sábado, 4 de julio de 2020

Un rey contra los jueces de Arborea

Localización de Arborea al oeste de Cerdeña (mapa Michelín)

El empeño del rey aragonés Pedro IV en hacer a sus reinos con el control de la isla de Cerdeña, en un siglo que sería especialmente duro para todo occidente, terminó en varios fracasos por la tenacidad del Judicato de Arborea[i]. En la isla tenían interés varias potencias comerciales: Pisa, Génova, el papa y la Corona de Aragón. Aunque el papa determinó que la isla pasase a ésta última, los nativos se resistieron y mantuvieron una tenaz lucha contra el control extranjero.

Aunque a principios del siglo XIV los catalano-aragoneses consiguieron hacerse con el control nominal, y en parte efectivo, de las islas de Cerdeña y Córcega, la oposición de los gobiernos locales hizo las cosas muy difíciles a la monarquía aragonesa.

Al rey Pedro IV, particularmente, le costó conseguir, una y otra vez, los recursos económicos que necesitaba para enviar sus ejércitos a la isla y someter a los gobiernos isleños, particularmente al Judicato de Arborea. Las guarniciones militares repartidas por toda la isla –dice Mario Lafuente Gómez[ii]– y las campañas militares llevaron al rey a solicitar a las Cortes de Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares, las aportaciones económicas que éstas, en la mayoría de los casos, se guardaban de aceptarlas si era para combatir en la isla, aunque todos sabían que era para eso. Y no es extraño que las Cortes, formadas por nobles, medio nobles y representantes de las ciudades, además del alto clero, aceptasen los empeños del rey, pues del control de Cerdeña esperaban, cada uno de los brazos, obtener los beneficios que anhelaban.

No puede extrañar que algunos –no pocos- dirigentes urbanos, al frente de las instituciones locales catalano-aragonesas, perteneciesen a las clases pudientes de la sociedad, como así lo eran la mayoría de los nobles y la mediana nobleza que aspiraba a mejorar su situación e incluso subir en el escalafón social.

Los más altos nobles de los diversos reinos peninsulares y Mallorca, se prestaron a aportar las mesnadas, pero Pedro IV se vio envuelto en otros asuntos militares, como la guerra con Castilla y conflictos internos. La particular organización institucional de la Corona de Aragón hizo que el rey tuviese que solicitar las ayudas a diversas Cortes o asambleas, algunas de las cuales tuvieron recelo de ser una de ellas (la catalana particularmente) la que aportase dinero, exigiendo casi siempre que las demás también lo hicieran. Es muy interesante constatar que estas Cortes fueron siempre muy celosas de los fueros y prerrogativas que representaban, por lo que todo lo que fuese aparentar siquiera que se daba al rey dinero para el fortalecimiento de su dinastía en particular, era considerado contrario a aquellos fueros.

Una de las embestidas catalano-aragonesas contra los jueces de Arborea fue la armada dirigida por Pedro Martínez de Luna en 1368, un noble castellano dispuesto a colaborar con el mejor postor. La Iglesia, los señoríos y todos los demás que tenían algo que ganar en la operación, se prestaron a ayudar económicamente al rey (con anterioridad ya se habían producido dos campañas en 1323 y 1354). Tenemos, pues, un equilibrio entre la monarquía y las elites políticas y económicas de la Corona, dice Lafuente Gómez. Un primer donativo de 20.000 libras fue concedido para combatir a los de Arborea, que habían ido haciéndose con el control de no pocas plazas en Cerdeña. Luego el rey recibió otra ayuda de 5.500 libras.

La armada se concentró en el puerto de Rosas (Girona) a principios de 1368 y partió hacia Cerdeña tres meses después. Fueron movilizados 500 hombres de armas y 1.500 combatientes de a pié, acompañándoles un hermano de Martínez de Luna, Felipe, pero también colaboraron algunos sardos notables, como Lorenzo y Giovanni Sanna. La armada desembarcó junto a Cagliari[iii], se desplegaron los soldados por la isla y empezó el intento de reconquistar las poblaciones y los castillos perdidos. Martínez de Luna se dirigió a Oristano, la capital del judicato de Arborea, mientras que otros fueron en dirección a Santa Justa, no lejos de Oristano. Pero los sardos ofrecieron resistencia y vencieron a los catalano-aragoneses, perdiendo la vida muchos combatientes, ente ellos Martínez de Luna y su hermano. Los escasos supervivientes se refugiaron en el castillo de Cagliari.

En 1371 una nueva armada, para lo que el rey tuvo que volver al pedir ayuda económica a las diversas Cortes (poniendo estas toda serie de prevenciones), fue dirigida por Walter Benedict, un inglés dispuesto también a ser pagado por quien fuese, para lo que la Corona obtuvo 205.000 florines y dos préstamos, uno de 50.000 y otro de 80.000. A Benedict acompañaron Olfo de Proxida y Berenguer Carroz, dos expertos militares. Se ha estimado que los combatientes fueron mil a caballo y quinientos arqueros, además de otros procedentes de Provenza y servidores del rey. La armada de Pedro IV, sin embargo, fue sorprendida por naves genovesas en alta mar y allí dejaron su vida numerosos combatientes con rumbo a Cerdeña, siendo capturados Benedict y Olfo de Proxida, que fueron liberados más tarde por la reina Leonor de Sicilia. Otro fracaso catalano-aragonés en este asunto.

En 1373 el rey Pedro volvió a la carga y de nuevo las negociaciones con los ricos e influyentes miembros de las diversas Cortes. Las de Cataluña concedieron 200.000 libras en dicho año, y en esta ocasión no tuvieron inconveniente en reconocer que eran para la defensa de Cerdeña, pero ahora se produce el conflicto con el infante Jaime de Mallorca, que había estado preso del rey aragonés hasta 1362. El mallorquín se alió con el rey de Francia, Carlos V, e invadió Cataluña: de por medio estaba la independencia o no del reino de Mallorca respecto de la monarquía aragonesa. También se enfrentó el rey Pedro con los reyes castellanos Pedro I[iv] y Enrique II, conflictos que hay que entender en el contexto de la guerra de los cien años y la lucha por la hegemonía de las diversas dinastías reinantes.

Todo esto obligó a posponer cualquier intervención en Cerdeña, lo que no impidió que las Cortes catalanas otorgasen 15.000 florines para la guerra de Arborea. Las Cortes aragonesas, sin embargo, aportaron dinero para combatir al castellano Enrique II. Las Cortes de Monzón, Tamarite de Litera y Fraga[v] (1376, 1383 y 1384), concedieron ayudas económicas al rey aragonés, que se propuso dirigir personalmente el ejército contra Arborea, pero la expedición no llegó a producirse, pues se impuso la lucha contra Jaime de Mallorca.

Atrás quedaban los tiempos en los que el papa Bonifacio VIII había decidido que Cerdeña pasase a la monarquía aragonesa (de nada valió si no se vencía por las armas). Atrás quedaba la toma de la isla por parte del infante Alfonso (luego Alfonso IV de Aragón) en 1324. Luego vendría la resistencia de los sardos y los intentos fallidos de Pedro IV. Solo con la unión dinástica de Castilla y Aragón pasó Cerdeña a la órbita de ésta monarquía, situación que se consolidó hasta principios del siglo XVIII.

[i] En la costa oeste de Cerdeña.
[ii] “La respuesta de las Cortes aragonesas a las demandas de la monarquía para combatir en Cerdeña…”.
[iii] Al sur de Cerdeña.
[iv] Guerra de los dos Pedros.
[v] Las tres, localidades de la actual provincia de Huesca.

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