lunes, 9 de septiembre de 2013

El otro holocausto

Yezhov y Stalin
Según la Real Academia Española de la Lengua holocausto es una gran matanza de seres humanos. Siendo esto así también se dio en la Unión Soviética un holocausto durante los años treinta del siglo pasado. Autores como Oleg V. Naumon señalan que la poblacion encarcelada en la Unión Soviética, al dar comienzo el año 1939, era de más de dos millones de personas, la mayoría por causas políticas. Según ha investigado Hermida Revillas, que ha consultado los archivos del Comisariado Popular de Asuntos Interiores (NKVD), los fusilados entre 1937 y 1938 fueron 681.692 y si se tiene en cuenta el período 1930-1953 la cifra es de 786.098 personas, por lo tanto el bienio 37-38 fue terrible. Si al más de un cuarto de millón de fusilados que he citado, se suman los muertos en los campos de trabajo llegaríamos a 1,5 millones de asesinados. El mismo autor, citando a Viktor Zemskov, señala que la cifra podría haber alcanzado los 2,5 millones de asesinados. 

Las purgas de Stalin afectaron sobre todo a bolcheviques, incluso a muchos de los que habían participado en la revolución de 1917, a estrechos colaboradores suyos, a personas que, habiendo cumplido una misión criminal, luego fueron víctimas de sus sucesores al frente de los cargos que aquellos habían tenido, como es el caso de Yezhov, al frente de la NKVD que, al ser sustituido por Beria, fue mandado ejecuttar por este. Además de bolcheviques fueron asesinados refugiados comunistas procedentes de otros países, finlandeses, kulaks o campesinos ricos, militares, mediante juicios farsa que luego se ha podido demostrar constituyeron arbitrariedades de la más variada crueldad. Stalin llegó a entregar a la Gestapo alemana a refugiados de los que no se fiaba.

Algunas personas que consiguieron sobrevivir, como es el caso de Margarette Buber-Neuman, estuvieron en el gulag soviético y en campos de concentración nazis. La esposa de Bujarin, asesinado también, fue internada en un campo de trabajo y luego pudo escribir unas memorias reveladoras, igual que las de la citada Margarette. Y es que los familiares de los asesinados no se libraron de las vigilancias, persecuciones, ejecuciones... Así pudo mantenerse Stalin en el poder hasta su muerte en 1953, pero este holocausto no fue reconocido en Rusia sino en la década de 1990 pasada, e incluso muchos intelectuales de izquierda occidentales no lo reconocieron por diversas razones; otros sí y dirigentes comunistas europeos, por lo que comenzó un lento apartamiento de Moscú en la época de Kruschev.

Premonitorio fue Lenin, que tampoco se quedó corto en crímenes, cuando en su "Carta al Congreso" señaló: Stalin es demasiado brutal, y este defecto plenamente soportable en las relaciones entre nosotros, comunistas, se hace intolerable en la función de secretario general. Por lo que propongo a los camaradas que reflexionen sobre la manera de desplazar a Stalin de este puesto y de nombrar en su lugar a un hombre que, en todos los aspectos, se distinga del camarada Stalin por su superioridad, es decir, que sea más paciente, más leal, más educado y más atento con los camaradas, menos caprichoso... 

Si a las víctimas de las dos guerras mundiales, que se cuentan por millones, les sumamos las de la guerra civil rusa de 1918 y contra Polonia, además del holocausto stalinista, los pueblos de la Unión Soviética han sufrido más que cualesquiera otros.

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