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Nació en Querétaro a
mediados del siglo XVII, siendo criollo descendiente de extremeños y castellanos[i].
Tuvo seis hermanos, tres varones y tres mujeres, Juan Caballero y Ocio, de
quien hablamos, el menor de los varones, dos de los cuales se hicieron
sacerdotes y dos de las hermanas clarisas.
Caballero perteneció a
una familia dedicada a la cría de ganado, a la que él mismo se dedicó antes de
procurarse alguna prebenda en el Santo Oficio y luego en el sacerdocio. Su padre
hizo testamento en 1674 diciendo que poseía cinco haciendas, dos de las cuales
en San Luis de Potosí, una en Querétaro, una en San Miguel el Grande, otra de
la que se desconoce el nombre y cinco agostaderos[ii]
en Huasteca, al este de México. Luego se añadieron a estas propiedades una
hacienda en Illescas y dos en León[iii].
Caballero estudió en
Querétaro atendido por maestros que acudían a su domicilio, luego en México con
los jesuitas, donde nuestro personaje cobró interés por las tareas misioneras
de estos, hasta el punto de que apoyó económicamente las que se llevaban a cabo
en la baja California. Estudió también en la Universidad, desde donde solicitó
el cargo de consultor de la Inquisición a Alonso de Cevallos[iv], diciéndole en una carta que era “hechura suya”, al tiempo que le pedía le nombrase
consultor.
Culturalmente –dice María
Cristina Montoya Rivero[v]- alcanzó
un nivel alto, lo que influyó en las diversas actividades que desarrolló a lo
largo de su vida. Siendo capitán regresó a Querétaro, ejerciendo aquí como alcalde ordinario, y con 28 años de edad mostró deseo de ser familiar de número del Santo Oficio, optando luego a desempeñar el papel de consultor de la Inquisición. Después
compró el puesto de alguacil de Querétaro, que obtuvo por 5.200 pesos, hasta
que en 1679 se trasladó a la ciudad de Puebla, donde recibió el orden
sacerdotal, pero sin necesidad de muchos trámites, pues se le dispensó de
ellos, siendo nombrado comisario del Santo Oficio.
Entonces se dedicó a
apoyar la construcción de numerosas obras religiosas, ya como patrono o
benefactor. La iglesia de la Congregación de Santa María de Guadalupe en
Querétaro, por ejemplo, se quiso amplia y grandiosa, siendo motivo de largo
pleito entre quienes deseaban que la iglesia estuviese en manos de los
franciscanos y quienes no. Caballero donó grandes sumas de dinero para esta
obra, fabricándose hornos para la cal, ocupando a sus criados domésticos en las
tareas, y “disponiendo con manos pródigas inmensidades de pesos”[vi].
El retablo principal se
encargó a José Bayas Delgado, natural de la Puebla de los Ángeles, el cual lo
llenó de ángeles, y en el centro la Virgen de Guadalupe, obra de Baltasar de
Echave Rioja, miembro de una familia de pintores. Pero Caballero hizo sus
indicaciones para el contenido del retablo: seis lienzos principales que
resultaron componer una “obra salomónica”, de la cual no queda resto alguno,
pues en 1743 fue sustituida por otra. Bayas construyó cuatro retablos más para
el templo, el púlpito, los objetos sagrados, la custodia, las vinajeras, las
campanillas, los ornamentos, las lámparas y los candeleros, todo ello muy del gusto
barroco. La bendición del templo tuvo lugar en 1680.
Caballero redactó cuatro
testamentos entre 1682 y 1704, dejando a esta iglesia 30.000 ovejas, 30
esclavos y una hacienda en San Juan de Potosí, a fin de que se pudiera mantener
a “10 o 12 sacerdotes pobres”, hasta el punto de que en 1688, como
agradecimiento por todo lo que había hecho, se le declaró patrono de la obra,
lo que fue confirmado por el mismo virrey, conde de la Moncloa[vii],
y por el arzobispo Francisco Aguiar y Seixas[viii].
Cerca de 1690 Caballero
fue patrono del convento del Carmen en Querétaro, pues los carmelitas que
viajaban pasando por esta ciudad antiguamente solían hospedarse en la casa del
rico ganadero Francisco de Medina Murillo, bisabuelo de nuestro personaje,
siguiendo luego la tradición familiar, pues también los abuelos y el padre
de Caballero apoyaron económicamente a los carmelitas. Cuando el convento
estuvo en muy mal estado, Caballero intervino (1686) y se elaboró una carta de
fundación del patronazgo, donde figuraron los compromisos que adquiría para
acabar la obra. Los carmelitas le otorgaron “todas las honras, preeminencias,
inmunidades y prerrogativas que se acostumbran y el derecho permite”.
Una de esas
prerrogativas consistió en dejar un sitio en el presbiterio, del lado del
Evangelio, “o bien donde él lo considerase adecuado”, con el fin de construir
un nicho para su entierro y colocar en él su escudo de armas y efigie (otra
manifestación muy propia del barroco aunque de larga tradición entre las
familias nobles y ricas).
En el templo del
convento de Santa Clara de Jesús, Caballero mandó construir un retablo dedicado
a la Virgen del Socorro, costeando las lámparas y el aceite para la iluminación,
retablo que también fue sustituido por otro en 1785. Construyó y fundó varias
capillas en diversas iglesias, pero sobre todo colaboró con los jesuitas en dos
colegios en Querétaro, así como realizó una donación económica para las obras
del colegio jesuítico de Tepotzotlán, que según algunas fuentes fue de sesenta
mil pesos.
Otras muchas obras fueron
objeto de su apoyo y financiación, y tratándose de un mecenas no podía faltar
un retrato de él: Nicolás Rodríguez Juárez se lo hizo, y se encuentra en el
Museo Regional de Querétaro[ix]…
Caballero murió en 1707 después de haber renunciado a dos obispados, además de
otros títulos.
[i] Puede
que de Santa Colomba de Somoza, al suroreste de la actual provincia de León.
[ii] Lugares
donde pasta el ganado durante el mes de agosto, en general durante el verano.
[iii] Al
este de Zacatecas y en el centro de México respectivamente.
[iv]
Fallecido a principios del siglo XVIII, fue fiscal de la Inquisición en México,
además de ocupar otros oficios, entre ellos presbítero, y en el orden
nobiliario caballero de la Orden de Alcántara.
[v] “Juan
Caballero y Ocio, patrono y benefactor de obras religiosas”.
[vi] Carlos
de Sigüenza y Góngora, “Glorias de Querétaro” (citado por María Cristina
Montoya Rivero).
[vii]
Melchor Antonio Portocarrero, que luego sería virrey del Perú.
[viii]
Natural de Betanzos, fue obispo de Michoacán y luego arzobispo de México.
[ix] Ver
nota v.
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