"El mago" (1475-1480) |
El Bosco nació a mediados del siglo XV en Bolduque, al sur de los Países Bajos y en la región de Brabante. Fue una ciudad fronteriza y defensiva ante las embestidas de los enemigos durante la Edad Media e incluso posteriormente. La gran plaza del Mercado denota que el comercio debió de ser su actividad económica dominante en una región que formaba parte, en la época de El Bosco, del eje entre Inglaterra al norte de Italia pasando por los Países Bajos y la Champaña.
Formado en un ambiente de pintores, pues varios miembros de su familia lo eran, en Bolduque pasó casi toda su vida, salvo quizá un viaje a Italia, pues en Venecia se conservan varias obras suyas que pudo realizar allí. En la obra "El Mago", que El Bosco pintó cuando tenía menos de treinta años, por lo tanto joven pero ya con cierta experiencia, nos introduce en un mundo que fue muy querido por él: la magia, la truculencia, la broma e incluso la ironía, con personajes y temas más propios del mundo medieval que del renacentista (a la postre no hay, en muchos aspectos, grandes diferencias entre estos dos períodos).
Con grandes contrastes cromáticos, el fondo es oscuro, aunque esto puede ser consecuencia del paso de los años. En todo caso así destaca mucho más la escena que representa. Mientras el mago, delicadamente y con un rictus de seguridad, se dedica a su oficio, uno de los personajes, que no quiere perderse nada, se inclina sobre la mesa; quizá sea porque es viejo y le falta vista, mientras que el que está detrás, con lentes y mirando disimuladamente hacia arriba, le intenta robar la bolsa. El niño no entiende de magias y observa al viejo, quizá en complicidad con el ladrón. No tanto los rostos de los personajes, sino la escena en sí misma, es una caricatura del mundo, el de los engaños y los delitos.
Otro personaje ignora la magia para observar de perfil a la dama que tiene al lado, a la que coge por el hombro. La atención de unos contrasta con el despiste de otros, mientras un perro o un mono se encuentra preparado, quizá para algún truco, tras la mesa del mago, una mesa que parece levantarse en su parte posterior, pues la perspectiva no está aquí conseguida. La escena se desarrolla en la calle, trasunto del mundo donde se dan todos los engaños.
En una Edad Media donde eran tan abundantes las creencias fantásticas, el trabajo de hechiceros y los libros sobre animales que se comportaban con intencionalidad moral, las vidas inventadas de santos, los almacenes donde se practicaban experimentos acientíficos, el tema de la magia es un retrato de aquella mentalidad. Los magos venían de vez en cuando por la ciudad o por la aldea, entretenían a los vecinos y estos quedaban maravillados: otra razón más para creer en lo sobrenatural y de ahí a lo divino.
Es un óleo sobre tabla de 53 por 75 cm. que se encuentra en el Museo Municipal, Saint-Germain-en-Laye (Fancia, al oeste de París).
Formado en un ambiente de pintores, pues varios miembros de su familia lo eran, en Bolduque pasó casi toda su vida, salvo quizá un viaje a Italia, pues en Venecia se conservan varias obras suyas que pudo realizar allí. En la obra "El Mago", que El Bosco pintó cuando tenía menos de treinta años, por lo tanto joven pero ya con cierta experiencia, nos introduce en un mundo que fue muy querido por él: la magia, la truculencia, la broma e incluso la ironía, con personajes y temas más propios del mundo medieval que del renacentista (a la postre no hay, en muchos aspectos, grandes diferencias entre estos dos períodos).
Con grandes contrastes cromáticos, el fondo es oscuro, aunque esto puede ser consecuencia del paso de los años. En todo caso así destaca mucho más la escena que representa. Mientras el mago, delicadamente y con un rictus de seguridad, se dedica a su oficio, uno de los personajes, que no quiere perderse nada, se inclina sobre la mesa; quizá sea porque es viejo y le falta vista, mientras que el que está detrás, con lentes y mirando disimuladamente hacia arriba, le intenta robar la bolsa. El niño no entiende de magias y observa al viejo, quizá en complicidad con el ladrón. No tanto los rostos de los personajes, sino la escena en sí misma, es una caricatura del mundo, el de los engaños y los delitos.
Otro personaje ignora la magia para observar de perfil a la dama que tiene al lado, a la que coge por el hombro. La atención de unos contrasta con el despiste de otros, mientras un perro o un mono se encuentra preparado, quizá para algún truco, tras la mesa del mago, una mesa que parece levantarse en su parte posterior, pues la perspectiva no está aquí conseguida. La escena se desarrolla en la calle, trasunto del mundo donde se dan todos los engaños.
En una Edad Media donde eran tan abundantes las creencias fantásticas, el trabajo de hechiceros y los libros sobre animales que se comportaban con intencionalidad moral, las vidas inventadas de santos, los almacenes donde se practicaban experimentos acientíficos, el tema de la magia es un retrato de aquella mentalidad. Los magos venían de vez en cuando por la ciudad o por la aldea, entretenían a los vecinos y estos quedaban maravillados: otra razón más para creer en lo sobrenatural y de ahí a lo divino.
Es un óleo sobre tabla de 53 por 75 cm. que se encuentra en el Museo Municipal, Saint-Germain-en-Laye (Fancia, al oeste de París).
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