lunes, 26 de noviembre de 2018

Esclavos negros, chinos y otros

Iglesia de San Francisco de Paula (La Habana)

Anúcita es una pequeña población en el oeste de la provincia de Álava, donde a comienzos de 1814 nació uno de los mayores  negreros de España por lo menos en el siglo XIX. Julián de Zulueta, siendo joven, viajó a Cuba y allí heredó un ingenio de azúcar cerca de Cuba. Con el paso del tiempo, gracias al comercio de esclavos, se hizo muy rico y conectó con otros hacendados, sobre todo criollos españoles y peninsulares con intereses en Londres, Cádiz y otras ciudades.

Para amasar su riqueza, Julián de Zulueta vio la necesidad de ocupar cargos públicos y relacionarse con las autoridades españolas en Cuba, siendo alcalde de La Habana entre 1864 y 1876. Cuando ya faltaban pocos años para el de su muerte (1878) fue nombrado Marqués de Álava y años atrás, cuando estalló la guerra de 1868, fue uno de los promotores de los tercios de voluntarios vascos, los chapelgorris, y miembro del Partido Español en la Habana, según ha estudiado, entre otros, Urko Apaolaza.

Durante el siglo XIX emigraron muchos vascos a América, particularmente al Río de la Plata, México y Cuba, en el caso de Álava debido al atraso económico que padecía y a las guerras que sufrieron las provincias vascas y otras del norte. A Cuba fue llamado Julián por un pariente que se había dado cuenta de los grandes negocios que se podían hacer con la trata negrera para la explotación del azúcar, a pesar de que ya existían partidarios del abolicionismo de la esclavitud, particularmente las autoridades británicas, que habían abolido esta institución a principios del siglo XIX y no estaban dispuestas a que los negocios de sus compatriotas tuviesen la competencia de los tratantes negreros. Para Cuba, como es sabido, España no abolió la esclavitud, hasta 1880.

Algunos historiadores consideran a Julián de Zulueta como un negrero cruel (es el caso de Joseba Agirreazkuenaga), dedicado al comercio clandestino, que vio cómo se le acumulaban las denuncias del Gobierno de Gran Bretaña. Incluso con la inmigración de chinos, Zulueta hizo buenos negocios con la trata de estos orientales. Para entonces, nuestro negrero ya tenía varios ingenios azucareros que daban grandes rendimientos, no solamente porque les fue dotando de maquinaria moderna sino porque la mano de obra, en su mayoría esclava, era gratuita.

También Hugh Thomas ha estudiado a este personaje, al que llama “último gran negrero de Cuba”. En La Habana de los años 30 del siglo XIX, Zulueta era un nombre maldito en los diarios de a bordo de las patrullas navales británicas, el cual traía a los negros, sobre todo, desde Kabinda, a orillas del río Congo. Zulueta, para la travesía desde África a Cuba, hacía vacunar a los negros y, como católico, los bautizaba, no fuera que falleciesen y no tuviesen ocasión de salvarse… Esto ocurría –dice Urco Apaolaza- cuatro siglos más tarde de que el papa Pío Ii hubiese condenado la esclavitud de africanos bautizados. Al católico Zulueta le importaba más el negocio, en tiempos ya claramente abolicionistas, que las advertencias religiosas, pues moral cristiana no parece haber tenido.

Para comprender el volumen del negocio digamos solo que el vapor “Cicerón”, propiedad de Zulueta, transportó en una ocasión 1.105 esclavos y que el “New York Times” se hizo eco de una huelga o revuelta de esclavos hartos del negrero alavés, que poco a poco se había hecho con buenas fuentes de financiación, ya por medio de familiares o de otros negociantes. Así, tuvo negocios en Londres con un Pedro Juan de Zulueta, el cual no se sabe si era familiar a pesar del apellido, y heredó toda la fortuna de un tío suyo, ahora sí, de nombre Tiburcio (1842), en la que destacan los cafetales de Pedencias, al norte de Camagüey.

La fortuna que amasó Zulueta por sus negocios con un pariente suyo con la trata de esclavos, sería el origen de su implantación como prestamista y hacendado en Cuba, haciendo importantes ingresos con la trata de negros, chinos y nativos de Yucatán y Venezuela. El capital que se ha calculado a su nombre ascendió, en 1864, a 104,2 millones de reales, una de las mayores fortunas de la época. Siendo tan rico pudo casar a su hija Josefa con el político español experto en falsificar elecciones, Francisco Romero Robledo. Riqueza, crueldad, influencia política y encuadre entre los poderosos, fueron el círculo cerrado en el que, como otros, vivió buena parte de su vida un negrero “moderno”: Julián de Zulueta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario