Un estudio sobre nueve salinas en España y tres más en
otros puntos de Europa, permite conocer algunos datos sobre su historia,
importancia económica y reconversión en la actualidad, ya para la producción de
sal o para otros usos[i].
Entre las que se encuentran en España, todas están en el interior, aunque tres
de ellas cerca de la costa.
Los espacios difieren mucho entre sí –dice Hueso Kortekaas- aunque
también comparten ciertas características. La superficie productiva es
relativamente pequeña, no superior, en ningún caso, a 10 ó 12 hectáreas. Las
más grandes son las de Añana, Poza de la Sal e Imón. Algunas se encuentran en
terreno llano: Imón, Rambla Salada y San Juan, o en el fondo llano y a veces
estrecho de un valle: Arcos de Salinas, Gerri de la Sal y Espartinas; también
utilizando las laderas (Añana, Poza de la Sal y Peralta de la Sal[ii]).
Históricamente, todas estaban en funcionamiento antes del
desestanco de la sal, que tuvo lugar cuando en 1869 las Cortes así lo acordaron,
liberalizando la producción y comercio de la sal común, que había sido, durante
más de dos siglos, una importante fuente de financiación de la Hacienda
pública. Algunas existían desde hacía siglos, pero su limitada productividad y
aislamiento geográfico hicieron que se sustituyera por sal industrial, más
barata, y fueron progresivamente abandonadas dichas salinas durante el siglo
XX.
En cuanto a la cuenca mediterránea, inventarios recientes –según
Hueso Kortekaas- aportan el dato de casi mil paisajes de sal diferentes; en
España y Portugal tres cuartas partes de dichos espacios se han dedicado o
siguen dedicándose a la producción de sal, y el resto son lagos y arroyos
salinos naturales. Otros autores han estimado que hubo unas cuatro mil salinas
históricas en la cuenca mediterránea. Hoy, sin embargo, existen pocas salinas
activas en Europa.
Fuera de España, las salinas de Gérande, en la mitad sur de
Bretaña (Francia) están entre las desembocaduras de los ríos Loira y Vilaine,
frente al océano Atlántico, formando una zona de humedales muy extensa con una
superficie de dos mil hectáreas. En la península de Gérande se obtiene sal
desde la Edad del Hierro, pero las primeras salinas, tal y como se conocen hoy,
son obra de los monjes de la abadía de Landévennec[iii]
a mediados del siglo X. La actividad salinera trajo prosperidad a la zona
durante muchos siglos y contribuyó a abrir las primeras rutas comerciales en
Europa.
Las salinas de Secovije están en el suroeste de Eslovenia,
junto a la frontera con Croacia. En la parte norte se sigue produciendo sal,
pero en la sur, separada por el canal Grande-Drnica, no. La producción de sal
se remonta a más de setecientos años y se hacía manualmente hasta principios
del siglo XX. Estas salinas pertenecieron a familias adineradas, parroquias,
monasterios e instituciones benéficas, siendo su edad de oro desde el siglo XV
hasta finales del XVIII, bajo el control de la República de Venecia.
Las salinas de Laeso están situadas en el sur de la isla del
mismo nombre, al norte de Dinamarca. La sal se produce por ebullición,
utilizando la madera como combustible; la salmuera se bombea desde el nivel
freático, lo que ya se hacía en la Edad Media, siendo la actividad más
importante de la isla y se consideró la primera industria de la época, cuya
producción se detuvo a mediados del siglo XVIII porque se había agotado la
madera.
En el pasado existieron en España y Portugal 517 salinas de interior y 182 de
litoral, 115 en Alemania, 356 en Grecia pero, salvo en éste último país, donde
todavía existen 178 salinas, en los demás citados se ha reducido un 87% el
número de salinas, mientras que en toda la cuenda mediterránea, si se admite
que hubo 4.000 salinas en el pasado, la reducción ha sido del 99,5%.
Hoy existen políticas para poner de manifiesto los valores
culturales de las salinas, declarando protegidos los espacios salineros por su
relevancia histórica con resultados diversos. Se han hecho infraestructuras y
accesos para que se puedan visitar las salinas, proporcionando empleo directo
por medio de la hostelería en las zonas próximas con vistas al turismo. En
Laeso, por ejemplo, se ha establecido una escuela-taller donde se enseña cómo
se producía sal con los métodos del siglo XVI, al tiempo que se producen 70
toneladas al año. En Secovije se han declarado parque natural las salinas y en
Guérande, donde la expansión urbana y el turismo amenazaron las salinas, se ha
recuperado la tradición produciéndose 16.000 toneladas de sal gruesa y 700
toneladas de flor de sal[iv]
al año.
En los casos de las salinas españolas estudiadas, se han construido infraestructuras siguiendo las tradiciones locales, empleado materiales del lugar y revitalizado las técnicas que en cada caso eran propias. Con anterioridad a estas actuaciones la ruina de las salinas citadas era casi total, según Hueso Kortekaas. En Añana, por ejemplo, se produce sal y se explota el lugar para el turismo de salud.
[i] Katia Hueso Kortekaas, “Patrimonialización de salinas tradicionales…”.
[ii] Añana se encuentra al oeste de la provincia de Álava, Poza de la Sal al norte de Burgos, Imón y San Juan en Guadalajara (al norte la primera), Rambla Salada al sur de Alicante, Arcos de Salinas al sur de Teruel, Gerri de la Sal al norte de Lleida, Espartinas al oeste de Sevilla y Peralta de la Sal al este de Huesca.
[iii] En uno de los “finis terrae”, fue fundada en el siglo VI y disuelta por la revolución francesa.
[iv] Capa delgada de sal que se produce en la superficie marina, obteniéndose una sal muy valorada en la gastronomía actual.
Fotografía: salinas de Imón, Guadalajara. (castillalamanchafilm.com).
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