarquizadas desde donde se iniciaba el proceso urbano, al tiempo que se señalaba la influencia que en dicho proceso pudo tener la coerción.

El ejemplo de Tell Brak revela que en su evolución actuaron diferentes grupos de forma autónoma y no a partir de una autoridad central, y además con anterioridad a la baja Mesopotamia. La evolución de Tell Brak se ha explicado desde una perspectiva “sinoicista”[vii], que contrasta con lo ocurrido en el sur de Mesopotamia. En el norte se han encontrado enterramientos colectivos que pueden evidenciar conflictos y luchas internas en el proceso de centralización y aumento del poder.

Respecto a la actividad económica, se ha podido demostrar la existencia de una extensa explotación ganadera (en especial cabras y ovejas) para obtener carne y material para una industria textil. La agricultura se basaba en el trigo y la cebada, pero también se detecta un comercio a larga distancia obteniendo Tell Brak productos como la obsidiana y cuentas. Todo ello refleja una sociedad y economía especializada, con algunos centros satélites donde se fabrica cerámica, en especial platos masivamente. Esto se ha vivido posteriormente en la baja Mesopotamia con la fabricación de cuencos biselados para reparto de productos/salarios entre la población.

Hamoukar llegó a tener unas 300 hectáreas, mucho más que cualquier otro centro del sur en el IV milenio, incluida la propia Uruk. Los primeros períodos de aquella población están documentados en Khirbet al-Faktar, también conocido como una extensión de Hamoukar, aquel un centro protourbano durante el calcolítico tardío (4400-3800) que pudo ser un poblado para nómadas. Luego apareció el trabajo de la obsidiana, habiéndose encontrado cientos de hojas de dicho material en lo que pudo ser un taller, así como todo lo relacionado con la industria textil.

Igual que sucedió en Tell Brak con anterioridad al 3500, Hamoukar mantuvo contactos con el sur, como evidencian algunas edificaciones con plano tripartito, aunque el mismo podría formar parte de las tradiciones de la época Ubaid que se habrían introducido en el V milenio. También se han encontrado sellos con escenas donde la lucha con leones es el motivo más corriente, quizá asociada a las elites, pero el resto de la cultura material apenas revela influencias del sur.

Hacia mediados del IV milenio Hamoukar sufrió una violenta destrucción[viii] y posteriormente a ella sí se aprecian elementos de Uruk. Estaríamos –dice Pérez Largacha- ante el primer gran conflicto armado del que se tiene noticia en Mesopotamia, y se conocen algunas de las armas utilizadas. Pudo haber sido una conquista que además de evidenciar el dominio de Uruk, también se nota un mayor interés por el pedernal, quizá como consecuencia del bloqueo a las poblaciones ganaderas nómadas de los Zagros, que transportaban la obsidiana.

Terminamos éste resumen con una alusión a las impresiones de sellos que, en el caso de Siria, se conocen desde el VI milenio, quizá expresión de un deseo de proteger una propiedad privada en un contexto comunal



[i] Situada en la región del alto Khabur, a unos 50 km. de la actual Al-Hasaka. Durante la segunda mitad del III milenio a. C. la ciudad fue conocida como Nagar y luego Nawar.
[ii] En el extremo noreste de la actual Siria, región de Jazira. Existió al mismo tiempo que los poblados de Ubaid y el primer Uruk. Se producía obsidiana y su momento de esplendor estuvo en el III milenio a. C.
[iii] Es la protohistoria de Mesopotamia. Ubaid es un poblamiento de la baja Mesopotamia, primer momento de la civilización sumeria.
[iv] Entre el neolítico y la edad del bronce.
[v] El afluente perenne mayor del Éufrates, en Siria, aunque su nacimiento es en la actual Turquía.
[vi] “Urbanismo en el norte de Mesopotamia en la primera mitad del IV milenio a. C.”.
[vii] El sinoicismo o sinecismo es una concentración humana llevada a cabo con núcleos preexistentes de población reducidos y dispersos.
[viii] Esto es una constante en el mundo antiguo, que también se ve en el III y II milenios en Palestina, Anatolia, Grecia micénica, Creta, etc.

lunes, 6 de julio de 2020

Musulmanes en Sierra Mágina (2)

Castillo de La Guardia de Jaén (Wikipedia)

En 1225 los cristianos de Castilla hicieron algunas correrías por Sierra Mágina, llevándoles de Loja a Alhama y después a Granada, regresando hacia el norte por Montejícar, Cazalla, Arbuniel, Pegalajar y La Guardia. En 1244 se produjo otra expedición castellana a Ganada en la que cayó en manos cristianas Cárchel, siguiendo un itinerario menos habitual que el de Monejícar, por el río Guadalbullón para atravesar el Puerto del Carretero, que hoy ha de pasarse para ir de Bailén a Motril pasando por Jaén y Granada.

El recorrido de Cambil pasando por Huelma y Puerta de Arenas[i] fue muy transitado en tiempo de paz para intercambios comerciales, o bien para golpes de mano con el objetivo de hacerse con cautivos y botines. Puerta de Arenas –dice Olmo- adquirió especial protagonismo en los años finales del reino de Granada, cuando había paz, para los intercambios comerciales. En resumen, señala el mismo autor, el camino que desde Córdoba pasaba por Jaén y Montejícar para llegar a Guadix y Granada, debió ser uno de los más utilizaos en época musulmana.

