El 22 de agosto de 1888
“El Siglo Futuro” publicó un largo artículo, suscrito por otros periódicos
tradicionalistas (24) con motivo de su expulsión del partido carlista por el
pretendiente Carlos de Borbón y Austria-Este, al que en ocasiones se ha llamado
“duque de Madrid”.
El asunto es que este
miembro de la rama carlista, en pleno régimen de la restauración borbónica en
España, fue partidario de cierta transigencia, no en vano el carlismo había
sido vencido varias veces a lo largo del siglo XIX en el campo de batalla. El
pretendiente comprendió que ya no era posible volver al antiguo régimen, aunque
siguió pidiendo la unidad católica, lo que implicaba la prohibición de otras
confesiones. Por otro lado el carlismo de este pretendiente aceptaba el derecho
de asociación y la existencia de unas Cortes estamentales, bien que la
monarquía seguía siendo considerada de origen divino.
Pero esto parecía
excesivo a los más intransigentes, como los que se congregaban en torno al
periódico “El Siglo Futuro” y otros[i], señalando
que la expulsión se había producido por haber negado competencia al
pretendiente para cambiar la doctrina del partido carlista hacia el
acomodamiento a los nuevos tiempos. Señalan estos periódicos que no hay otra
autoridad superior a la espiritual, no importándoles que se les tilde de
perturbadores y rebeldes si es por defender las esencias del más acrisolado
carlismo (tradicionalismo).
No se rindieron estos
periódicos “a los deseos del Sr. Duque de Madrid”, diciendo que con ansia
buscaron la manera de acomodar sus convicciones al nuevo programa carlista,
pero que no la hallaron, “ni se puede hallar”. Por encima de todo está –dicen-
“nuestra conciencia”.
En el citado artículo
se recuerda al ya fallecido Cándido Nocedal, pero no se hace mención alguna a
sus orígenes progresistas, sino solo a su militancia neocatólica y carlista. No
aceptan los periódicos citados otra cosa que no sea la “verdadera restauración,
que no sufre nuevas, exóticas constituciones, antes exige restablecer la ley
antigua, la secular y tradicional constitución española”. No aceptan que pueda
tener “el monarca pensamiento propio”, preguntándose por qué está la monarquía
en el naufragio donde ha zozobrado cuanto se relaciona con Dios”. Son
partidarios de que se consulte al papa, pero sin el papa y sin las Cortes (se
refieren a las tradicionales) no es posible hacer “la tolerancia religiosa en
beneficio de los herejes extranjeros”.
Nada de división de
poderes, considerando una palmaria contradicción que las Cortes puedan entender
en los asuntos legislativos, nada de aceptar “un partido escéptico que
anteponga lo material a lo moral y religioso, que dé más valor a la rebaja de
tributos que a la ley de matrimonio civil”. Los periódicos a la cabeza de los
cuáles parece estar “El Siglo Futuro”, reprochan a “D. Carlos que en recientes
documentos manifieste un espíritu de templanza, denunciando “la carta que de
Venecia vino imponiendo silencio, so pena de perderse la gracia de D. Carlos”[ii].
Dicen estar deseosos de
obedecer hasta donde la conciencia lo permitiese (“obedecimos y callamos –dicen-
aunque bien inútilmente”). Luego añaden que su bandera es la
española “que tiene por lema el santo nombre de Dios, con que se significan la
soberanía social de Jesucristo y las enseñanzas de su Iglesia[iii].
Se refieren a la máxima “Dios, patria, rey” considerando que esas palabras
están en el orden correcto, situando por delante del rey a Dios y a la patria…
señalando que hubo tiempos en los que en Castilla no había reyes, sino jueces y
condes; y que Aragón y Barcelona tuvieron condes y no reyes; que Vizcaya se
rigió con sus señores; que en Asturias y en la España entera no hubo reyes
hereditarios sino electivos.
Para estos periódicos y
los que con ellos estaban, la enseñanza debía sujetarse a la autoridad de la
Iglesia “y a su magisterio infalible”; se habrían de reconocer todas las
preeminencias, privilegios y fueros eclesiásticos establecidos en los sagrados
cánones; “la España tradicional no quiere regatear a la Iglesia de Dios sus
derechos”, esos que con tanta frecuencia, de forma genérica, aparecen
reivindicados en muchos documentos eclesiásticos.
Después de Dios está la
patria, dicen, y las familias deben estar reducidas a la concordia, viviendo
comunalmente, formando municipios, provincias, clases, instituciones y
corporaciones. Añaden que les parece odioso ir al liberalismo por medio del
cesarismo como por el camino de la soberanía popular, sentando en el siglo
XVIII la época en que “se transfiguró y se perdió a España, dando al césar todo
el poder”.
[i] “El
Centinela”, “Lo Crit de la Pátria”, “La Cruz de la Victoria”, “El Diario de
Cataluña”, “El Diario de Lérida”, “El Diario de Sevilla”, “Dogma y Razón”, El
Eco Cascantino”, “El Eco de Qeralt”, “El Estandarte Riojano”, “El Éuskaro”, “La
Fiderlidad Castellana”, “El Fuerista” y otros, todos los cuales firmaron el
manifiesto del 22 de agosto de 1888 publicado en “El Siglo Futuro” (y
seguramente en cada uno de los citados).
[ii] El
pretendiente pasó parte de su vida en varias ciudades europeas, entre ellas
Venecia, y probablemente desde allí escribió la carta a la que se hace
referencia.
[iii] Diez
años antes, en 1878, el papa León XIII había publicado una encíclica sobre el
socialismo, el comunismo y el nihilismo; en 1882 otra sobre la situación de la
Iglesia católica en España; pero faltaban tres años para la “Rerum novarum”
sobre las relaciones entre capital y trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario