Hjalmar Branting |
El impacto de la revolución rusa en toda Europa fue enorme, poniendo en guardia a las burguesías respectivas y dividiendo al movimiento obrero. En una de las conferencias celebradas por la Internacional Socialista, la de Berna en 1919, el delegado del Partido Socialista Obrero Español, Julián Besteiro, se mostró contrario a la resolución mayoritaria, propuesta por Hjalmar Branting, que rechazaba los métodos empleados por los bolcheviques para llevar a cabo la revolución de 1917. En 1919 Rusia estaba en plena guerra civil, en la que lucharon cuatro ejércitos: el partidario de la revolución (rojo), el de los mencheviques, zaristas y potencias occidentales (blanco), el de los anarquistas ucranianos (negro) y el ejército verde de los nacionalistas.
También en 1919 Branting se encontraba en la cúspide de su relevancia política: había sido ministro de Hacienda del gobierno sueco y en 1920 sería jefe de dicho gobierno, propiciando que su país entrase en la Sociedad de Naciones. Astrónomo, fue uno de los más importantes representantes del socialismo sueco desde 1889. El profesor de Filosofía Julián Besteiro venía de participar en la huelga general de 1917 siendo uno de sus organizadores, lo que le llevaría a ser condenado a cadena perpetua por un tribunal militar, pero en las elecciones de 1918 fue elegido diputado y liberado.
En el seno del socialismo español, como en otros países europeos, se produjo la viva discusión de si abandonar la Internacional Socialista (II) e ingresar en la recientemente creada III Internacional con sede en Moscú (1919). Avilés Farré señala que, con este motivo, la agrupación socialista madrileña pidió un referéndum en el que los militantes socialistas pudieran pronunciarse por la integración en la Internacional comunista. Frente a ello -sigue diciendo Avilés Farré- la dirección del PSOE, encabezada por Pablo Iglesias, inició una táctica dilatoria que mantendría durante dos años, con el objetivo de evitar una escisión en dicho partido, pues entre los militantes de base había una fuerte corriente de opinión favorable a la III Internacional: a España solo llegaban los ecos de una revolución obrera triunfante, no las primeras medidas sectarias de los bolcheviques.
Por aquellos años el socialista alemán Kautsky se separó de los métodos de Rosa Luxemburgo y, tras abandonar el SPD, volvió a él en 1922. Supo ver que el socialismo solo tenía sentido dentro del respeto a la democracia formal, a la libertad de expresión, de los derechos individuales, del sufragio, pero en España sus ideas no fueron tenidas en cuenta ante la euforia que representó el triunfo de la revolución soviética. En un congreso celebrado en 1919 el PSOE decidió permanecer en la II Internacional, pero propuso la fusión con la III. La escisión, tras muchos debates y varios congresos no se evitó: los socialistas españoles partidarios de la III Internacional entraron en contacto con Mijail Borodin, un bielorruso que colaboró con los republicanos chinos que se habían hecho con el poder desde 1911.
No hubo mucha coherencia entre algunos de los que pretendieron escindirse del PSOE, siendo el caso más sonado el de Mariano García Cortés, pues pasándose al Partido Comunista español recientemente creado, luego se adhirió al liberalismo del conde de Romanones. Ya en 1920 Ramón Merino, entonces secretario de las Juventudes Socialistas, se pasó con armas y bagajes al Partido Comunista de España (poco después lo abandonaría para militar en el sindicalismo amarillo). En el Partido Socialista, por último, triunfaron las tesis que había defendido en 1919 Branting, y no las de Julián Besteiro, que sin embargo siempre colaboró con Pablo Iglesias para que el partido no se escindiese.
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