domingo, 25 de julio de 2021

Una interpretación de la Alta Edad Media

 

                                                            Dibujo tomada de Wikipedia

En su obra “Los enemigos del comercio”[i], Antonio Escohotado hace un estudio de las diversas civilizaciones remontándose al mundo antiguo y llegando al paradójico capitalismo actual, que él dice haber vencido pero no convencido, pues no son pocos los resquemores que despierta.

Me ha parecido especialmente sugerente la interpretación que hace de la Alta Edad Media europea, empleando el término por él ideado de “pobrismo”, quizá huyendo de la palabra “comunismo” por las connotaciones diversas que entraña. El pobrismo –dice- fue característico de los esenios judíos, una suerte de comunismo primitivo que nada tiene que ver con el que hemos conocido posteriormente y, por supuesto, con las realizaciones históricas durante el siglo XX.

Aquellos esenios, llegado el cristianismo, habrían interpretado el séptimo mandamiento en el sentido de que “robar es comerciar”. Dos de esos esenios, Juan el Bautista y Jesús de Nazaret, ya habrían considerado que la propiedad privada era un robo, sin tener que esperar a Pierre-Joseph Proudhom[ii]. No lo habrían expresado así, pero por los documentos que se pueden considerar históricos cabe deducirlo. Debe tenerse en cuenta la acumulación de riqueza en manos de los que detentaban el poder, controlaban el comercio y financiaban a los estados.

Para los “pobristas” esenios, los cristianos de los primeros siglos y aún de la Alta Edad Media, había una oposición entre Dios y el dinero, y de hecho los cristianos de dicha época mostraron el amor al más allá y el desprecio por la vida, de ahí los muchos mártires y los que, pretendiendo volver al primitivo cristianismo, sufrieron todo tipo de circunstancias.

Según Escohotado, la crisis del Imperio romano, ya desde el siglo II pero más aún en los siguientes, se habría hecho más soportable con la espiritualidad del cristianismo, fuese o no consciente de ello el emperador Constantino cuando decide legalizar a sus seguidores y hacer al propio Imperio cristiano. A partir de ese momento muchos templos paganos fueron expoliados por las autoridades y las riquezas que atesoraban constituyeron un respiro para las arcas del Estado.

Luego, la gente que sobraba en las ciudades y en el campo –la sociedad romana como se había conocido en occidente se ha ido dislocando- forman lo que conocemos como bagaudas. Estos no tienen nada que perder, están desheredados, son pobres y se dedican a sobrevivir de la forma más bárbara que sus instintos les dictan.

Por su parte, los “padres de la Iglesia”, Agustín de Hipona uno de ellos, escriben que en toda compra-venta siempre hay un perdedor, tendiendo por ello a una vida de autosuficiencia que es lo que va a caracterizar a la Alta Edad Media. El comercio, por tanto, se hace raro y el comunismo se extiende en forma de vida en común: campesinos, monjes, grupos de personas que conviven más o menos fraternamente sin una idea de propiedad (entendido esto en un sentido general). Pero esto también tiene su precio: el empobrecimiento es tal en los siglos oscuros que se han constatado sesenta hambrunas por año en el oeste de Europa.

Mientras tanto subsiste el Imperio Bizantino y se extiende el Islam; los esclavos van desapareciendo  y aumentan los cautivos, hasta el punto de que estos son objeto de comercio masivo por parte de aquellos imperios. Tanta pobreza había en occidente que no es posible mantener al esclavo, que se va convirtiendo en cautivo –si cae en manos de bizantinos o musulmanes- o en siervo. Este presta homenaje entregándose a uno de condición superior que, aceptándolo, sella el pacto con un beso (ósculo).

Los santos pasan a ser considerados como dioses, lo que da a los musulmanes un argumento contra el politeísmo del mundo cristiano, si no fuese suficiente con el misterio de la Trinidad, mientras que las razias de cautivos hacen mil estragos.

Algunos, no obstante, se niegan a ser siervos, forman caravanas acorazadas y crean relaciones terrestres de unos lugares a otros, son los “negotiatores”, que serán mal vistos por las autoridades imperiales francas. Esos “negotiatores” necesitan, recorriendo los caminos, establecer altos donde repostar, descansar, permanecer unos días, y esos puntos son el origen de los burgos posteriores. Hasta tal punto tuvieron importancia estos burgos –por muy pequeños que fuesen- que se impuso la norma de que el que residiese en ellos un año y un día al menos, dejaría de ser siervo.

Son estos “negotiatores” los que restauraron la circulación monetaria e hicieron nacer las sociedades autogobernadas (las comunas o concejos según los lugares) que luego serán sancionadas por reyes y señores. Cuando se llega al siglo XVI, con un cristianismo en crisis galopante desde hace centurias (disidentes, cátaros, herejes, reformadores…), protestantes y católicos en una cosa están de acuerdo: el cristianismo debe dejar de ser “pobrista”…



[i] “Los enemigos del comercio I: historia de las ideas sobre la propiedad privada”.

[ii] 1809-1865. En su Besanzón natal, región de la Borgoña, pudo conocer el progreso económico heredado del siglo XVIII gracias a su papel como bastión defensivo.

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