martes, 28 de julio de 2020

Envenenamientos y suicidios

uv.es/uvweb/uv-noticies/es/noticias/venenos-cuerno

Envenenamiento y suicidio –dice E. Mitre[i]- son dos formas de acabar la vida. El envenenamiento se ha asociado tradicionalmente a la Roma de los Césares o a la Italia del Renacimiento, pero también durante la Edad Media tenemos ejemplos. Se ha investigado que en los mil años de la Edad Media, en occidente, se habrían dado un total de cuatrocientos veinte casos de envenenamiento, sin tener en cuenta aquellos que no constan porque las víctimas no fueron personajes conocidos, sino simples mortales. Según algunas crónicas el rey leonés Sancho I el Craso habría muerto envenenado en 966 por unos nobles portugueses valiéndose de unas frutas que le habían regalado.

Al irse conociendo con más amplitud y precisión las propiedades de las plantas, en torno a 1400 el número de envenenamientos aumentó. En Francia, por ejemplo, los delfines Juan y Luis murieron en 1415 y 1417 respectivamente, rumoreándose que fueron envenenados. Y en otro orden de cosas el envenenamiento se relaciona con médicos musulmanes y judíos, como es el caso de un “hispano o árabe sarraceno” que, en el siglo XII, sobresalía en el arte de la brujería y el envenenamiento, y que pretendió entregar al emperador Federico Barbarroja unos regalos untados con veneno. El proyecto fracasó y el frustrado asesino y sus colaboradores acabaron siendo castigados.

Los judíos, como envenenadores de manantiales y fuentes fueron una figura bastante extendida en tiempos de pestes y epidemias, sobre todo en la Alemania del siglo XIV. En Castilla, una tradición que recogió con los años Francisco de Quevedo asoció la muerte de Enrique III a un médico judío de nombre Mair Alguadex.

De otro rey de frágil salud, el francés Carlos V, fallecido en 1380, se dijo que estuvo a punto de ser envenenado por conjurados bajo la dirección de Jacques de Rue y Pierre de Tertre que, descubiertos, fueron procesados y ejecutados. De su nieto Carlos VII se dice que se dejó morir de hambre en 1461por miedo a ser envenenado por su hijo, el futuro Luis XI. En Inglaterra la muerte de reyes por envenenamiento constituirá una tradición popular.

Se ha estudiado el probable envenenamiento de Juan Serrano, obispo de Sigüenza propuesto por Enrique III para la sede de Sevilla. Tras una terrible agonía murió en 1402 y las sospechas cayeron sobre el arcediano de Guadalajara, Gutierre Álvarez de Toledo, aspirante a la sede de Toledo, entonces vacante.

En 1468 se produjo la inesperada muerte del infante Alfonso, hermano de Isabel la Católica y proclamado rey por una facción nobiliaria frente a su hermanastro Enrique IV. Varios cronistas que hablan del hecho destacan el brote de peste que se daba en las localidades de Arévalo y Cardeñosa[ii] por donde el joven de 14 años se encontraba en aquellos momentos, y dichos cronistas no se ponen de acuerdo. El clima de guerra civil que en la Castilla del momento se vivía, era muy propicio para la explotación de la muerte de algunos personajes.

Sobre la muerte de Enrique IV de Castilla también se ha sospechado de envenenamiento, pues los cronistas le achacan desórdenes alimentarios que le habrían sido fatales. El doctor Marañón considera que lo más probable es que la muerte de éste rey fuese por envenenamiento.

En cuanto al suicidio ha sido estudiado por muchos especialistas de diversas disciplinas, llegando a la conclusión de que la causa ha sido como expresión de la libertad personal, de la desesperación, del egoísmo o como patología mental.

El mundo antiguo pudo ver en el suicidio una salida honorable ante un fracaso humillante. La historia de la Roma pagana está plagada de suicidios de políticos y generales que ponen fin a su vida en situaciones que consideran límite. La cultura cristiana incorporó a Judas Iscariote, que desesperado por la traición infligida, se ahorcó. El emperador Nerón se quitó la vida a unos pocos kilómetros de Roma, después de huir, en el año 68 adelantándose al juicio del Senado.

En cuanto al emperador Otón "a la caída del día -dice Tácito- aplacó la sed con unos sorbos de agua helada. A continuación trajeron dos puñales y, tras probarlos, guardó uno de ellos bajo la almohada... pasó la noche tranquila y, según se afirma, no en vela. De madrugada recostó el pecho contra el hierro...".

La Edad Media inglesa es la que “más juego da” –dice E. Mitre- siendo el número de varones que se suicida muy superior al de mujeres. Los métodos son sobre todo el ahorcamiento y el ahogamiento; en menor medida el uso de objetos cortantes. Sobre autoenvenenamientos disponemos de poca información.

Las legislaciones civil y canónica medievales condenaron el suicidio, de forma que el que lo llevaba a cabo era enterrado apartadamente. En el concilio provincial de Braga (561) se negaron las ofrendas a los suicidas, calificándolos de criminales. En el concilio toledano de 693 se habla de “los desesperados” que son incapaces de aceptar un castigo que se les ha impuesto y se quitan la vida “con arma blanca u otros medios mortíferos”.

En Las Partidas los suicidas se desglosan en cuatro categorías: los que se quitan la vida por haber sido acusados de alguna falta, los que son incapaces de soportar una enfermedad, los que lo hacen por locura o saña, y los ricos que pierden su riqueza y deciden matarse.

Pedro Abelardo, quien sufrió castración inducida por el canónigo Fulberto[iii], hizo una referencia reprobatoria a la automutilación de Orígenes[iv], que habría interpretado literalmente el texto bíblico “se han castrado para obtener el reino de los cielos”. Cercanas al suicidio se han considerado ciertas muertes martiriales cuyos protagonistas provocaron a sus oponentes para que estos reaccionaran violentamente. Por ejemplo, los mozárabes que blasfemaron ante sus captores del nombre de Mahoma y acabaron condenados a muerte por las autoridades andalusíes.

Algunos ejercicios lúdicos como las justas, torneos, juegos de cañas, caza, etc., propios de los grupos aristocráticos, se les han supuesto, en ocasiones, una indirecta inducción al suicidio, y de ahí las reservas de la Iglesia.

Por su parte los cátaros tuvieron una ceremonia –la endura- que dio pie a una de tantas polémicas. Para el obispo inquisidor Jacques Fournier, luego para el papa Benedicto XII (1334-1342) se trataba de una inducción al suicidio o al asesinato para el cátaro que se encontraba próximo a la muerte. La persecución que sufrió esta minoría llevó a algunos a ayunar hasta tal punto que su vida corría peligro, llegando a morir antes que renunciar a sus creencias.


[i] “Morir en la Edad Media…”.
[ii] Al norte de la ciudad de Ávila.
[iii] Teniendo el teólogo y monje del siglo XII relaciones con la sobrina del canónigo, Eloísa, tuvo de ella un hijo.
[iv] Padre de la Iglesia oriental del siglo III.

No hay comentarios:

Publicar un comentario