En cuanto a los árabes y bereberes que se establecieron desde los primeros tiempos en los valles y comarcas de Sierra Mágina y Alta Coloma, jugaron un importante papel en el establecimiento de la dinastía Omeya en al-Andalus. En 754 un liberto de Abd al-Rahman, llamado Badr, desembarcó en Almuñécar y envió un contacto con los jefes de los mawlas omeyas de Damasco en Elvira, quienes a su vez informaron al jefe de los del jund de Quinnasrin[ii] en Jaén.

En el siglo XI, el número y poder de los bereberes en Jaén y Elvira debió ser importante a juzgar por los testimonios sobre sus algazúas (saqueos) desde territorio de Jaén hacia Valencia y también contra los campos de Córdoba en aquellos años de descomposición del califato. La existencia de numerosos grupos tribales bereberes en Elvira, por otra parte, debió contribuir a la formación de la taifa de Granada, y de hecho el origen del reino zirí se gestó en el reparto de territorios que llevó a cabo el jefe de la facción bereber al-Musta’in entre los otros jefes de las tribus.

Luego, durante los últimos tiempos del período almorávide y más tarde almohade, las tierras de Jaén y Granada volvieron a ser escenario de los combates que tuvieron los africanos y sus aliados los andalusíes contra Ibn Mardanis, que era dueño de las regiones de Valencia y Murcia, y contra Ibn Hamusk, que llegó a dominar la ciudad de Jaén y gran parte de sus tierras. Estos personajes llegaron a ocupar Granada en 1162 ayudados por los cristianos y judíos, hasta que derrotados por los almohades, hubieron de huir hacia Jaén.

Ya en la primera mitad del siglo XIII las comarcas de Sierra Mágica y Alta Coloma vuelven a ser escenario de pasos y combates de las tropas cristianas de Castilla (reinado de Fernando III).

Por la obra “Hechos del Condestable Don Miguel Lucas de Iranzo”[iii], conocemos el ambiente y hechos de las comarcas serranas de Jaén durante varias décadas del siglo XV. Por su parte, los libros de actas del Cabildo de Jaén, correspondientes a los años 1476, 1479, 1480 y 1488 nos aportan datos sobre la vida en esa frontera que fue Sierra Mágina y Alta Coloma. Por ejemplo, durante los períodos de tregua entre el reino granadino y los cristianos del norte, las autoridades de uno y otro lado se dieron una serie de instrumentos institucionales para que la vida en la frontera estuviese organizada de la mejor forma posible.

Una de estas instituciones fue el Alcalde entre moros, estudiada por J. de Mata Carriazo y citado por Olmo, que se remonta a los últimos años del siglo XIV. Hubo jueces de moros y cristianos, que se empleaban en dirimir los conflictos entre las dos comunidades. También hubo fieles del rastro, que C. Argente del Castillo equipara con una especie de “policía de frontera”, encargada de seguir el rastro a los delincuentes hasta el punto en que terminaba su jurisdicción, entregando la información a los fieles del rastro de la siguiente.

Carriazo define a los alfaqueques como personas dotadas de inmunidad que entraban en el reino contrario buscando cautivos; a continuación se encargaban de encontrar a las familias a las que pertenecían para entregárselos, institución que para la frontera de Jaén se remonta a mediados del siglo XIV. Para R. Arié los alfaqueques eran una especie de “hombres buenos”, reconocidos por ambas partes, que se encargaban de la misma misión citada, negociando aquí y allá. Como el oficio de alfaqueque podía arrendarse, esto dio motivo a conflictos por la titularidad del puesto entre varios personajes.

También los testimonios literarios son recogidos por Olmo en la obra citada[iv], de gran interés porque corresponden al último tercio del siglo XIV y al XV. El romance más antiguo que se conoce, “Cercada tiene Baeza”, canta probablemente el cerco de ésta ciudad por el rey granadino en 1368. Otro cerco de Baeza por los granadinos se produjo a principios del siglo XV, cuando quemaron el arrabal: Moricos, los más moricos…/ los que gandís mi soldada/ derribédesme a Baeza/ esa villa torreada.

En torno a Alcalá la Real también se produjeron frecuentes enfrentamientos bélicos, y más cerca de Sierra Mágina tenemos una serranilla que compuso Íñigo López de Mendoza que dice: Entre Torres y Ximena/ á cerca de Sallozar/ fale moza de Bedmar/ san Julián en buena estrena.

La obra aquí resumida no contiene suficientes datos sobre la vida cotidiana, la economía, los grupos sociales, etc., pero no es de extrañar que coincidan con las categorías que se han estudiado para el resto de al-Andalus, sobre todo en la zona nuclear de esta, a la que pertenecen las comarcas de Sierra Mágina y Alta Coloma. Árabes, bereberes, muladíes, en menor cantidad mozárabes, pobres, ricos hacendados, alfaquíes, funcionarios, artesanos, comerciantes, transportistas… Lo mismo que en el resto del territorio andalusí durante la mayor parte de los casi ocho siglos de presencia musulmana en la Península.



[i] Una de las fuentes más antiguas sobre esta población es el mapa de la provincia de Jaén firmado por Gaspar Salcedo a finales del siglo XVI (https://hermandadsantalucia.com/puerta-de-arenas-2/historias-de-puerta-de-arenas/)
[ii] Circunscripción militar en Siria.
[iii] Caballero al servicio del rey castellano Enrique IV, excepción al haber nacido humildemente. Organizó administrativamente la región de Jaén mientras en la Corte quedaban los que querían disputarle el puesto.
[iv] “La presencia islámica en Sierra Mágina y Alta Coloma”.