miércoles, 1 de julio de 2020

De ganadero a patrono y benefactor

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Nació en Querétaro a mediados del siglo XVII, siendo criollo descendiente de extremeños  y castellanos[i]. Tuvo seis hermanos, tres varones y tres mujeres, Juan Caballero y Ocio, de quien hablamos, el menor de los varones, dos de los cuales se hicieron sacerdotes y dos de las hermanas clarisas.

Caballero perteneció a una familia dedicada a la cría de ganado, a la que él mismo se dedicó antes de procurarse alguna prebenda en el Santo Oficio y luego en el sacerdocio. Su padre hizo testamento en 1674 diciendo que poseía cinco haciendas, dos de las cuales en San Luis de Potosí, una en Querétaro, una en San Miguel el Grande, otra de la que se desconoce el nombre y cinco agostaderos[ii] en Huasteca, al este de México. Luego se añadieron a estas propiedades una hacienda en Illescas y dos en León[iii].

Caballero estudió en Querétaro atendido por maestros que acudían a su domicilio, luego en México con los jesuitas, donde nuestro personaje cobró interés por las tareas misioneras de estos, hasta el punto de que apoyó económicamente las que se llevaban a cabo en la baja California. Estudió también en la Universidad, desde donde solicitó el cargo de consultor de la Inquisición a Alonso de Cevallos[iv], diciéndole en una carta que era “hechura suya”, al tiempo que le pedía le nombrase consultor.

Culturalmente –dice María Cristina Montoya Rivero[v]- alcanzó un nivel alto, lo que influyó en las diversas actividades que desarrolló a lo largo de su vida. Siendo capitán regresó a Querétaro, ejerciendo aquí como alcalde ordinario, y con 28 años de edad mostró deseo de ser familiar de número del Santo Oficio, optando luego a desempeñar el papel de consultor de la Inquisición. Después compró el puesto de alguacil de Querétaro, que obtuvo por 5.200 pesos, hasta que en 1679 se trasladó a la ciudad de Puebla, donde recibió el orden sacerdotal, pero sin necesidad de muchos trámites, pues se le dispensó de ellos, siendo nombrado comisario del Santo Oficio.

Entonces se dedicó a apoyar la construcción de numerosas obras religiosas, ya como patrono o benefactor. La iglesia de la Congregación de Santa María de Guadalupe en Querétaro, por ejemplo, se quiso amplia y grandiosa, siendo motivo de largo pleito entre quienes deseaban que la iglesia estuviese en manos de los franciscanos y quienes no. Caballero donó grandes sumas de dinero para esta obra, fabricándose hornos para la cal, ocupando a sus criados domésticos en las tareas, y “disponiendo con manos pródigas inmensidades de pesos”[vi].

El retablo principal se encargó a José Bayas Delgado, natural de la Puebla de los Ángeles, el cual lo llenó de ángeles, y en el centro la Virgen de Guadalupe, obra de Baltasar de Echave Rioja, miembro de una familia de pintores. Pero Caballero hizo sus indicaciones para el contenido del retablo: seis lienzos principales que resultaron componer una “obra salomónica”, de la cual no queda resto alguno, pues en 1743 fue sustituida por otra. Bayas construyó cuatro retablos más para el templo, el púlpito, los objetos sagrados, la custodia, las vinajeras, las campanillas, los ornamentos, las lámparas y los candeleros, todo ello muy del gusto barroco. La bendición del templo tuvo lugar en 1680.

Caballero redactó cuatro testamentos entre 1682 y 1704, dejando a esta iglesia 30.000 ovejas, 30 esclavos y una hacienda en San Juan de Potosí, a fin de que se pudiera mantener a “10 o 12 sacerdotes pobres”, hasta el punto de que en 1688, como agradecimiento por todo lo que había hecho, se le declaró patrono de la obra, lo que fue confirmado por el mismo virrey, conde de la Moncloa[vii], y por el arzobispo Francisco Aguiar y Seixas[viii].

Cerca de 1690 Caballero fue patrono del convento del Carmen en Querétaro, pues los carmelitas que viajaban pasando por esta ciudad antiguamente solían hospedarse en la casa del rico ganadero Francisco de Medina Murillo, bisabuelo de nuestro personaje, siguiendo luego la tradición familiar, pues también los abuelos y el padre de Caballero apoyaron económicamente a los carmelitas. Cuando el convento estuvo en muy mal estado, Caballero intervino (1686) y se elaboró una carta de fundación del patronazgo, donde figuraron los compromisos que adquiría para acabar la obra. Los carmelitas le otorgaron “todas las honras, preeminencias, inmunidades y prerrogativas que se acostumbran y el derecho permite”.

Una de esas prerrogativas consistió en dejar un sitio en el presbiterio, del lado del Evangelio, “o bien donde él lo considerase adecuado”, con el fin de construir un nicho para su entierro y colocar en él su escudo de armas y efigie (otra manifestación muy propia del barroco aunque de larga tradición entre las familias nobles y ricas).

En el templo del convento de Santa Clara de Jesús, Caballero mandó construir un retablo dedicado a la Virgen del Socorro, costeando las lámparas y el aceite para la iluminación, retablo que también fue sustituido por otro en 1785. Construyó y fundó varias capillas en diversas iglesias, pero sobre todo colaboró con los jesuitas en dos colegios en Querétaro, así como realizó una donación económica para las obras del colegio jesuítico de Tepotzotlán, que según algunas fuentes fue de sesenta mil pesos.

Otras muchas obras fueron objeto de su apoyo y financiación, y tratándose de un mecenas no podía faltar un retrato de él: Nicolás Rodríguez Juárez se lo hizo, y se encuentra en el Museo Regional de Querétaro[ix]… Caballero murió en 1707 después de haber renunciado a dos obispados, además de otros títulos.



[i] Puede que de Santa Colomba de Somoza, al suroreste de la actual provincia de León.
[ii] Lugares donde pasta el ganado durante el mes de agosto, en general durante el verano.
[iii] Al este de Zacatecas y en el centro de México respectivamente.
[iv] Fallecido a principios del siglo XVIII, fue fiscal de la Inquisición en México, además de ocupar otros oficios, entre ellos presbítero, y en el orden nobiliario caballero de la Orden de Alcántara.
[v] “Juan Caballero y Ocio, patrono y benefactor de obras religiosas”.
[vi] Carlos de Sigüenza y Góngora, “Glorias de Querétaro” (citado por María Cristina Montoya Rivero).
[vii] Melchor Antonio Portocarrero, que luego sería virrey del Perú.
[viii] Natural de Betanzos, fue obispo de Michoacán y luego arzobispo de México.
[ix] Ver nota v.

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