Iglesia de San Francisco de Paula (La Habana) |
Anúcita es una pequeña población
en el oeste de la provincia de Álava, donde a comienzos de 1814 nació uno de
los mayores negreros de España por lo
menos en el siglo XIX. Julián de Zulueta, siendo joven, viajó a Cuba y allí
heredó un ingenio de azúcar cerca de Cuba. Con el paso del tiempo, gracias al
comercio de esclavos, se hizo muy rico y conectó con otros hacendados, sobre
todo criollos españoles y peninsulares con intereses en Londres, Cádiz y otras
ciudades.
Para amasar su riqueza, Julián de
Zulueta vio la necesidad de ocupar cargos públicos y relacionarse con las
autoridades españolas en Cuba, siendo alcalde de La Habana entre 1864 y 1876.
Cuando ya faltaban pocos años para el de su muerte (1878) fue nombrado Marqués
de Álava y años atrás, cuando estalló la guerra de 1868, fue uno de los
promotores de los tercios de voluntarios vascos, los chapelgorris, y miembro del Partido Español en la Habana, según ha
estudiado, entre otros, Urko Apaolaza.
Durante el siglo XIX emigraron
muchos vascos a América, particularmente al Río de la Plata, México y Cuba, en
el caso de Álava debido al atraso económico que padecía y a las guerras que
sufrieron las provincias vascas y otras del norte. A Cuba fue llamado Julián
por un pariente que se había dado cuenta de los grandes negocios que se podían
hacer con la trata negrera para la explotación del azúcar, a pesar de que ya
existían partidarios del abolicionismo de la esclavitud, particularmente las
autoridades británicas, que habían abolido esta institución a principios del
siglo XIX y no estaban dispuestas a que los negocios de sus compatriotas
tuviesen la competencia de los tratantes negreros. Para Cuba, como es sabido,
España no abolió la esclavitud, hasta 1880.
Algunos historiadores consideran
a Julián de Zulueta como un negrero cruel (es el caso de Joseba
Agirreazkuenaga), dedicado al comercio clandestino, que vio cómo se le
acumulaban las denuncias del Gobierno de Gran Bretaña. Incluso con la
inmigración de chinos, Zulueta hizo buenos negocios con la trata de estos
orientales. Para entonces, nuestro negrero ya tenía varios ingenios azucareros
que daban grandes rendimientos, no solamente porque les fue dotando de
maquinaria moderna sino porque la mano de obra, en su mayoría esclava, era
gratuita.
También Hugh Thomas ha estudiado
a este personaje, al que llama “último gran negrero de Cuba”. En La Habana de
los años 30 del siglo XIX, Zulueta era un nombre maldito en los diarios de a
bordo de las patrullas navales británicas, el cual traía a los negros, sobre
todo, desde Kabinda, a orillas del río Congo. Zulueta, para la travesía desde
África a Cuba, hacía vacunar a los negros y, como católico, los bautizaba, no
fuera que falleciesen y no tuviesen ocasión de salvarse… Esto ocurría –dice Urco
Apaolaza- cuatro siglos más tarde de que el papa Pío Ii hubiese condenado la
esclavitud de africanos bautizados. Al católico Zulueta le importaba más el
negocio, en tiempos ya claramente abolicionistas, que las advertencias
religiosas, pues moral cristiana no parece haber tenido.
Para comprender el volumen del
negocio digamos solo que el vapor “Cicerón”, propiedad de Zulueta, transportó
en una ocasión 1.105 esclavos y que el “New York Times” se hizo eco de una
huelga o revuelta de esclavos hartos del negrero alavés, que poco a poco se
había hecho con buenas fuentes de financiación, ya por medio de familiares o de
otros negociantes. Así, tuvo negocios en Londres con un Pedro Juan de Zulueta,
el cual no se sabe si era familiar a pesar del apellido, y heredó toda la
fortuna de un tío suyo, ahora sí, de nombre Tiburcio (1842), en la que destacan
los cafetales de Pedencias, al norte de Camagüey.
La fortuna que amasó Zulueta por
sus negocios con un pariente suyo con la trata de esclavos, sería el origen de
su implantación como prestamista y hacendado en Cuba, haciendo importantes
ingresos con la trata de negros, chinos y nativos de Yucatán y Venezuela. El
capital que se ha calculado a su nombre ascendió, en 1864, a 104,2 millones de
reales, una de las mayores fortunas de la época. Siendo tan rico pudo casar a
su hija Josefa con el político español experto en falsificar elecciones,
Francisco Romero Robledo. Riqueza, crueldad, influencia política y encuadre
entre los poderosos, fueron el círculo cerrado en el que, como otros, vivió
buena parte de su vida un negrero “moderno”: Julián de Zulueta.
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